-“¿Jasai, cuál es tu función en estas granjas?”
-“Ser intermediaria entre la comunidad y la Fundación Alpina. Si los wayú ven llegar a personas a su comunidad y son todas arijunas, no son hablantes de wayuunaiki, entonces asumen que algo está mal. Piensan que vienen a prometer cosas que no les van a cumplir, a buscar votos, pedir papeles y firmas para robarse la plata. Cuando yo vengo y les hablo en su propia lengua entonces ellos se abren a escucharnos y podemos trabajar”.
-“¿Tu mayor orgullo en la vida?”
-“Ser hablante de la wayuunaiki. Gracias a esto tengo este trabajo, gracias esto hemos podido sacar adelante el proyecto. Siempre le digo a mamá, ‘gracias madre mía por enseñarme la wayuunaiki’.”
-“¿Y qué ha sido lo más difícil de este trabajo?”
-“Yo no soy de esta zona. Aquí estoy muy lejos de mi familia y por aquí la vida no es fácil. A veces me deprimía, perdía los ánimos, me daban ganas de renunciar y dejarlo todo.”
-“¿Y por qué no lo hiciste?”
-“Porque con el tiempo estas personas se encariñan con uno. A veces llegaba y me saludaban Hasai chu (el diminutivo de mi nombre en wayú, como decir Jasaicita) y sentía que estas personas me querían. En los períodos duros, cuando cerraron la frontera y empezaron a escasearles los alimentos, siempre me guardaban algo de comer, ofreciéndome lo que no tenían ni para ellos. Eso no tiene precio. Me dije, ‘no puedo renunciar, tengo que seguir adelante’. Y ahora mira, estamos todos felices con los resultados.”