Recuerdo que en mis años de infancia sonaban villancicos que alegraban la vida en una época que esperaba con ansia: la Navidad. Pastorcitos, ángeles, animales y estrellas recibían con felicidad el nacimiento de Jesús. Sin embargo, en el volumen 2 de los Niños cantores de Navidad, venía una canción bastante inusual y depresiva: ¿Dónde están los juguetes?
Para una niña de clase media como yo, que recibía su regalo del Niño Dios sin falta, era demasiado duro recordar que había niños que no tenían el mismo privilegio. Y de eso se trata la canción: de una niña que no recibe regalos.
Si analizamos a fondo la canción, se sugiere que Dios es un invento del capitalismo para culpabilizar al individuo de las carencias económicas. La canción critica la manera como se usa la Navidad para promover la desigualdad y la resignación.
La canción usa el formato de diálogo. Una niña le pregunta a su madre que dónde están los juguetes, y la madre trata de encontrar excusas para explicarle por qué no va a recibir regalos en esa Navidad. Finalmente, se deduce que son muy pobres y por eso no habrá regalos.
En un artículo de Soho, Raquel Castaños nos cuenta la historia de la canción, pues ella era la que interpretaba las estrofas que correspondían a la niña. La voz de la madre es un coro donde intervienen dos cantantes colombianas y dos venezolanos. Fue estrenada en Venezuela en 1962, y el tema fue un éxito.
El autor es el venezolano Oswaldo Oropeza (1939-1998), famoso por componer pasajes llaneros, entre otros el tema titulado Faltan cinco pa’ las doce, que no puede faltar en la velada de fin de año (véase artículo en El Heraldo). ¿Dónde están los juguetes? también es un pasaje llanero. En el video podemos ver el arpa acompañando la canción.
Me informa mi profesor de música Juan Antonio Guerrero que no es un villancico como tal. Los villancicos son composiciones folklóricas originadas en España a finales del siglo XV, de tema amoroso o religioso. La palabra “villancico” es “canción de la villa”, como lo sugiere la palabra “villan-” (de “villano”, persona de la “villa”) y el diminutivo “cico”. Poco a poco se especializa el término para referirse a canciones navideñas.
La canción comienza diciendo: “Mamá, ¿dónde están los juguetes? / Mamá, el niño no los trajo”. La mamá entonces busca una manera de culpabilizar a la niña misma de que no haya regalos, diciendo: “será que no vio tu cartita / que pusiste en la noche / sobre tus chancletitas”.
La madre logra el cometido de hacerla sentir culpable, pues la niña prosigue: “Mamá, hoy me siento muy triste / Mamá, el niño no me quiere”. La madre refuerza este sentimiento, y va más lejos: “Será, que tú hiciste algo malo / Y el niñito lo supo / Por eso no los trajo”.
Pues bien, esto representa uno de los grandes mitos del capitalismo, esa creencia generalizada de que el pobre es pobre porque quiere. Es una de las creencias más absurdas que he escuchado, porque, ¿quién quiere ser pobre? ¡Todos queremos nuestros juguetes en Navidad!
Pero la creencia implica que el pobre es pobre por su propia culpa. El sistema de creencias judeo-cristiano de culpa-castigo es muy conveniente para perpetuar la desigualdad social. Si la gente cree que es pobre por su propia culpa, no va a protestar y se resignará a vivir en la pobreza.
Por eso, es habitual que en muchas iglesias protestantes se justifican las grandes riquezas de los pastores con la idea de que “es que Dios lo ha bendecido”. Y muchos cristianos y católicos de grandes riquezas se excusan con la idea de que son ricos porque se lo merecen. Así no tienen que seguir el mandato de Jesús de dejarlo todo para seguirlo.
Y para completar, la madre le dice a la niña: “Mi amor, ya no te sientas triste / Mi amor, si a tu lado me tienes”. Paradójicamente, es otro mito del capitalismo: hacerle creer a la gente que las cosas materiales no importan, que lo que importa es el amor y la familia. Esto es una creencia absurda que también ayuda a perpetuar la desigualdad.
Con recursos materiales la persona logra satisfacer sus necesidades vitales como la alimentación, la vivienda y la recreación. Y sí, los pobres también quieren tener cosas bonitas, aunque no las necesiten. Si las riquezas materiales no importaran, los ricos ya habrían regalado todas sus posesiones a los pobres. Y no lo han hecho.
Finalmente, la madre de la canción le dice: “Y así, esperaremos juntos, / rezaremos al cielo, / hasta el año que viene”, el autor critica la idea de que rezar solo sirve para perpetuar la culpa que no le permite al pobre superar su condición. El autor sugiere que la idea de Dios solo produce una resignación dañina para la clase social marginada y sometida.
Así pues, ¿Dónde están los juguetes? nos invita a reflexionar sobre los grandes mitos del capitalismo que se refuerzan con más notoriedad en Navidad, época de intenso consumo comercial.