El maltrato de la Universidad del Norte a sus alumnos

El maltrato de la Universidad del Norte a sus alumnos

Se precia de ser una de las mejores universidades del país pero muchos de sus alumnos opinan lo contrario

Por: Luisiano Escalona
marzo 31, 2017
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El maltrato de la Universidad del Norte a sus alumnos

Dícese de ser una de las mejores universidades del país, y aparentemente la mejor de la Costa Caribe, sin embargo, ¿trata realmente la Universidad del Norte a sus estudiantes como estos deberían ser tratados?

Es muy fácil hacer campañas de beneficiosa publicidad cuando una institución posee tanto capital y recursos como Uninorte (en su forma abreviada). Desde los numerosos alardes de acreditaciones en casi todos sus programas académicos, y docentes de una alta calidad dotados de miles de maestrías y doctorados, hasta publicidad en vallas alrededor de la zona ostentando el comienzo de la célebre Cátedra Europa que se realiza desde hace ya varios años, con la presencia de más de cientos de académicos a nivel internacional. Bla, bla, bla. Hasta ahora, todo parece un mágico cuento de hadas, o acaso, ¿quién no querría estudiar ahí? ¿Quién no invertiría los 7, 9, o 13 millones de pesos que cuesta un semestre (perdón, cuatro meses) en tan prestigiosa institución de educación superior? Y es que, efectivamente, la Universidad del Norte es una institución más que reconocida y de una reputación envidiable gracias a sus propios méritos y su contribución a la promoción de la educación por medio de las varias becas que ofrece, y por las cuales muchos estudiantes agradecemos inmensamente su apoyo. ¡Es innegable! No obstante, no todo lo que brilla es oro, y cabe hacer una serie de precisiones sobre el trato que esta universidad dirige hacia sus estudiantes debido a sus “Políticas de Calidad” en pro del beneficio de “todos”.

Específicamente, me permito tocar el tema de los restaurantes DuNord. Para mí, y estoy seguro(a) que para el 99% de los estudiantes (que por cierto, aunque no sean todos, una gran mayoría toma dinero de sus bolsillos para pagar el semestre y por consiguiente contribuir al salario de los funcionarios), el hecho de que a uno lo saquen del Plaza (la plazoleta principal de comidas en Uninorte) porque “aquí solo pueden comer las personas que compren en este lugar ya que así contribuimos al fondo de becas de la universidad”, es inaceptable. Creo que todos entendemos la lógica de que, si no compras ahí, pues no puedes sacar el almuerzo que traes de tu casa, y comértelo. Es entendible hasta ahí, digamos. Cualquier otro restaurante de afuera haría lo mismo. El problema está en que la Universidad ha decidido invertir en un montón de otras cosas (no todas innecesarias, vale aclarar) y ha dejado a un lado la ampliación de las zonas de descanso para los estudiantes. El Bambú, una de esas zonas (por no decir la única, para comer el propio almuerzo, al menos) vive constantemente lleno, a cualquier hora, especialmente al medio día. Ahí, no todas las personas que traigan alimentos de su casa pueden comer. El año pasado un(a) profesor(a) que tuve, me dijo que hasta a él o ella no lo(a) permitieron comer su propio almuerzo en ese lugar (el Plaza).

Pasemos a la siguiente opción: el Coliseo. Y, adivinen algo. ¡EN EL COLISEO TAMPOCO SE PUEDE COMER! Me imagino que es por el pretexto de que las personas dejan basura ahí, y es cierto (es el colmo que siendo personas “civilizadas” aún incurramos en estas conductas no propias de un adulto), e inclusive por cuestiones de “estética”. Pero, si les parece más fácil prohibir que los estudiantes coman en ese lugar, en vez de encontrar otra solución como poner vigilancia que vele por que todos depositen su basura en la cesta, o por lo menos hacer un comedor mucho más grande para los alumnos, están siendo egoístas. Eso es no pensar en la comodidad del estudiante, que está pagando por obtener un trato de calidad. Entonces, ¿dónde termina comiendo un estudiante que tenga almuerzo de casa y no haya encontrado lugar en el Bambú? Pues, en el primer piso del Bloque G (si encuentra puesto), en algunas de las mesas de entre los Bloques A, B, D y F (con suerte); y como muy malo, sentado en el pasto atrás del Edificio de Ingenierías, en el Bloque K, porque ni las mesas que están atrás del DuNord Café son cómodas para comer, ya que están a pleno sol. Tienen carpas y no las abren, y las que abren, solo cubren una o dos mesas (lo mismo que en el Truck, el camión de comidas atrás del K), y tampoco prenden los abanicos que tienen en la zona del Express. ¡Fantástico! ¿Entonces para qué están?

Continuemos ahora con el famosísimo restaurante Terrasse, en el que también levantan a las personas de las mesas si no van a consumir alimentos de la carta. Probablemente su pensamiento es que “las personas que compren sándwiches, por la irrisoria suma de $10.000 pesos (súper barato para un pedazo de pan con carne y vegetales) no tienen derecho a sentarse en los sillones, al medio día, si no van a consumir del menú principal”. ¿Algo un poco elitista, no? Y bueno, eso se podría decir que es medio “entendible”, hasta ahí, digamos nuevamente. Por mera lógica, necesitan que haya más gente que consuma por un precio superior, el problema es que antes dejaban que las personas que compraban Sándwiches comieran por lo menos en las tres o cuatro mesas que están frente al puesto de Sándwiches, y ahora no. Ahora solo podemos comer en una barra que pusieron, en la que a duras penas hay, mal contadas en mi mente, diez sillas. Aparte, algunos de los empleados de dicho restaurante deberían aprender un poquito más de buenos modales, especialmente quien atiende la caja de la zona de Sándwiches, a quien le encanta ponerse a contar dinero justo cuando tiene una enorme fila en frente esperando por pagar, o también cuando habla en un tono no muy agradable para los demás (entendemos que puede tener problemas, como todos, pero no somos los culpables y no tenemos por qué pagar por ellos). Ni qué decir de la media hora que tiene uno que esperar para que le traigan dos Waffles con helado de vainilla, o una pizza de Nutella con fresas (por poner ejemplos personales). Se hacen eternas. Pedimos más agilidad, por favor, que las personas no estamos para perder el tiempo. Sabemos que hay un flujo significativo de gente al medio día, pero no deberían demorarse tanto en servir lo que se pida, especialmente en horas de la tarde; y sé que hablé de este lugar en el párrafo anterior, pero quiero comentar sobre que un día me encontraba con un(a) amigo(a) y él o ella estaba recostado(a) sobre su maletín, en una mesa del Plaza, y el vigilante le dijo que eso no se podía hacer, que se levantara. ¡Ni siquiera estaba tirado(a) en la mesa, solo medio recostado(a) en su pierna, sobre el maletín! ¡Y además, ya ni era hora de almuerzo! ¡Eso fue el colmo!

Para finalizar, y no extenderme tanto, quiero concluir insistiendo que la problemática está en que la universidad no ha decidido invertir sus recursos y su capital en crear más zonas para que los estudiantes puedan comer y descansar, al menos al medio día, y que no tengamos que pasar por la fastidiosa situación de ser levantados de los pasillos afuera de los salones porque ahí tampoco podemos estar (ni siquiera si está lloviendo); aunque resulte ser que el Coliseo también muchas veces está cerrado por los diferentes eventos que tienen lugar a lo largo del semestre.

No hay otro objetivo con este artículo que el de dar una visión más clara de este problema (dejando a un lado el tema de los ascensores en el G) para que se fomente una solución adecuada con el fin de resolverlo. Todos nos quejamos, pero no hacemos algo por cambiar esta situación. Estimado rector Doctor Jesús Ferro Bayona, es urgente ampliar las zonas para el descanso de los estudiantes durante sus recesos si se está pensando en la admisión de muchos más alumnos cada nuevo semestre. Una cosa, por la otra.

-Anónimo.

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