En los medios de comunicación del país abundan día a día informes sobre eventos tan macabros que parecen haber salido de alguna película de horror, líderes decapitados, masacres colectivas de campesinos, niños asesinados, bebés maltratados, mujeres mutiladas, robos y violaciones, ante esto, sumidos en una desesperanza cubierta de sangre, empezamos a normalizar estas notas y creemos que quizás estos actos son aislados y que no reflejan la conducta de la mayoría sino que en cambio, son actos de unos muy pocos trastornados.
Sin embargo, más impresionante aún que los noticieros, es evidenciar que estos actos perversos parecen ser más generales y cotidianos de lo que muchos colombianos creerían, pero que por ser dirigidos a otro tipo de población no cobran la relevancia que los medios informativos necesitan para aumentar sus ratings, en muchos casos, bajo las sombras, se han cometido los actos más barbáricos e inhumanos que una persona puede imaginar, atentando contra la vida de esos seres que sin voz ni voto, sufren en silencio el lado más deplorable de la humanidad.
Los animales, fieles compañeros del ser humano en sus labores y hogares, son los más afectados por la violencia y el maltrato en el mundo, partiendo desde el utilitarismo que las creencias bíblicas proponen, pasando por el consumo desmedido de cárnicos, la ridiculización y la tortura como espectáculo, el abuso, entre otros, los animales suelen verse enfrentados a esfuerzos desmedidos, caza masiva, maltratos y mutilaciones que solo pueden ser vistas en el ser humano bajo las más absurdas guerras.
Mientras nos quedamos perplejos ante la barbaridad que emiten los medios de comunicación, esas cruentas conductas se replican por mil a nuestro alrededor, ¿cómo no pensar que aquel que bajo los efectos del alcohol golpea a su caballo hasta la muerte, puede hacer lo mismo con su esposa e hijos? Es evidente que esa conducta desmedida puede replicarse en otro ser vivo y es el claro reflejo de una sociedad que se construye bajo unos estándares que menosprecian el valor de la vida de quienes nos rodean y que da por menos el sufrimiento y el dolor ajeno.
Así pues, también como nos sorprendemos con la violencia de las emisiones noticiosas matutinas, debería sorprendernos y preocuparnos el hecho de que alguien sumerja una camada de cachorros recién nacidos en una bolsa con piedras en el río, que alguien alimente con vidrio molido las mascotas de sus vecinos, que se cargue un caballo hasta desfallecer, que se pongan a luchar dos animales hasta despedazarse por una estúpida apuesta, que se atropelle por gusto, que se ridiculice, que se disfrace el dolor de espectáculo, pues al final son estas conductas las que en algún momento van a llegar a los noticieros, pero no anunciando la muerte de un perro o un caballo, sino la de niños y niñas, madres y esposas, familias y comunidades enteras