Amamos tomarnos fotos con nuestras parejas y/o familias cenando en un lugar reconocido, lleno de glamur en su logística y en sus platos, porque claro: "La comida entra por los ojos...". De esta manera, direccionamos nuestros gastos de entretenimiento o de ocio hacia corporaciones que manipulan sus productos e inflan los precios con el fin de abarcar los costosos valores que deben pagar por sus franquicias, publicidad, local en sitios pomposos.
Sin embargo, muchas de estas firmas están avaladas y protegidas con seguros que respaldan, en un importante porcentaje, sus dificultades económicas, sobre todo ahora que estamos pasando por una emergencia sanitaria. Pero en nuestro afán de obtener un buen producto, servicio al cliente, agradable ambientación logística, olvidamos al pequeño y mediano empresario, al comerciante poco reconocido de manera general, pero que siempre fue bueno en su oficio.
Su esfuerzo lo convirtió en el mejor del barrio, aquel amigo o conocido nuestro que suele tener su negocio de comidas, de restaurantes, de cocteles, de helados, que trata de resurgir en medio de esta situación dura, aunque no lo puede hacer como las grandes firmas porque, a diferencia de ellas, él no cuenta con un músculo financiero tan fuerte como para publicitarse masivamente u ofrecer descuentos promocionales que lo puedan colocar en un mapa nacional dentro de su sector de mercado o target específico.
Anoche salí a cenar con mi novia y buscamos sitios reconocidos con precios alcanzables, pero que se veían agradables en redes y de manera presencial. Al llegar nos enfrentamos a enormes filas de ingreso, lo que ocasionó disgustos en los comensales, impaciencia, posibles errores en la preparación debido al afán de atender tal afluencia. Así que decidimos buscar "cualquier lugar" para simplemente cenar.
Tiempo después encontramos un pequeño e improvisado negocio familiar, donde nos ofrecieron una muy excelente parrilla; con términos de cocción impecables, con exquisito sabor y adecuado servicio al cliente. Se notaba que esa familia no era de Medellín, ni siquiera de Antioquia; pero era evidente también que apenas estaban arrancando. Tenían serias dificultades logísticas, pero responsablemente encontraron cómo solucionarlas para brindarnos a nosotros, sus clientes, una cómoda y deliciosa experiencia.
Agradable emplatado, magnífico sabor y del precio ni hablar: hasta 50 % menor al que he cancelado en otros lugares con largas filas.
Si el sitio anda abarrotado por personas que quieren entrar, no significa que sea mejor o más barato que otros lugares; es solo que no nos tomamos el trabajo de caminar o conducir solo un poco más hasta encontrar a ese pequeño empresario que brinda un producto y/o servicio maravillo, y que en su momento requiere de un apoyo más urgente que otros lugares para salir adelante por su familia, por su bienestar emocional o simplemente por su meta a cumplir.
Así que si su amigo, conocido y vecino tienen su negocio con una buena oferta para ti, apóyelo a él primero. La vida es justa y más adelante te apoyarán a ti también.