Cada cierto tiempo -parece una lógica circular y borgiana- la naturaleza y el universo ingobernable dan lecciones a quienes se trepan sobre la cadena trófica y condenan al resto de los seres vivientes a su vasallaje y extinción.
Desde las invisibles arqueas hasta los megalodones de los mares oscuros y las amphicoelias jurásicas, nunca -en lo conocido- habíamos asistido a la dominación bárbara de un planeta cercano; en los registros recientes, y sin tiempo medible, de los universos imaginables.
Cualquiera que se asome por una minúscula ventanita de un agujero de gusano y vuele en tiempo cuántico hasta nosotros, encontrará una memoria angustiante de lo que define a la humanidad. Una especie biológica que procesó sus propios códigos de mutua soportabilidad -disfrazados de sistemas políticos-; al mismo tiempo, hundió los dientes en la superficie del planeta -disfrazado de sistemas económicos- y succionó la mayor parte del zumo de la naranja.
Nadie se salva.
Aquí no valen clasificaciones o taxonomías deterministas entre “buenos y malos”. Esas distinciones no caben a la hora de rendir cuentas propias y colectivas frente a la depredación: unos por actuar con voracidad y otros por pasivamente consumir lo que los voraces procesan en su afán de lucro infinito.
Ni las religiones y dioses de cualquier pelambre podrán interceder por usted. Si profesa algún credo religioso occidental va para el infierno directo y olvídese del puto cielo con tiernas nubes, arpas y liras.
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“Me acuso -padre- de usar bolsas plásticas cuando compro cosas empacadas en envases plásticos, la nevera está repleta de plástico helado; el icopor me alcahuetea mi pereza para lavar platos y envases de vidrio
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O por lo menos confiésele al cura o al pastor (igual, ambos no podrán hacer nada) sus pecados asociados con la extinción del planeta: “me acuso -padre- de usar excesivamente bolsas plásticas cuando compro cosas empacadas en envases plásticos, la nevera está repleta de plástico helado; el icopor me alcahuetea mi pereza para lavar platos y envases de vidrio; a la basura tiro todo lo que me da la gana sin reciclar en la fuente y que los pobres desgraciados de las “escobitas” de la empresa de aseo sufran… mea culpa padre…”
La amenaza de una pandemia que pinta con volar tan rápido como una señal de internet en cualquier lugar del mundo terminará exterminando a la humanidad con la invisible fuerza de un virus mutante, inteligente y despiadado, que sólo obedece a las leyes inciertas de la azarosa naturaleza y sus reglas de autorregulación. Todo comienza con un estornudo en el corazón de un territorio de miles de millones de narices.
Volveremos a las invisibles arqueas de los primitivos tiempos y nuevamente el ciclo de la vida engendrará otra especie… depredadora.
Coda: “Maldita humanidad que no escucha consejos/ Maldita humanidad con vanidad y complejos/ Maldito humano que piense que algo merece/ Cuando lo que aporta al mundo solo es un montón de heces”. (MECAL, rapero dominicano).