Odebrecht es como un frasco de tinta que se voltio encima de una servilleta donde está dibujado el mapa de centro y Sur América y su mancha se fue expandiendo rápidamente hasta el punto de cubrirlo prácticamente todo.
El cubrimiento oscuro manchó a empresarios y políticos y dentro de ellos como nunca antes, uno tras otro, a muchos presidentes de las repúblicas de esta porción del mundo.
Bien es sabido que los presidentes son sujetos de corrupción en mayor o menor medida, por el inmenso poder que acumulan gracias al respaldo de otros políticos, empresarios y medios de comunicación que lo rodean y nutren en la medida que esos presidentes les retornen poder y riquezas también.
El viejo baile.
Pero de todos los presidentes manchados por esa tinta de la corrupción, el más empapado sin lugar a dudas es el de Colombia, Juan Manuel Santos.
No por la cantidad de dinero ilegal que presuntamente entró a su campaña, sino por su calidad de reciente, pomposo y rimbombante Premio Nobel de Paz.
Justo cuando terminó el acuerdo "pegado con babas" con las Farc, y empezó otra negociación con el ELN, el presidente Santos volvía a recibir otra salva de aplausos, esta vez por los asistentes a la cumbre de Premios Nobel de Paz que él se inventó en Bogotá, en ese insaciable apetito de obtener reconocimiento de Papas, reyes, príncipes, y presidentes de todo el mundo.
Juan Manuel Santos logró lo que más quería: que su nombre estuviera en los encabezados de todos los periódicos del mundo alimentando por siempre su ego.
Pero de repente, miró para arriba y la vio negra: La mancha de tinta cubrió su nombre.
Y por eso, es la porción en la servilleta que mas oscura se nota.
Juan Manuel Santos es un presidente ya de salida y quería llevarse con él esa aureola etérea y auríferamente brillante que tienen los santos en sus cabezas.
Pero a cambio de eso, sale con un nivel de aceptación que anda a la altura de las sandalias de los santos.
Y aunque no se haya comprobado aún el señalamiento por la Fiscalía su "enmememelado" trato con Odebrecht, como el mismo dijo:
"El mal ya está hecho".
Porque él sabe que las manchas de tinta son para siempre...
Y eso, en su caso, es pegarle a alguien, donde más le duele.