Toda Colombia queda pendiente, a veces con exagerado optimismo, de la firma de eso que están llamando “el último día de la guerra”.
Habrá que mirar las cosas con buena cara, a pesar de las grandes dudas que a muchos nos abordan, como puede ser principalmente ese negocio del narcotráfico que azota con su violencia a todo el país y que parece que no se acaba, sino que gracias a sus magníficas utilidades (en términos monetarios y de poder), cada vez se acrecienta más.
Si bien estamos lejos de aquel añorado “último día de la guerra”,
sí habría que aplaudir así sea con muy suaves palmadas
lo que se firme en La Habana
Pero sea como sea, si bien estamos lejos de aquel añorado “último día de la guerra”, sí habría que aplaudir así sea con muy suaves palmadas lo que se firme en La Habana ya que no puede negarse que es importante cualquier acuerdo que logre reducir en algo la guerra encubierta que nos convierte en uno de esos pocos países que lleva decenios sometidos a la fea barbarie.
Y a pesar de la antipática guerra que llevan adelantando Uribe y sus amigos según la cual vamos derechito al castrochavismo y que dentro de nada el cóndor será reemplazado por la hoz y el martillo, y a pesar de la triste condición que pone el presidente de que votemos sí al plebiscito so pena de aguantar una sangrienta guerra sin límites en las ciudades, sometidos además a inclementes impuestos destinados a perpetuar la guerra, a pesar de la demagogia barata de ambos bandos y de las muy inquietas frases salidas de los líderes de las Farc, siempre es bueno un poco de merecido viento fresco y que podamos decir en voz baja y con reservas que la infancia de hoy vivirá en el futuro en una Colombia en paz.
Y por ello, haciendo boquitas de duda y frunciendo el ceño cuando se habla de paz cuando lo que vive media Colombia es el terror de la fuerza de decenas de grupos minúsculos o grandes gozando casi que en la impunidad del maravilloso negocio del narcotráfico, hay que darle la bienvenida a esta pequeña esperanza que con una terquedad inusual logra un presidente que tiene bajísimos niveles de popularidad.
Y ojalá pronto digamos, adiós a las armas.
Y hablando de…
Y hablando de armas, …, ¿dónde quedaron las arengas moralistas del procurador Ordóñez con la maravillosa empelotada de los bogotanos ante el fotógrafo Spencer Tunick?