A todas estas, me surgen unas dudas muy semánticas y ontológicas, en el siguiente sentido: ¿por qué dicen que hay malas palabras?, ¿puede una palabra degradarse hasta convertirse en una palabra infame?, ¿existen palabras malvadas?
La palabra malparido, por ejemplo, me parece que significa parido con dificultad. Por supuesto, estoy hablando por mí y por nadie más, ¿e es que en verdad es una mala palabra?
Mi abuelita nunca lo vio así, y siempre me aconsejó que frente a esos deseos de insulto de cierto primito mío, respondiera con el mismo eslogan de combate: «Soy malparido, pero bien críado». Y creo que me sirvió y me servirá para el devenir.
No obstante, hay otro interrogante que pienso debe ser respondido: ¿un malparido es sinónimo de hijueputa? Creo que sabihondo no sirve para despreciar, así como malparido no es un insulto. Es como una forma de echarle a uno la verdad en la cara. Es como decir: "Oye, tú, que naciste mal".
Pero hijueputa sí parece que es otra cosa. Por ejemplo, hay hombres que cuando sienten que esta palabra hace contacto con su oído y que además ellos son sus destinatarios, recurren al uso del idioma de las trompadas.
Mi profesor de español, que era biólogo egresado de la Javeriana, me decía que hubo un idioma que nunca tuvo malas palabras: el hebreo, que las había recibido de otro: el árabe.
Para mí todos los idiomas son castos. Claro está: nunca lo contradije. Eso hubiera sido un casi pecado. Además, no tenía sentido discutir con un judío acerca de la pureza del idioma de los hebreos, pueblo escogido por Jehová.
Mi mamá repite todo el tiempo que las palabras tienen poder. Tienen poder, sí, pero en diferente grado, porque como ya lo he antedicho la palabra malparido tiene menos fuerza desagradable que hijueputa.
Lo cierto es que con el uso de las palabras, las personas tratan de expresar la realidad, aunque a veces no alcanzan para manifestar los sentimientos. Por eso, ¿qué culpa tiene uno de que haya muchos malparidos por ahí?