El estado de cosas de esta población fronteriza en vecindad con una Venezuela con problemas sociales, muestra un municipio inmerso en un atraso descomunal, quizá recuperable o tal vez no. El hecho de que en los últimos lustros haya visto a la mayoría de sus alcaldes envueltos en líos con la ley ha contribuido a la descomposición urbana y social de la otrora “vitrina comercial de Colombia”. La subvención alimentaria y de combustibles venezolanos que no pagan impuestos también son factores de retroceso social, así se argumente que sin esos cuasi regalos “bolivarianos” estaríamos peor. Y no se trata de consideraciones morales sobre si alguien compra o no artículos de contrabando, pues en lo básico son actos de sobrevivencia.
Sin dudas, el contubernio entre la dirigencia municipal y dineros mal habidos o desviados hacia sus propios bolsillos sin que se invirtiesen en desarrollo social constituye una baraúnda política de malas intenciones. Por eso Maicao se encuentra en un marasmo sin igual y siempre igual, como rezaba el mote de una famosa cerveza. La suciedad e inseguridad, cada vez más crecientes, son terribles y para lo que parece no haber políticas que trasciendan varias administraciones. Basta mirar la cantidad de basuras en sus calles y parques; las cifras de muertes y delitos de otros tipos; los dinosaurios blancos construidos sin visión de ciudad o las vías que aparecen en Planeación Municipal como pavimentadas (existen los documentos que lo prueban), cuando la realidad es que siguen destapadas desde que este pueblo solo era un abrevadero de comerciantes.
La inoperancia municipal consuetudinaria se aprecia en la indolencia lúgubre de varias instalaciones vitales. Para empezar, al mercado público lo protege la Divina Providencia, ya que de otro modo debería ser mayor el número de enfermos por el pésimo estado de sus instalaciones y la ninguna asepsia con que se manejan allí los alimentos. El dinosaurio blanco del mercado público nuevo fue construido sin los debidos requisitos y por ello no ha habido manera de ponerlo a funcionar (se edificó próximo en donde por años funcionó el basurero municipal). La cuestionada terminal de transportes, erigida de forma antitécnica en una laguna natural desecada, cuando llueve seguido se inunda hasta casi dos metros sobre el nivel de la plataforma de los vehículos.
¡Ah, pero sus ejecutores están muertos de la risa porque los desaguisados cometidos prescribieron! El caos vehicular es de feria con atascos que parece tampoco resolverán los nuevos semáforos, pues ni han entrado en funciones y ya el vandalismo empezó a destruirlos. La falta de transporte colectivo en buses hace de Maicao una de las ciudades más caras del país en ese renglón. Sin embargo, la gente tiene la otra parte de responsabilidad en la permisividad política con unos funcionarios inferiores a las esperanzas puestas en ellos. Señalar que nadie tiene derecho a arrojar basuras a la calle o de atravesarse en una vía pública es pasar de bobo. Contrastar a Maicao en su atraso con el desarrollo palpitante de las ciudades de Antioquia, el Eje Cafetero o del Valle del Cauca, lleva a que algunos tragones profieran vindictas del tipo que si quien critica no siente cómodo donde vive, debe mudarse de ciudad y hasta de país y problema resuelto.
Algo hacemos mal los guajiros desde siempre y que ejecutan muy bien otros colombianos y no es porque esos otros no sean iguales de corruptos o más, pues Colombia está diseñada para que los ladrones sean presidentes o elegidos a las corporaciones públicas y a las altas cortes, por ejemplo. Existe una mezcla de personajes guajiros con poder político, pero inútiles invencibles para pensar un departamento y ciudades de progreso; actúan en connivencia con una ciudadanía alcahueta por la baja autoestima de que uno y otros adolecen.