¿Magnicidio, arma política aceleradora de cambios?

¿Magnicidio, arma política aceleradora de cambios?

"Nunca el terrorismo ni el atentado personal han sido el camino para obtener el quiebre en los destinos de una nación"

Por: Rodolfo Antonio Leal Salcedo
julio 06, 2021
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¿Magnicidio, arma política aceleradora de cambios?
Foto: Pixabay

El 4 de noviembre de 1925, desde un hotel ubicado enfrente del Palacio Chigi, Tito Zaniboni trató de asesinar a Benito Mussolini. Él era un veterano condecorado de la Gran Guerra que, asqueado por las atrocidades del fascismo, ideó su empresa. Se alojó en el hotel provisto de una carabina, esperando que su objetivo se asomara al balcón del palacio, desde donde debía dirigir unas palabras a los veteranos y mutilados de guerra. Tito tenía fama de excelente tirador, pero lo detuvieron en la habitación sin siquiera tener listo su fusil. La policía le seguía los pasos y sabía, gracias a un soplón, de la trama criminal.

El cuerpo policial y un minúsculo círculo de altos cargos del partido fascista estaban enterados desde mucho antes, pero lo dejaron correr porque los miembros más radicales del grupo coqueteaban con la eliminación física del máximo líder y jefe de gobierno. No obstante, el director del cuerpo policíaco prefirió arrestar a Zaniboni antes de consumarse el delito.

Dieciséis meses antes, los fascistas mataron al diputado de la oposición y militante del partido socialista Giacomo Matteotti. Siempre se dijo que dicho crimen contó con el conocimiento y beneplácito del Duce. Lo secuestraron en el intenso verano romano. Lo torturaron. Desaparecieron su cadáver. Su cuerpo salió de la tierra dos meses después, cuando la búsqueda había sido suspendida, gracias a esas casualidades del cosmos. Cualquier parecido con el país suramericano nuestro, como dicen los cineastas, es verdad.

La muerte de Matteotti fue repudiada en Italia. Hubo condena de la prensa. Marchas populares. Huelgas sindicales. Todas las luminarias se enfocaban en la sede del gobierno y su cabeza. Mussolini tambaleaba. Oposición, ciudadanía y empresarios en su mayoría, apostaban a ver cuántos días  le quedaban al frente del ejecutivo donde apenas iba a completar dos años.

En líneas generales, esos fueron los acontecimientos, narrados con maestría, en un estilo novelesco, por el profesor Antonio Scurati en el segundo tomo de su monumental biografía de Mussolini, de reciente aparición, titulado M. El hombre de la providencia.

¿Cuáles fueron las consecuencias del primer intento de asesinato a Mussolini? Devastadoras. Benito se afianzó en el poder. El caso Matteotti se olvidó. Los empresarios cerraron filas en apoyo al gobierno. Los ciudadanos rechazaron el atentado. Benito, que ayer se caía, hoy se atornillaba al poder. Permanecería dieciocho años más. Y desaparecería de este mundo, en circunstancias trágicas, veinte años después.

El intento de magnicidio contra el presidente Duque corrobora las lecciones de la historia. De ser cierta lo del ELN, el hecho no pudo ser más torpe. No porque fallara. Ni más faltaba. Más bien por las secuelas en perspectiva para una transformación real del Estado con la previa derrota del sector político dominante. Nunca el terrorismo ni el atentado personal han sido el camino para obtener el quiebre en los destinos de una nación. El punto de inflexión ya se cocina en el país y la élite gobernante, en aparente paradoja, recibe el acto contra Duque con beneplácito, a la chita callando, por ser un respiro en su desprestigio, caída sin freno y la posibilidad de revertir su derrota inexorable el próximo año.

Es hora de que por fin las fuerzas civilistas en búsqueda del progreso y una patria menos desigual, más próspera y humana, derroten no solo el apego enfermizo al poder, rayano en la ninfomanía, de la casta de siempre, sino también las atrocidades y estupideces de una insurgencia ciega, en desprestigio total. El agua de buena parte del establecimiento es la violencia. Allí nadan a sus anchas. La necesitan. La promueven. Sus orígenes recaen en sus hombros sin asomo de duda. Pero si la izquierda civilista y las fuerzas progresistas no repudian con contundencia todos los actos bárbaros de una guerrilla anclada en un pasado insepulto, las ilusiones por materializar un rumbo diferente se hundirán por siempre y volveremos a la frustración paralizante y desesperante.

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