Ese señor lleva ya once días durmiendo en las escaleras de acceso a la comisaría, acurrucadito en su cuerpo, abrazando sus tobillos, el caso parece que no tiene solución y así va a quedar por meses. En primera instancia lo dejaron libre, lógico si no ha cometido ningún crimen y solo quería conocer su propia verdad, y el tipo se empeñaba en dormir en aquellas escaleras, dando una penosa y triste imagen de la institución. Después lo tuvieron retenido, bajo rejas y sin cargos, si es que parece que no ha matado ni a una mosca, y es fácil de entender que no causó problemas. Sólo pedía repetir sopa, siempre quería un segundo plato, e hizo amistad con uno que otro recluso. Y ya lleva nueve días desde que salió libre y pasa toda la jornada sentado en la salita de recepción en espera de que le den respuesta a sus dudas, ya se sabe el nombre de todos los agentes de policía, de todos, y dice que extraña la sopa y pregunta si le darán sopa. No le dan sopa, entendible y razonable, la sopa es solo para los presos, no a todo el que pide se le puede dar sopa, ¡no confundamos la policía con los hogares de caridad!, y ya le han prohibido el acceso a los servicios, por razones meramente higiénicas. Ahora se ve desaliñado, el pelo alborotado, barba de varios días y con la ropa manchada y demasiado arrugada, pero el primer día parecía un lord inglés, tal cual, todo un Sir, como los que se ven en las películas, recién peinado, recién afeitado, y oliendo agradable, hasta con chaleco brillante en la parte de atrás y abotonado hasta su penúltimo botón, no el último, que queda libre, como mandan los cánones de la elegancia. Ese día le dijo al inspector de turno que no sabe quién es, que desconoce qué hace en el mundo, y que si por favor pueden averiguarlo. En eso llevan trabajando día y día, sin parar, y lo único que saben de él, de momento, es que es varón, raza blanca, uno ochenta de estatura y tiene entre treinta y cuarenta años de edad, suponen. Ah, ..., y presumen que no es humorista argentino, ya que parece que le gusta la sopa.
A Mafalda no le gusta la sopa
"Ese señor lleva ya once días durmiendo en las escaleras de acceso a la comisaría, acurrucadito en su cuerpo, abrazando sus tobillos", microcuento de Manuel Mejía G.