Veinte días de paro, veinte días de arengas, de sol, de caminatas, de indignación. Veinte días de esperar una solución que les permita a los docentes colombianos sentir que su labor es apreciada y que su quehacer del día a día es tan importante como el de los demás profesionales del sector público, cuyo salario está muy por encima del suyo. De hecho, lo ideal sería sentir que es tan significativa como la de cualquier maestro en el mundo.
Y, como se ha dicho hasta el cansancio, no se trata solo del aspecto salarial; qué bonito sería sentir que la salud del maestro le interesa en alguna medida al estado, pero, a cambio de eso, le brinda un servicio con infinidad de deficiencias, con una capacidad de atención inferior a la cantidad de usuarios que tiene suscritos, sin medicamentos ni especialistas, donde nunca hay agenda para atender la demanda de los maestros y lo más importante, de sus familias, que es por lo que finalmente cada ser humano lucha.
Tan ignorados y poco importantes son los maestros para el estado que sin tener en cuenta que hay sobrecupo en las aulas (lo cual va en detrimento de la calidad educativa), se jacta de estar implementando una jornada única, sin infraestructura ni alimentación adecuada y suficiente, para acabar con la cada vez más escasa salud mental de los docentes y por el mismo sueldito (el diminutivo es literal). Todo por esa bendita costumbre de los altos cargos de mostrar lo que no es, por la pelea infantil con los predecesores y los posibles sucesores; porque a algún jefe de campaña le dio por poner la palabra “Educación” como emblema de la presidencia, pero no le explicó al ejecutivo que antes de comprometerse con algún proyecto hay que pensar en la manera de llevarlo a cabo y para eso se requiere dinero, que es justamente lo que, según el gobierno, no hay (este solo aparece para aumentar el salario de los congresistas).
Quizás para pagarle a los medios de comunicación por esconder lo que sucede sí haya algo de platica; de lo contrario, ¿cómo se explica ese silencio que más que cómplice es corrupto frente a la cantidad de manifestaciones de protesta contra las políticas educativas a nivel nacional y especialmente en Bogotá? Qué curioso que ante la muerte del cantante de moda hubiera tres días de despliegue de medios siguiendo paso a paso la carroza fúnebre y entrevistas a cuanto cristiano haya tenido la fortuna de cruzarse con él a lo largo de su vida, pero una movilización de cientos de miles de maestros merezca un informe de menos de 20 segundos, en el que la queja es el traumatismo en el tráfico o la señora que tuvo sus hijos pero no sabe qué hacer con ellos en la casa (por cierto, ojalá alguien se los críe en vacaciones también).
Así está la situación de los docentes: ignorados y subvalorados, tomándole foto a cuanta cosa hacen y ahora pagando hasta vídeo para demostrar que trabajan, suplicándole a los economistas, que poco y nada saben de educación, que les concedan lo que a todas luces es justo y tratando de enseñarle a las nuevas generaciones que estudiar es el camino al progreso aún cuando su situación no sea precisamente el ejemplo de lo rentable que resulta invertir en este campo.
