Bien lo habrán notado, quienes con juicio y de manera razonable analizan lo que está pasando en el país, que Colombia entre más días pasan, con mayor rapidez se desliza al desolladero sin la mínima ilusión de que cese la horrible noche por más optimistas que seamos algunos. Es por ello, y por causas múltiples ya conocidas, que al pueblo no le ha quedado de otra alternativa que invocar la protesta social, y los maestros de Colombia no son ajenos a tan espeluznante situación y tienen una obligación moral con el pueblo de abanderar estas causas pues no es desconocido que para el 2021 si alguien también pagará los platos rotos por lo acontecido y por lo que está por acaecer es el sector educativo.
Las razones del paro del próximo 20 y 21 entre otras son: por la vida (la cual a pesar de ser un derecho fundamental, es titubeante en Colombia solo basta con recordar que en lo corrido del año llevamos casi 70 masacres muchas de ellas con la mirada complaciente del gobierno); por la democracia (de la cual también nos están despojando, vivimos en una dictadura travestida donde la concentración del poder la tiene Duque ya que cuenta con todos los órganos de control e investigación en la solapa de su saco); por la salud (la cual nunca se nos ha garantizado en el país así como tampoco se ha contado con un servicio de salud medianamente digno); por la paz (otra que también el partido de gobierno y sus seguidores han hecho trisas, vulnerando con ello todo lo pactado en la habana y promoviendo un modelo de muerte); por la justicia social (¿justicia?, ya sabemos donde reposa la justicia), por el Estado social de derecho (el cual debería estar basado en principios y valores como la vida, prevalencia del interés general sobre el particular, solidaridad, protección de las riquezas culturales y naturales, dignidad humana y participación ciudadana, pero en la actualidad todo ello son cantos de sirena), por el cumplimiento de los acuerdos (todos sabemos que el gobierno y el Ministerio de Educación Nacional tiraron los acuerdos firmados con Fecode por el retrete y hoy por hoy se burla de las comunidades educativas), por el rechazo a la represión de la protesta social (basta recordar lo sucedido en la masacre perpetrada en Bogotá el pasado 10 de septiembre para concluir que el gobierno odia a quien piensa y opina diferente); por el cese de asesinatos a líderes sociales (cada día aumentan las cifras y nos ubica en uno de los sitiales más deshonrosos del mundo en este aspecto), por el respaldo al pliego nacional de emergencia y la reactivación de la negociación del pliego radicado por el comité nacional de paro (el coronavirus de una u otra forma le dio alas al gobierno para seguirle tomando del pelo a dicho petitorio).
Como ya lo mencioné, para la educación pública el armagedón político, estructural y económico apenas está por comenzar y no precisamente por el COVID-19 o por las cacaraqueadas alternancia y desobediencia civil, basta con mencionar algunos proyectos de ley que cursan en el congreso de la república, los cuales son profundamente regicidas, prueba de lo anterior es el proyecto 277, por medio del cual pretenden reformar la Ley General de Educación y acabar el preescolar en Colombia, se encuentra el 010 con el cual se destroza aún más el sistema de salud y se fortalecen los carteles mafiosos en lo que se han convertido las EPS por décadas y con el cual se busca liquidar de una buena vez los regímenes especiales de salud y no menos bárbaro, el proyecto de ley por medio del cual se legaliza la educación en casa, el cual condena a que miles de maestros queden cesantes ya que se abren las posibilidades de que sean los mismos padres quienes asuman con pedagogías quizás intuitivas la formación académica de sus hijos, distanciándolos de las instituciones educativas públicas y abriendo las puertas a que instituciones oportunistas incluso extranjeras sean las que supervisen tremendo adefesio de propuesta.
Es por lo anterior y muchísimo más, que atemperados al artículo 37 de la constitución política que permite la protesta social, se dio el toque a las campanas como en somatén y se ha convocado a todos los maestros de la enseñanza pública del país a confrontar ideológicamente en las calles a los maleantes de cuello blanco de Colombia por el anaquel de atropellos cometidos contra el pueblo en general durante la pandemia y para defender la educación pública de sus enemigos. De no ser así, en un futuro no muy lejano no existirá educación pública y mucho menos derechos que defender.