"Solo una persona cultivada en y por la cultura pedagógica puede llegar a desarrollar esa actitud del espíritu que permite distinguir a un pedagogo entre mil profesionales: el estilo pedagógico. El estilo pedagógico es el aire de distinción de un pedagogo" — Rafael Ávila Penagos
En su texto “Fundamentos de Pedagogía: hacia una comprensión del saber pedagógico”, el maestro Rafael Ávila Penagos, presenta una visión clara de lo que significa ser maestro en una sociedad mercantilizada e invisibilizadora de la persona humana a través de 25 tesis. Estas tesis recogen lo que debería servir de catalizador para transformar la visión y el quehacer del mismo maestro o quien se forme en estas lides.
Hoy, el grueso de la sociedad, considera de segunda o última categoría la profesión del maestro. “El maestro siempre hace paros”, “el maestro siempre está inconforme”, “el maestro no trabaja y tiene dos vacaciones al año”, “el maestro se gana el dinero fácilmente”, en fin, un sinnúmero de percepciones que desacreditan esta noble profesión y función social, y que no permiten que haya una valoración dignificadora de esta persona. Pareciera que la sociedad no valorara ni creyera en sus maestros como forjadores de una sociedad crítica y nueva. También, pareciera que esa misma sociedad mirara como a una caterva de ineptos a los docentes y no de unos profesionales que se prepararon como cualquier otro profesional.
Sin embargo, es bueno señalar que, como en toda profesión, hay advenedizos que desacreditan la labor docente. Eso no se puede negar ni ocultar. No obstante, el Ser-Maestro, es una dignidad que debería llevarse sin doblez y con altura. Entendiendo, en primera instancia, la dignidad como “excelencia, grandeza” o como el valor inherente que posee el ser humano “por el simple hecho de serlo, en cuanto ser racional, dotado de libertad y cualidad consustancial al ser humano”. Y, en segunda instancia, agregándole a ese significado, lo que el maestro José María Barrio Maestre define como el “obrar de la persona” que con su “ser-persona”; no depende de lo que es, sino de lo que hace y en concreto de lo que hace en sentido moral.
Entonces, solo reflexionaré de la primera tesis del maestro Ávila Penagos, la cual reza así: “Para ejercer el magisterio, con idoneidad e inteligencia, es preciso cumplir con un conjunto de condiciones socio-culturales” ¿Cuáles son estas condiciones socio-culturales requeridas como condición “sine qua non” para ejercer de maestro o pedagogo en una sociedad capitalista y excluyente?
La respuesta simple y compleja, a la vez, no es más que asumir la profesión como una opción analizada y reflexionada sobre la base de vivir como un ser humano digno de la función social desempeñada y de la misma profesión escogida. No debe ser una “improvisación”, sino una decisión sesuda y craneada con sus consecuencias profesionales acordes a la características individuales; puesto que, de aquí en adelante lo que viene es la trascendencia del Ser-Maestro y del Ser-Profesional de la educación. Una identidad profesional específica como se le llama.
Por otra parte, escoger la profesión docente es decidirse por una identidad profesional; saber que se pertenece a un grupo social y poseer una imagen de sí mismo ante los demás. Esa identidad social reúne dos condiciones: la conciencia de pertenencia a un grupo específico y no a otro, y la carga emocional que conlleva la responsabilidad del Ser-Maestro; en otras palabras, sentirse bien con su quehacer.
Otra de las condiciones necesarias para ser docente idóneo, profesional y amante de su profesión es saber que la cualificación y perfeccionamiento es lenta y prolongada, puesto que se deben aprender los rudimentos para ejercer como maestro. Luego entonces, es el mismo maestro y no otro el principal artífice de su idoneidad y competencias. “Nadie nace pedagogo”, se hace pedagogo, como resultado de un entrenamiento prolongado en sus maneras de pensar, de sentir y de abordar los problemas de la educación”.
Por último, la condición de reafirmar y reivindicar la cultura pedagógica como la especificidad de la función magisterial, encargada por la sociedad, independiente del contexto socio-económico, daría unos insumos para consolidar una cultura bien específica del maestro. Es decir, la cultura pedagógica como un sistema discursivo complejo desde lo teórico y lo político sobre el ser humano y sus condiciones de existencia, “relacionadas con representaciones, valoraciones, actitudes y disposiciones requeridas para que se pueda ejercer, con idoneidad e inteligencia, su práctica profesional, en contextos específicos”, no puede escapar a los contextos de lucha por sus ideales, ni a las discusiones propias de su época. Cultura pedagógica que “debe estar en permanente construcción y reconstrucción, en escenarios de interlocución crítica, orientados y regidos por los principios de argumentación y documentación, propios del ámbito académico”.
Corresponde a la sabiduría propia de los pedagogos,…”interpretar los signos de la época, y discernir entre múltiples lecturas del mundo, aquellas que considere pertinentes para suscitar y desarrollar la cultura pedagógica”.