Soy maestra por vocación y convicción. 27 años en esta hermosa profesión que en más de una oportunidad me ha arrancado lágrimas pero también me ha retribuido con sonrisas, esas sonrisas de generaciones de niños y niñas que han enriquecido mi saber pedagógico. Y hoy me encuentro en paro, sí ese paro que a tantos les ofende y les indigna ese que me lleva a todos los días dar una respuesta de porque decidí parar y apoyar la franca lucha del magisterio colombiano, ese que me hace aunque no lo crea sentir un profundo dolor de ver la lucha de miles de compañeros que al igual que yo aman esta profesión, maestros que trabajan con las uñas, con las sobras que la economía de este país le deja a la educación, con un miserable servicio de salud, un salario indigno que comparado con otros profesionales estatales está muy por debajo de esa justa nivelación salarial de la que tanto hablan los medios. Ese maestro que tiene que hacer mil maniobras para mejorar su salario, ese maestro que paga para que a través de un video le evalúen el trabajo diario, su lucha diaria, ese maestro que después de llegar a un salario no tiene opción de mejorarlo porque hasta ahí llega su escalafón así sume tiempo de trabajo y títulos.
Y entonces ese 11 de mayo a pesar de lo que significaba dije si al paro, sin dudarlo, sin titubear, sin miedo, y me mantendré ahí hasta que este país sepa que existimos, que estamos mal, que la educación y la salud se están convirtiendo en sinónimos de miseria, porque sabía que si me quedaba en el aula no tendría explicación ni respuesta a la pregunta más contundente, ¿Por qué no apoya el paro de maestros? Ahí mis argumentos perderían cualquier valor, ahí estaría enseñando “conformismo” y esa palabra es sencillamente aniquiladora en la mente de cualquier niño o niña.
Y la lucha continúa y seguirá en un país donde la balanza está mal equilibrada, donde el que protesta por los derechos propios y ajenos se convierte en objeto de señalamientos, burlas, ofensas y críticas. Porque cuando regrese al aula lo haré con la frente en alto, tal vez con la desazón que me ha acompañado todos estos días de paro, porque dependemos de un gobierno que se niega a reconocernos y a retribuir la profesión más hermosa que existe la de ser MAESTRO, pero regresare con la labor cumplida porque “el maestro en las calles también está educando”, porque a lo largo de todos estos años perdí el miedo al enemigo más cercano a mi profesión EL GOBIERNO, ese ya no me asusta ese ya no me paraliza.