Tras convertirse en el país con el mayor número de contagiados del coronavirus en el mundo (con 124.665 casos y con más de 2191 muertos), superando a China (donde se inició el foco de infección), Estados Unidos afronta una de las peores crisis sanitarias y económicas de su historia.
Donald Trump al ver su legado y reelección amenazados, junto con la justicia federal, ordenó la captura del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, bajo los cargos de delitos por narcotráfico, y a la vez, anunció una millonaria recompensa por su detención: USD 15 millones.
Esta es una maniobra oscura y populista, que a leguas se observa que es con fines electorales de la campaña de reelección de Trump y que, desde luego, tiene el fin de desviar la atención sobre la crisis económica que enfrenta el imperio como consecuencia de la expansión del coronavirus.
Una orden de captura que desata un escándalo político mediático en América Latina y que tiene fuertes incidencias en la colonia latinoamericana en Estados Unidos, una movida política que ponen a rodar los republicanos, después del triunfo del candidato demócrata Joe Biden (el virtual rival de Trump en la carrera por la Casa Blanca) en el Estado de la Florida.
Además, la orden de captura de Maduro ocurre en el contexto de la crisis económica global que se ha desatado por el desplome de los precios del petróleo, la quiebra de las empresas petroleras estadounidenses y la caída de las principales bolsas de valores del mundo. Tres acontecimientos que se constituyen en serias amenazas para el legado y reelección de Trump.
Una jugada política perversa del gobierno de Trump, de los círculos evangelistas sionistas del partido republicano y del sector de los cubanoamericanos que lidera el senador Marco Rubio, para tapar los embrollos de la crisis económica. Uno de los sectores económicos más golpeado es la industria petrolera, aliada del gobierno y clave en su reelección, dado que es un sector que está entre los grandes perdedores con la caída de los precios del crudo. En virtud de que, su éxito dependían del fracking y para ser rentables se requiere de un precio del barril de petróleo por encima de los USD 60 dólares.
De allí que como consecuencia del desplome del precio del crudo varias de estas empresas han caído en bancarrota y miles de estadounidenses se han quedo sin empleos. En los últimos cinco años, 192 empresas productoras de petróleo y gas estadounidenses se han declarado en bancarrota.
El lunes 16 de marzo, cuando se desplomaron las principales bolsas de valores del mundo, la Occidental Petroleum, una de las petrolera más grande de Estados Unidos, vio caer sus acciones y obligada reducir su dividendo en un 90% y a recortar sus gastos de capitales. Ese mismo día, el indicador Dow Jones cayó un 12,9 %, la mayor caída diaria en las últimas tres décadas, el segundo mayor desplome en sus 124 años de operaciones y acumuló pérdidas que borraron todo lo ganado desde que Trump llegó a la Casa Blanca.
Indudablemente que la crisis económica amenaza con acabar con el legado de Trump hasta el punto que la Reserva Federal tuvo que salir a comprar bonos del Tesoro por más de USD 75.000 millones y comprar activos por USD 700.000 millones para garantizar la liquidez en el mercado.
El Senado aprobó un plan de rescate de USD 2,2 billones, el más grande en la historia reciente para afrontar la crisis y las peticiones de ayuda de 3.3 millones de desempleados. Ese orden de idea desatar un escándalo sobre la orden de captura del presidente Maduro, uno de los aliados de China y Rusia, en América Latina, significa un bálsamo para Trump, con el cual busca ganar réditos entre los votantes latinos. He sido crítico del régimen de Maduro, pero todo hace parte de una estrategia y un montaje del todo vale al mejor estilo del Tío Sam, la cual amerita un rechazo enérgico.