La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.
Albert Camus
Parte de la importancia de pensar distinto es que se llega al equilibrio; a que, en términos políticos, se ejerce la democracia. Una vez les toca el poder a los unos y otra a los otros. Pero cuando un gobierno castiga a su población si no piensa como él; si sesga y limita a la ciudadanía a escuchar solo el discurso oficialista y —lo peor de todo— viola los derechos humanos y los fundamentales, pero además quiere intimidar a punta de alaridos cobardes como capataz de vereda, un país está ante un patán que a costa de lo que sea quiere plata y poder, no el bien de su población.
Por supuesto que estoy hablando de Nicolás Maduro, porque su compañero de fórmula Diosdado Cabello ya superó esa etapa hace rato y no públicamente, aunque por estos días anda, como los lobos, pelando el diente… o los colmillos, para ser más precisos.
Estoy lejos de ser una analista internacional, pero solo hace falta tener sentido común y principios para mirar con compasión a Venezuela y pensar que no ha podido tener mayor desgracia que haber caído en manos de semejantes bellezas. En Colombia tenemos a unos connotados representantes, como Piedad Córdoba, seguida por Gustavo Petro, Gloria Cuartas y un poco más soterradamente por Iván Cepeda, Ernesto Samper y otros cuántos más que se irán dejando ver con el transcurrir de los días.
Como reconozco que estoy escribiendo con el hígado, y pienso que el gobierno bolivariano no es otra cosa que una burda dictadura, quise aterrizar mi indignación y opinión de parroquiana del común con una experta, y consulté a la internacionalista Arlene Tickner (Ph.D. en Estudios Internacionales de University of Miami,M.A. en Estudios Latinoamericanos de Georgetown University, Pregrado en Artes Liberales de Middlebury College y renombrada docente de la Universidad de Los Andes), sin duda un punto de vista mucho más objetivo y fundamentado en el conocimiento que el mío.
Mientras yo digo que el gobierno Maduro no es otra cosa que una dictadura, ella no está de acuerdo, pero cree que los resultados de estas elecciones lo determinarán. “Lo que parece estar sucediendo es que el país va a transitar hacia el autoritarismo puro; esto quiere decir que ha habido un deterioro muy marcado desde las manifestaciones del año pasado y la intensificación de las violaciones de los derechos civiles y de la constitución, y llegarán a su pico porque lo que está haciendo el chavismo hoy es para impedir que la oposición gane, lo que es muy difícil”, asevera Tickner. Pues es una dictadura y ojalá gane la oposición y por amplia mayoría, como conviene, porque de lo contrario a los venezolanos les esperan negras décadas con ese par de mamertos narcotraficantes y delincuentes que los gobiernan.
Aunque el robo de elecciones
no pasará en términos físicos,
sí se alteran los resultados a través de la intimidación
con el autoritarismo electoral y la monopolización de los medios
Aunque nuestra experta opina que el robo de elecciones no es propiamente lo que va a pasar en términos físicos, sí se alteran los resultados a través de la intimidación con el autoritarismo electoral y la monopolización de los medios que han aumentado. La amenaza de la toma de las calles es el discurso para dejar todo en las manos del pueblo e incentivar la violencia a través de los 150.000 hombres de las milicias armadas por el chavismo “para defender la patria”, que no es otra cosa que defender el botín.
Venezuela no es un país violento, pese a toda la inseguridad y el hampa que anda suelta y que se ha tomado hasta las carreteras intermunicipales, recordando nuestras viejas épocas en Colombia con la guerrilla cuando viajar por tierra era todo un riesgo. Como dije, pese a ese panorama, todavía no nos alcanzan en los niveles de violencia y amenazas que inclusive vimos en nuestras más recientes elecciones. Esto hace presumir que en el vecino país no correrán los ríos de sangre que muchos anuncian.
Hoy el país de los chamos está en la mira de la comunidad internacional antes impensable como la europea y, obvio, la norteamericana, pero además la de sus propios amigos que —como Chile por su historia de violación a los derechos humanos— se ha visto en la necesidad de pronunciarse con alertas sobre Venezuela.
De todas maneras hay lealtad con el proyecto bolivariano y Colombia la tiene difícil por estar en la frontera. Los demás van a tomar posición de apoyo o silencio.
Los escenarios de Arlene Tickner conducen a dos opciones: el triunfo de la oposición reconocido por Nicolás Maduro que lo llevará a reducir al mínimo el poder de la asamblea para sancionar todo por decreto, y la otra es la toma del poder por parte de los militares para llegar a la materialización de la división de éstos, abriendo una posibilidad de golpe de estado desde el seno del militarismo mismo, de los llamados nacionalistas.
Definitivamente, mi aspiración personal para nuestros hermanos venezolanos es que se materialice la mejor representación gráfica que hizo el caricaturista Matador por estos días a propósito del triunfo de Macri en Argentina y que demuestra el abismo en el que está cayendo la izquierda latinoamericana por la demostración de sus serias limitaciones en cuanto a sus promesas iniciales y sus proyectos políticos y sociales.
No más mamertismo corrupto, pero tampoco más gobiernos tradicionales igualmente corruptos y causantes del nacimiento del primero en mención. Hay que buscar nuevas opciones políticas y renovar a esos viejos políticos con viejas mañas que nos tienen en esta tremenda crisis de valores.
¡Hasta el próximo miércoles!
