En medio de un cinismo explicable, el gobierno gansteril de Nicolás Maduro anuncia su intención de reanudar los diálogos con la oposición. Lo que Maduro y la camarilla de pícaros que lo rodea no parecen entender es que ya no son un poder legítimo en Venezuela: el presidente electo se llama Edmundo González Urrutia. El que en una negociación Maduro trate de justificar la burda desaparición de más de 4 millones de votos a favor de González no altera en nada el hecho que el pasado 28 de julio se celebraron en Venezuela unas elecciones en las que el ganador fue González Urrutia. La aplastante derrota del chavismo es el único escenario posible y aceptable tanto para el pueblo venezolano como para las democracias del mundo. Lo único, repito, lo único que se puede poner encima de una mesa de negociación es la fecha y hora de salida de Nicolás Maduro del Palacio de Miraflores. ¡No hay absolutamente nada diferente que se pueda negociar!
Maduro y sus secuaces, mientras se atornillan definitivamente al poder, quieren desviar la atención y con la excusa del Tribunal pretenden montar la farsa de la negociación
Hoy Maduro pretende, con Lula, AMLO y Petro como validadores, de dilatar y borrar su derrota por medio de una posible intervención de una entidad independiente que sería la Corte Suprema de Justicia de Venezuela. Lo que el mundo tiene que entender es que independiente, dicho Tribunal no tiene un pelo. Al igual que el Consejo Nacional Electoral de Venezuela, la totalidad de la justicia en Venezuela es un ápendice del chavismo. Pero Maduro y sus secuaces, mientras se atornillan definitivamente al poder, quieren desviar la atención y con la excusa del Tribunal pretenden montar la farsa de la negociación. Habrá unos imbéciles, entre ellos los presidentes zurdos de Bolivia y Honduras, que les llame poderosamente un diálogo con el régimen gansteril que pueda legitimar a Maduro y los gánsters. Sería un error de dimensiones incalculables caer en una nueva trampa. Los chavistas no representan al pueblo venezolano y por lo tanto gobiernos como el de Brasil, México, Colombia y EE. UU. deben aceptar un único es la fecha y hora de salida del poder de los chavistas. Cualquier otro tema u otra negociación sencillamente sería el legitimar una recua de gánsters. En el pasado el equipo de Maduro, y así hay que reconocerlo, les ha dado siete vueltas a los negociadores. Los chavistas nunca entregaron nada a cambio aparte de vagas promesas de cambio. Como contraprestación a las vagas promesas, de la contraparte Maduro y su recua de gánsters recibieron decenas de concesiones. Lamentablemente buena parte de la culpa de lo ocurrido en Venezuela es del gobierno de Biden, y la ingenuidad de los países que acompañaron a EE. UU. en unas negociaciones que se adelantaron hace varios años. El Departamento de Estado tuvo como negociador a a Juan González, un inexperimentado e ingenuo sujeto de origen colombiano, que cedió a prácticamente todas las exigencias de los chavistas, incluyendo en la devolución de los tres hijastros narcotraficantes de Maduro; del delincuente Alex Saab; y al levantamiento de buena parte de las sanciones que pesaban sobre Venezuela.
El otro gran culpable de la debacle en Venezuela es un oscuro personaje de nombre José Luis Rodríguez Zapatero. La periodista Karina Sainz Borgo, en un artículo en el ABC, lo retrata con presición: “La izquierda dogmática nos cava unas fosas a los venezolanos cada vez que avala o calla… Zapatero quiere la paz, pero en lo cementerios. A eso ha viajado tantas veces a Venezuela: a hecer de maquillador, a practicar el estilismo funerario y travestir las tropelías con eufemismos”.