No soy madurista. Ya lo he dicho en esta columna en otras ocasiones. Hoy lo repito. Pero también digo claro que no estoy con los golpistas. Ni con los de aquí, ni con los de allá, ni con los de acullá.
Jamás he podido concederle a Maduro el más mínimo crédito cómo político y estadista. El desastre de su experiencia frente al gobierno Venezolano me ratifica la sospecha que siempre he tenido respecto de que en su discreta gestión como canciller de Chávez tuvo que haber alguien “llevándole la mano” para hacer la plana. Alguno de esos veteranos políticos venezolanos aliados de Chávez en un principio, que abandonaron luego el barco, tuvo que servirle de padrino al inexperto diplomático para que pudiera sacar adelante una delicada representación de su país cuando Chávez imponía ese estilo campechano, lleno de pachotadas y chanzas pachunas por donde quiera que anduvo. Pero Maduro lo hizo. Hay que reconocerlo.
Uno entonces no se explica cómo, ya como presidente, no haya podido acertar una sola vez en el blanco. El tipo es de verdad un festival de desaciertos. Más allá de los chistes de su discurso cantinflesco, sus gestos deslucidos de gobierno, su falta de tino en las relaciones, la arrogancia de su poder, hay un Maduro como político y como gobernante que honra en verdad toda la burla y la maledicencia que medio mundo le hace. Pobre hombre. Ya sin Chávez, y sin su supuesto buen padrino, tuvo la desgracia de quedar secuestrado, y sin posibilidades de rescate, en manos del peligroso de Diosdado Cabello, un militar de medio pelo, al que nunca se le ha visto una salida mínimamente digna, y en quien parece tener Maduro al único asesor con el que cuenta. Porque todos los demás, o se fueron, o son también un desastre.
Como se dice por ahí, Maduro y su gente ha dado demasiada “papaya”. Tenían que saber que con Bush, con Obama, o con el delincuente de Trump, Estados Unidos iba a estar siempre allí respirándoles en la oreja, como la muerte. Esperando la oportunidad para dar el zarpazo. Había que armar un escudo político y económico serio que permitiera el juego de distintas respuestas. Pero no. Nunca hubo un gesto estratégico. Nunca hemos visto una manera inteligente de tratar con esa mafia de cuidado que son todos los gobiernos norteamericanos. Teniendo como tenían el mejor de los argumentos para ponerlos a comer de la mano: el petróleo. Solo han podido defenderse con la bravuconada y el insulto insulso y una política exterior de badulaques. Y una muy desafortunada concepción de la democracia hacia adentro, destruyendo poco a poco la fisonomía de una revolución llena de razones y petróleo, y con ello el respaldo de mucha de la gente que apoyaba ese gobierno.
La destrucción del aparato productivo, la corrupción a todos los niveles
y la trapisonda electoral que ha enrarecido los triunfos electorales del chavismo
han ido cerrando los caminos e invisibilizando los logros sociales y culturales
La destrucción del aparato productivo, la corrupción a todos los niveles y la trapisonda electoral que ha enrarecido los triunfos electorales del chavismo (o como se llame ya lo que queda) son factores que han ido cerrando los caminos y han ido opacando e invisibilizando muchísimos logros sociales y culturales que el régimen alcanzó en todo este tiempo. Yo no veo ya en verdad posibilidad de enmienda.
Se salvaron de milagro del F23. La suerte y una opinión mundial dividida aguantó el plan de intervención violenta de los sicarios norteamericanos dirigidos por Eliott Abrams y secundados aquí en Colombia por los que sabemos. Lo de Guaidó como agente de la CIA es cada día más creíble. Con razón los dirigentes históricos de la oposición han estado (aparentemente) marginados de la cosa. De manera que este pendejo autoproclamado tampoco es la solución. Pero la arremetida sigue. El “cerco diplomático” de Duque; el bloqueo económico inmisericorde; la gran desinformación del dizque periodismo libre; la peligrosa división del pueblo venezolano y la existencia de un montón de armas en la calle; y ahora el saboteo eléctrico general, es muy posible que se lleven el país al carajo con una guerra civil que es mejor o imaginar.
Ahora solo queda esperar que en un acto de iluminación, poco probable, a Maduro y a Cabello y a la cúpula militar, se les dé por hacerse a un lado para propiciar una salida incruenta, la que sea, que permita conjurar un grave derramamiento de sangre, una hambruna generalizada, un éxodo mayor insospechado, y la destrucción total de las instituciones.
Ellos tienen que saber que, a estas alturas, salvados en primera instancia de una invasión militar que los capture o que los asesine, a ellos y a miles de venezolanos (remember Panamá), no son muchas las opciones que quedan teniendo una situación como la que enfrentan en estos momentos.
Pero que no abusen de su suerte. Antes de caer preso Trump es capaz de cometer una locura. ¡A él qué carajos le importa!