Dicen que Venezuela y Colombia son naciones hermanas. Y es cierto, tenemos el mismo padre, Bolívar, fuimos parte de un solo territorio La Gran Colombia, sufrimos juntas la opresión del colonizador español, compartimos por ello la misma lengua, que sería al decir de Caetano Veloso, la Matria; de manera que sí: somos familia y muy cercana.
Sin embargo, desde la separación de estas naciones siamesas, cada cual cogió su camino pero seguimos compartiendo cosas, en especial muchos males y unas pocas cosas buenas.
Compartimos, sin duda, la corrupción, la politiquería y la pobreza. Del petróleo nos quedaron unas goticas y eso parece haber incentivado una mayor producción industrial y agropecuaria en Colombia. El mar Caribe baña ambos países pero ha sido fuente de disputas por muchos años.
La guerrilla se la pasa en la frontera, de modo que la compartimos con todos sus males derivados: contrabando, narcotráfico, secuestro y extorsión. Aunque en Venezuela les va mejor a los jefes guerrilleros; aquí combaten y allá se refugian.
Desde la llegada de Chávez al poder, nuestros sistemas políticos van por vías distintas: la de allá el caudillismo de izquierda, la de aquí el caudillismo de derecha pero en todo caso gobiernos presidencialistas con poderes débiles que les hacen poco contrapeso.
Y ahora compartimos presidente, porque dicen que Nicolás Maduro nació en Cúcuta de madre colombiana. ¡Si seremos de malas…!
Porque bueno, si hubiera sido Chávez el compatriota, uno hasta se resigna. Es que a pesar de sus locuras y tentaciones totalitarias tenía talante de gran caudillo. Mucha gente estaría en Colombia honrada de ser coterránea de Hugo. Era simpático, caribeño a más no poder y con su carisma le ganaba respaldos en los sitios más insospechados, como Hollywood.
Pero, Maduro colombiano, ¡ay, Dios mío! Un bobo grandote que intenta desesperadamente parecerse a Hugo y que, como único expediente de legitimidad, ostenta el dedo conque el moribundo presidente lo decretó sucesor, es mucha desgracia. Solo falta que digan que el pajarito que le trina también es colombiano.
En honor a la verdad, él tampoco está muy feliz de haber nacido en Colombia. Niega en forma enfática que sea de aquí pero la oposición le recuerda su madrecita una y otra vez. Pobre mujer, debe estar revolcándose en la tumba cada que Nicolás la niega o Capriles la nombra.
Claro que si Pedro negó a Jesucristo para que no lo fueran a crucificar, ¿por qué no habría de negar Nicolás a su madre y a su patria para que no le quiten el poder? Ese poder ganado en las urnas o en el Tribunal Supremo Electoral, que tanto trabajo le costó conseguir, no lo va a soltar por una partida de nacimiento.
¿Por qué no le da una manita a su nuevo, reciente, mejor amigo, presidente Santos? Quítele la ciudadanía a Maduro y déjelo allá en Venezuela. Aquí ya tenemos suficientes males como para que nos caiga encima ese petardo.
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