'Madre' (2009): defender la inocencia/dignidad y no morir…

'Madre' (2009): defender la inocencia/dignidad y no morir…

Entre el drama y la comedia discurre el filme de Bong Joon-Ho, el cual narra la lucha de una mujer que busca probar que su hijo acusado de asesinato es inocente

Por: Luis Carlos Muñoz Sarmiento
febrero 24, 2023
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
'Madre' (2009): defender la inocencia/dignidad y no morir…

"El padre y el hijo son dos. La madre y el hijo son uno" —Lao Tse

"Una madre es una bahía en el naufragio" — José Lezama Lima

"Amamos a la madre casi sin saberlo; y tan solo percibimos toda la profundidad de las raíces de este amor en el momento de la última separación" — Guy de Maupassant

"El corazón de una madre es un abismo en el fondo del cual siempre encuentras un perdón" — Honoré de Balzar

"Quien quiere a su madre no puede ser malo" — Alfred de Musset

Desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, por vía del Cine-Club Al Filo del Tiempo, el cuarto y último ciclo sobre Directoras y Directores de ayer, hoy y siempre se acerca a su fin con Madeo (2009) o Madre, del surcoreano Bong Joon-Ho, obra que juega con los géneros: drama, comedia dramática, comedia negra, thriller policiaco, thriller psicológico, melodrama, sin que se pueda asegurar a cuál de ellos pertenece. Hecho que, dada la ambigüedad del enfoque y del tratamiento, conlleva por igual luces y sombras. Lo que sí no admite dudas ni ambivalencias es el papel jugado por la madre en relación con su hijo ‘retrasado’, término usado más con énfasis peyorativo y como objeto de burla social que con una actitud indiferente, mucho menos con ánimo de compasión o entendimiento, con lo cual una vez más recobra valor la lucha de clases como motor de la historia, de acuerdo con Marx (1). La historia de Aigoo y su hijo Do-Joon es la de la Madre Coraje que defiende su inocencia.

Entre el drama y la comedia negra afloran temas: el dolor de madre frente al joven con retraso y en problemas; la calidad de vida, entre la venta de hierbas y la práctica de la acupuntura; el golf como motivo de distinción entre empresarios, profesores y gente del común; la lucha y la rudeza frente a la belleza del sacrificio maternal; juegos del joven y el perro como símbolo de inocencia; la acusación de asesinato a un chivo expiatorio; la desesperación, fragilidad y humillación de una madre en su intento por aclarar una injusticia; el miedo a lo desconocido, la dignidad en riesgo de cara a la hostilidad/mezquindad del colectivo barrial; la poesía y la gracia enfrentadas a la sangre/sudor y lágrimas de una madre cuyo amor solo encuentra un símil, con diferencia de matices, en la Madre Coraje del dramaturgo alemán Bertholt Brecht. (2) Aquí un análisis valorativo de los elementos narrativos: el guión; figurativos: fotografía y expresión actoral; y rítmicos: montaje y música. Esto es, de modos fílmicos y óptica estética.   

Madre es un filme cíclico, esto es, el que abre como acaba y viceversa. Entonces, Aigoo aparece en un campo, camina y al llegar a cierto punto entra una música suave y ella baila. No hay por ahora motivos para lo que oscila entre gracia y melancolía. Ella y su hijo viven en un pueblo al sur de Corea del Sur. Mientras ella se ‘gana la vida’ con la venta de hierbas y el oficio milenario de la acupuntura, la práctica china/japonesa de poner agujas en el cuerpo para aliviar dolores, anestesiar ciertas zonas y curar diversos males, él, Yoon Do-Joon, sufre una discapacidad mental y pérdida de la memoria, por lo que para la vecindad no es más que un ‘retrasado’, con toda la carga peyorativa y el prejuicio que dicho término entraña. Hacia él, salvo la madre, nadie tiene afecto, compasión, mucho menos amor: casi todos los que se topan con él lo matonean sin reparo y lo van convirtiendo en el ‘asesino’ que ellos quieren, pero que no es: excepto para la ‘justicia’, para la ley (del más fuerte) y para la inepta policía. 

El primer brote de conflicto se da cuando mientras su madre corta hierba y Yoon juega con un perro, pasa un Mercedes por la calle y lo atropella. Él y su amigo Jin-Tae en un taxi persiguen a los responsables del hecho, hasta el club de golf, donde los atacan igual que a su vehículo al que le dañan un espejo. Como efecto, todos van a la comisaría a ‘conciliar’: voz que la policía usa hoy para igualar al potencial o real criminal y a su/sus víctima/s. Frente al juez, Yoon ataca a uno de los profesores por decirle ‘retrasado’. El conflicto se agudiza cuando se emborracha en el bar Manhattan y la dueña lo echa por coquetearle a su hija. Como no tiene dinero, da en parte de pago unas pelotas de golf robadas en el club y lo único que logra es un portazo en la cara. De vuelta a casa, ve a una chica sola, la sigue hasta un edificio desierto y le lanza piropos cargados de lascivia. De pronto, alguien le tira una piedra a sus pies y él huye. Al día siguiente, Moon Ah-Jung aparece muerta en la terraza de dicho edificio.

Aquí ya irrumpe la incompetencia/desidia de la policía, que en mucho tiempo no ha tenido que afrontar un caso de asesinato: entonces, en ayuda de su negligencia acude la figura del chivo expiatorio bajo el nombre de Yoon Do-Joon, por el hecho simple hecho de haber hallado una pelota de golf marcada con su nombre. Dado el acoso y la presión policial, acaba por firmar una confesión a todas luces sin justificación alguna. En igual medida, salvo que con un trasfondo ético en nada parecido al de la policía, irrumpe la voluntad de poder de una madre decidida a todo por demostrar la inocencia de su hijo. Aunque algo esconde entre ella y él de su pasado, luego de una fallida entrevista con el abogado Gong Suk-Ho va en procura de Jin-Tae, por quien debido a la violencia de su conducta y errático actuar siempre censuró su amistad con Yoon. Al estar la casa sola, luego de hurgar en un armario halla un palo de golf manchado con lo que ella cree sangre y que Jin-Tae robó a los que atropellaron a Yoon.     

Entonces, Aigoo acude a la comisaría y allí comprueba que lo que parecía sangre no es más que labial. Al conversar luego con Jin-Tae, este le asegura que no debe confiar en nadie, ni siquiera en él, para luego advertirle que el haber puesto a Moon Ah-Jung en lo alto del edificio no significa otra cosa que facilitarle la visión del cadáver al pueblo. Debido a que Yoon golpea a otro recluso por llamarle ‘retrasado’, su madre lo visita para saber qué pasó. En medio de la charla, y luego de practicar los ejercicios maternos de acupuntura que le permiten recordar sucesos ya perdidos en la memoria, Do-Joon recuerda que cuando tenía cinco años su madre quiso envenenarlo con un vino que contenía pesticida, para luego ella suicidarse. Lo hizo con el ánimo de mitigar al máximo el sufrimiento común, así que de paso busca su perdón y a cambio del daño causado le ofrece una sesión de acupuntura gratis para acabar del todo su pena; pero, lo único que logra es el rechazo y la decisión de no querer verla más.

Jin-Tae le recuerda a Aigoo que solo hay tres motivos para asesinar: dinero, pasión y venganza. ‘Piensa en ello’, le advierte a la madre de Yoon, quien según ella misma ‘es el chivo expiatorio perfecto para la policía’. Aigoo despide al abogado Gong por el casi nulo afán de ayudar a su hijo y, por contraste, acude a los compañeros de escuela de Moon, la chica asesinada, a quien aquellos apodan ‘La Chica del Arroz’ por su gusto por el cereal, por el licor del cereal y por los hombres ávidos de consumirlo para luego ir tras la mujer. Así sabe que mantenía relación con el ‘Loco JP’, recién fugado de un psiquiátrico; una vendedora de cámaras de fotos, no de rosas, le informa que Moon iba al negocio a retocar e imprimirlas, que padecía de frecuentes sangrados nasales, como le ocurrió en la propia tienda y se ve en el filme (3); en fin, una amiga le cuenta que Moon modificó su celular para poder sacar fotos, sin necesidad de producir un chasquido singular. Al salir de la tienda, Aigoo oye un ruido…

En efecto, al pasar frente a un callejón escucha que la chica informante ha sido atacada con violencia por dos tipos que, no tan curiosamente, buscan el celular de Moon. Así que tira una botella al piso: al romperse, un lugareño de fuerte complexión los amenaza con matarlos si vuelve a verlos por ahí y la chica aprovecha para irse del lugar. Dado el interés de los jóvenes por el celular de Moon, Aigoo, poseída por la intriga, le paga a Jin-Tae para que los obligue a darle información. Así, confiesan que aquélla hacía trueque de sexo por arroz, y por licor de arroz luego, y que estaban detrás de su celular porque contenía una colección de fotos de sus parceros sexuales, a los que registraba de manera inadvertida. Su hijo la llama para decirle que ha recordado algo. Detrás del vidrio, le cuenta que la noche en que fue asesinada Moon, vio a un hombre mayor que rondaba el edificio donde quedó su cadáver. Aigoo, con el celular en sus manos, le muestra las fotos que tomó Moon y Yoon reconoce en una al viejo canoso. 

Y este no es otro que el reciclador al que Aigoo le había comprado un paraguas el día que despidió al abogado incompetente, valga el pleonasmo, el mismo ser de oficio alegórico en tanto sucedáneo de vida, así al final no encarne otra cosa que la muerte. En su casucha, el hombre le confiesa haber observado el fin de Moon Ah-Jung y pasa a relatar que esa noche él fue a dormir, como era habitual, a uno de los apartamentos del edificio donde quedó el cuerpo de aquélla. De pronto, vio que aparecía, es probable huyendo de un chico que la imprecaba. Furiosa y con objeto de frenarlo, se paró y le lanzó una piedra grande seguida de la voz/ofensa ¡retrasado! Yoon alzó la piedra, se la lanzó a la cabeza y la mató en el acto. Luego de sacar una y otra vez el celular del bolsillo, presa de los nervios, arrastró el cuerpo de Moon y con no poca lucha lo llevó hasta la terraza y lo dejó caer. Terminado el relato, el sujeto pretende llamar a la policía, pero Aigoo lo golpea con un hombre-solo hasta matarlo.    

Personaje, el reciclador, con el que, de paso, para concluir, se cierra ese filme cíclico de que se habló al comienzo y en el que son notables ciertos aspectos y elementos narrativos, figurativos y rítmicos: el guion, cuya fluidez engancha de principio a fin, ya sea por el suspenso y la intriga, el enfoque y el tratamiento, en los que la figura de la madre, Aigoo, jamás se diluye ni mucho menos se quiebra; su solidez, decisión y astucia para ir y obtener lo que busca, solo encuentra paralelo en el drama alemán de Brecht titulado, no en vano, Madre Coraje y sus hijos, la historia de una astuta vendedora ambulante que, para sobrevivir, sortea con habilidad las disputas entre católicos y protestantes al seguir con su carroza al ejército sueco, para sacar partido de la guerra y del dolor humano. Lo que Aigoo, en Madre, intenta revertir: combatir el dolor humano, acabar con el suyo y de paso con el de su hijo para así lograr la paz al menos en su pueblo, en su devastado corazón e igual en el de Joon…

Otro aspecto nodal por rescatar tiene que ver con la fotografía de Kyung-Pyo Hong y sus tomas tanto cerradas como abiertas, es decir, PP y PG, muchos logrados con luz natural y otros en espacios estrechos donde por las grietas se filtra la luz, potente, como la que se suele colar en toda historia oscura de un amor sin condiciones e incluso libre, libre hasta el extremo de ofrecer el retrato de una madre común que, por vicisitudes de la vida, se transforma en un singular monstruo: uno que no hace daño. El que al final muestra que pesa/vale más la tozudez de una madre que cualquier adversidad. Destacable, también, la expresión de madre e hijo, con sus altas y bajas, encuentros y desencuentros, peleas y acercamientos, hasta que se vuelven dos, sin padre a la vista por ausente. Por último, el ritmo basado en el montaje y en una música suave que contrasta con la rudeza del filme y a la vez juega con la belleza del amor de madre cuyas raíces apenas se perciben en el instante de la última y triste separación.     

A renglón seguido, Aigoo quema la casucha. Luego, la policía la llama y le dice que ha capturado al ‘verdadero asesino’: es decir, a otro chivo expiatorio. Basta con ver su figura: el que a los ojos (perversos) de la masa, siempre potencialmente criminal, no es sino otro retrasado. Uno más, víctima del bullying (4) o matoneo policivo/social: el Loco JP, la postrera pareja de Moon, sindicado como responsable por haberse encontrado una prenda suya untada con sangre de su pareja, luego de un intento de violación. Aigoo, sabedora de las hemorragias nasales de Moon Ah-Jung y de la inocencia de su hijo, lo visita en la cárcel y tras recordar el episodio de infancia se echa a llorar de modo incontenible. En breve lapso, Yoon Do-Joon es dejado libre y Jin-Tae y su novia lo recogen, comen torta y se sacan fotos. Al regresar, pasan a recorrer los restos humeantes de la vivienda del reciclador de basura y de contera husmean. Yoon cena con su madre y le suelta que quien dejó a Moon en la terraza lo hizo para ayudarla.

Eso cree, porque podrían verla rápido y acudir en su beneficio. Tiempo después, para cerrar, Aigoo y Yoon se hallan en una terminal de buses. Ella se va de viaje, pero antes de hacerlo su hijo le expresa que ha recordado algo y le entrega la cajita de agujas de acupuntura que ella olvidó en la casucha donde moraba el sujeto-clave del relato fílmico: el reciclador, el hombre no de la basura sino el que limpia la que la sociedad produce y recicla, como hacía Leon en El limpiador o El profesional, de Besson, otro memorable filme (5). Dentro del bus, y mientras en contraluz la gente baila con los brazos en alto, Aigoo, con la perturbación que le ha causado el hallazgo de su sobreprotegido hijo, madre en cuyo corazón/abismo siempre es posible hallar perdón, así en este caso sea el hijo el que la perdone, ella saca una aguja de la cajita y se pincha el muslo izquierdo para intentar disipar el dolor que la agobia y de paso borrar sus peores recuerdos: aquellos que ahora le impiden afirmar que madre e hijo son uno.

Porque sí, ahora Aigoo experimenta el sinsabor de que solo puede ser malo quien no quiere a su madre y ese es entonces el caso de Yoon. Lo único que quizás pueda ayudarla es recordar que padre e hijo son dos. O que, ahora, pueda iniciar su propio baile junto a los compañeros de viaje. En todo caso, lo que sería imposible desconocer es que el coraje que Aigoo ha tenido a lo largo del metraje, para demostrar la inocencia de su hijo Yoon, es la tajante demostración de que una madre siempre será una bahía en el naufragio, en la crisis, en la caída de un hijo. Hijo al que la sociedad maltrata en su prurito de hallar un chivo expiatorio que le ayude a mermar el peso cotidiano de su desgracia, pero también de su inhumanidad, igual que de sus yerros, su agresividad, su extravagancia, en fin, su mezquindad. La misma que le impide reconocer en uno de sus miembros, para el caso una mujer, el coraje para defender la inocencia de un hijo al que jamás debió condenarse, a quien ninguna responsabilidad le cabía. 

Las diversas formas y sujetos que emplea Jong-ho para plantear la lucha de clases o la diferencia entre los que crean la riqueza y aquellos que los explotan, hace de Madre un filme también político, como debe ser todo cine. ‘Todo cine es político’, dijo Volonté antes de Costa-Gavras, aunque por este se conozca la frase: otro caso, inusitado, de explotación; aquí, por fortuna, no tan dañina así un cineasta lesione los intereses del actor que acuñó la sentencia. Sentencia, la que cae sobre Yoon, esa sí dañina, lesiva e incluso letal a los intereses vitales de un discapacitado al que llaman ‘retrasado’, sin considerar que es un hombre solo contra el mundo, sin padre a la vista, apenas con madre. El único ser capaz de sacrificarse no solo por él sino por su inocencia, a fin de demostrarse a sí misma el valor de gritar una injusticia cuantas veces sea necesario antes de claudicar ante la perversidad/anomalía del mundo, ante la carencia de verdad de la ley, ante la total falta de justicia de la autoridad (6).

En conclusión, cabría decir que Aigoo a la vez que un monstruo singular es una auténtica heroína, de aquellas que no caben en los universos Hollywood, Netflix o HBO. Una mujer, una persona, una madre inusual en el mundo patriarcal/machista y falocéntrico de ayer y de hoy. Yoon, su hijo, no es tan corto de entendederas como parece, sino un hombre que recuerda, como quien hace un guiño a la memoria, ese factor clave para acceder a la historia de los pueblos. Memoria que los opresores siempre quieren borrarle a los oprimidos, justo para que no sean dueños de su pasado ni así puedan trazar derroteros hacia el futuro. La madre es un ser cuya obstinación, entrega, lucha y, cómo no, valor para desafiar a un séquito de mujeres, a la sociedad, a la policía, a los abogados, al reciclador tiene muy pocos referentes en el cine contemporáneo no solo de los países asiáticos, sino de cualquier otro del planeta. Yoon recuerda que no hay enemigo pequeño, que no debe subestimarse a un discapacitado…

Do-Joon será, en este caso, quien le recuerde a su madre el valor del perdón, cuando de por medio hay dos seres que son uno; la importancia de la memoria para poder afianzarse en el presente; el no dejarse maltratar por nadie que lo llame ‘retrasado’ porque ante todo es un hombre que recuerda, gracias a los ejercicios que su madre le enseñó vía acupuntura, oficio que de paso recuerda el valor de lo ancestral. Aigoo es una mujer tan llena de voluntad, decisión y coraje como provista de nobleza, autocrítica y comprensión, por tolerancia, capaz de resistir el embate de un bofetón sin razones, como de confrontar ella sola a Jin-Tae, al abogado, a la policía, a la gleba insolente, al limpiador de basura para, sin querer, dar una lección sobre cómo enfrentar la vida sin tener que morir en el intento. Salvo, eso sí, cuando encara al último citado y tiene que jugar el papel más indeseable para un ser humano dador de vida, buscador de la paz y del entendimiento, pero jamás la mujer capaz de causar muerte.

No, Aigoo es incapaz de causar muerte alguna. Solo que ante la sinsalida no le queda opción distinta. Ha caído en una encrucijada, no propiamente del diablo, sino de la más rotunda realidad. La causada por la irrefutable ley, aquella que sentencia ‘dura lex sed lex’ o ‘dura es la ley, pero es la ley’, así tantas veces se aplique mal; o, también, por el exceso de leyes, lo que recuerda al Tao: ‘Cuantas más leyes y regulaciones dictan los gobiernos, más salteadores y ladrones existen’ (7) y que en el filme se traduce en cansancio, desidia, inoperancia de los funcionarios designados para hacerlas cumplir a cabalidad. El lío es que se aplican mal y acaban por afectar a quien menos se lo espera, como a esta madre que de la espera, pasa a la esperanza y de ahí a la desesperación, sin que a nadie le importe que, además, está en juego la vida de su hijo, qué importa si retrasado o no, cuando lo clave es que se trata de un ser humano al que le cae el yugo de la justicia impropia y es su madre la que debe reencausarla.

A Marthica y María del Rosario, quienes por distintas orillas son madre coraje auténticas

y han defendido no solo la inocencia sino apoyado el crecimiento constante de sus hijos Tatica y Santiago, aunque ya Rosario lo hubiera hecho antes con su bella hija, hermana y amiga Valentina.              

Notas, enlaces y bibliografía

(1) http://www.claseshistoria.com/movimientossociales/marxismoluchaclases.htm

(2) https://www.animalpolitico.com/analisis/autores/lo-que-quiso-decir/una-madre-en-la-guerra

(3) https://www.las2orillas.co/la-vendedora-de-rosas-1998-2023-alucinacion-concreta-o-muestra-de-la-desidia-oficial/

(4) https://filmakademy.com/bullying-en-el-cine/

(5) https://www.aceprensa.com/resenas-cine-series/el-profesional/

(6) https://www.laopinion.com.co/colombia/denuncian-impunidad-e-inoperancia-de-la-justicia

(7) TSE, Lao. Tao Te Ching. Editorial Orbis, Bs. Aires, 1983, 143 pp. Citado en: El camino del Tao, por Alan Watts. Editorial Troquel, Bs. Aires, 1976 / 1990, 179 pp.: 123.

Ficha técnica

Título original: Madeo. En español: Madre. País: Corea del Sur. Año: 2009. Gén.: Drama / Comedia dramática / Comedia negra / Thriller policial / Thriller psicológico / Melodrama. For.: 35 mm; color; 129 min. Dir.: Bong Joon-Ho. Guion: Bong Joon-Ho / Park Eun-Kyo. Prod.: Choi Jae-Won / Seo Woo-Sik. Mús.: Byung-Woo Lee. Fot.: Kyung-Pyu Hong. Vest.: Se-Yeon Choi. Int.: Madre (Kim Hye-Ja); Yoon Do-Joon (Won Bin); Jin-Tae (Jin Goo); Moon Ah-Jung (Moon Hee-Ra); Detective (Yoon Je-Moon). Prod.: CJ Entertainment / Barunson E&A. Dist.: CJ Entertainment. Premios: Asia Pacific Screen Awards: Mejor Actriz, Kim Hye-ja (2009). Los Angeles Film Critics Association: Mejor Actriz, Kim Hye-ja (2010). Boston Society of Film Critics: Mejor Filme Extranjero (2010). Asian Film Awards: Mejor Filme / Mejor Actriz / Mejor Guion (2010).

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine, de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín Cultural de EE, desde 2012; columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre Manuel Zapata Olivella y su novela Changó, el gran putas, fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]     

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