Se ha logrado conocer que las recientes encuestas de las firmas encuestadoras están mostrando una caída sostenida de la popularidad y de la aceptación pública de los presidentes Macron en Francia y Duque en Colombia. Sin duda, hay muchos factores contextuales que han contribuido a ello, como la inseguridad, la inflación y la corrupción o las grandes protestas sostenidas en cada uno de los países o las acusaciones que no están cumpliendo con las promesas de su campaña o la gran incertidumbre en relación con la reforma fiscal propuesta al Congreso. Estos factores han golpeado fuertemente sus simpatías electorales, lo que beneficiaría fuertemente a sus opositores.
Los presidentes tienen muchas cosas en común
Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron (Amiens, 21 de diciembre de 1977) e Iván Duque Márquez (Bogotá, 1 de agosto de 1976) tienen su propia cultura, dirección, entusiasmo y los propios problemas, pero también puede decirse que tienen muchas cosas en común. Así, por ejemplo, Monsieur Macron asumió la presidencia en Francia en mayo de 2017, con tan solo 39 años y el Sr. Duque asumió la presidencia en Colombia en agosto de 2018, con tan solo 42 años: su nivel social es parecido, ambos poseen una buena cultura, habilidades oratorias innegables, son inteligentes y, sobre todo, han sido especialistas en economía del sector privado, ejecutivos y empleados de bancos y otras instituciones financieras. Ellos fueron altos directivos del banco francés Rothschild & Cie y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), respectivamente. Los presidentes son melómanos empedernidos, Duque canta y toca guitarra, mientras que Macron toca el piano (le apodan el Mozart del Elíseo), el primero aprecia el talento musical de Carlos Vives y Silvestre Dangond, el segundo alaba las obras maestras de Charles Aznavour y asiste a conciertos de música electrónica
Los presidentes Macron y Duque no solo han sido los vencedores de sus respectivos países en la segunda vuelta de la campaña presidencial y obtuvieron buenos resultados 66,1, 54%, respectivamente, sino también han sido considerados como los mandatarios más prometedores por su juventud y por su formación, por citar solo algunas; Macron, es el presidente más joven de la historia francesa y el jefe de Estado francés más joven desde Napoleón Bonaparte y Duque es el presidente más joven de una larga tradición democrática de Colombia —después de la Constitución de 1991—. Antes de lanzarse a la presidencia uno y otro dejaron el cargo siendo Macron el ministro de Economía mejor valorado del gobierno (2016) y Duque uno de los senadores preferido de los colombianos (2017). Con frecuencia se destaca la importancia del establecimiento de estrechas relaciones políticas y personales de Macron y de Duque con dirigentes políticos de la talla del presidente en ejercicio Hollande y del expresidente Uribe, que le dieron un impulso a corto plazo en favor de sus propias candidaturas a las elecciones presidenciales, con mayores posibilidades de éxito.
Pero las semejanzas entre los dos mandatarios no terminan aquí
Los franceses y los colombianos se enamoraron rápidamente de Iván Duque Márquez y de Emmanuel Macron por sus propios manifiestos civiles y promesas electorales para ascender al poder, acompañados de otras actividades relacionadas con el perfeccionamiento de sus habilidades de comunicación y de liderazgo. Especialmente durante las elecciones presidenciales no solo aprendieron técnicas de movilización de masas, de divulgación y de ser apreciados a través de los canales de comunicación tradicionales —prensa, radio y televisión— y con los nuevos medios, como redes sociales y otras plataformas, sino que también tuvieron estrategias innovadoras para mejorar la imagen, la visibilidad y la credibilidad de sus candidaturas (acrecentando su capital político). Esto contribuyó a ganar prestigio y popularidad, lo que generó una gran confianza y les ayudó vencer en las últimas elecciones presidenciales. Cabe recordar que, hasta hace poco tiempo atrás, tanto Duque como Macron, eran desconocidos para la inmensa mayoría de la gente, y prácticamente anónimos o populares desde un punto de vista político. Sin embargo, con la misma rapidez con la que fueron elegidos y ganaron popularidad, ambos presidentes están perdiendo progresivamente influencia, o bien su consenso. Y las encuestas confirman que han perdido popularidad y prestigio entre el electorado y la opinión pública.
Los legendarios primeros cien días de gobierno
En los últimos meses los ciudadanos de estos dos países han empezado a hacer oír su voz mucho más firme, mucho más decidida, mucho más rigurosa y reclamar con fuerza y determinación la transparencia y la responsabilidad política. Con respecto a Emmanuel Macron, según una encuesta realizada por la compañía Ifop, publicada por el periódico Le Figaro (2017), después de los primeros cien días de su gobierno, solo el 36 por ciento de los franceses respaldaba resueltamente su trabajo político y económico. Los franceses están cada vez más insatisfechos con el ejecutivo. Según un estudio reciente del instituto francés Ifop (2018), la popularidad del presidente francés había caído a solo un 31%, menos que Francois Hollande en el mismo período del mandato. Por último, la encuesta de Ifop para el Journal du Dimanche, señala que el presidente Macron pierde otros puntos y su popularidad es, como mínimo, del 25%. El primer ministro Edouard Philippe también pierde 7 puntos y se detiene en 34%. Sé que es difícil aceptar el rechazo, pero analicen las cifras: "Muy satisfecho" el 4% de los votantes franceses y "bastante satisfecho" el 21%, mientras que "bastante insatisfecho" el 34% y los "muy insatisfechos" el 39%. En suma, a los 15 meses de la elección de Macron y después de más de un año de comunicación prácticamente perfecta, su proyecto político parece en cierta medida haberse encallado. De manera similar, el presidente Duque está afrontando una baja de sus índices de popularidad. En la más reciente encuesta publicada por Invamer y a cien días de su elección se registró el descenso de 20 puntos de la popularidad del presidente Iván Duque, que pasó de un 47 a un 27%.
Las razones de la baja popularidad de ambos mandatarios son también muy parecidas, ambos enfrentan situaciones similares de escasez de recursos presupuestarios suplementarios y la opinión pública cree que no están cumpliendo sus promesas o que reducen los impuestos sobre los ricos y no mejoran el estado de bienestar para los pobres (la telenovela sobre reforma fiscal) o que están lejos de los problemas de la vida cotidiana de la gente común, sin mencionar de sus relaciones con la prensa, los estudiantes, los sindicatos y la oposición que tampoco son las mejores. Además, las calles de las ciudades están inflamadas por las protestas de estudiantes y de trabajadores.
Por ejemplo, muy diferente es la situación de Donald Trump, quien permanece muy fuerte en su base, pero muy débil en las encuestas. Lo que lo hace permanecer y sentir sólido y combativo en su lugar, incluso si para los medios de comunicación y para los adversarios está a punto de desalojar la Casa Blanca desde el primer día de su inicio. No obstante, cabe observar que el desencanto, la abstención en las elecciones, la falta de confianza en los partidos políticos como vectores del consenso popular son fenómenos preocupantes y generalizados. Estos no solo afectan al estamento institucional gubernativo, sino a todas las relaciones entre los ciudadanos y sus representantes, sea cual sea el nivel de esta representación.
¿Cómo se explica la desorientación de los votantes después del entusiasmo inicial mostrado en el pasado y los resultados de las encuestas completamente deprimentes?
Los dos líderes afrontan situaciones diferentes en lo que respecta a la popularidad, el liderazgo y la responsabilidad. Nuestros políticos una vez en el poder, con frecuencia indiferentes, a veces se olvidan de que la política es, después de todo, un camino de ida y vuelta. Ningún líder político prospera en el aislamiento, la incomunicación y la indiferencia. Ambos líderes tienen la urgente necesidad de tender puentes de unión entre el gobierno y su electorado que permitan crear una base amplia de apoyo social y que funcione como una entidad política estable.
Ahora bien, dejando a un lado la cuestión de Monsieur Macron, al hacer una primera evaluación de la sorprendente caída de la popularidad de Duque. En la base de todo esto existe un déficit de información, explicación y comunicación con la sociedad colombiana y su electorado: explicar las políticas en términos claros y sencillos y tratar de que puedan ser debatidas públicamente. Quisiera instar a que se aborde el déficit de comunicación e información internas y la falta de clarificación de los ámbitos de actuación a la mayor brevedad posible. Estas acciones contribuirán a dar a conocer el programa, crear consenso y concertar los esfuerzos en actividades nacionales, regionales y locales.
Los ciudadanos ya no comprenden quién propone, quién decide y quién controla. La mejor gobernanza sería una mejor transparencia, una mejor consulta, una mejor comunicación, una mejor participación, un método de coordinación más abierto, etcétera.
Los ciudadanos quieren que este gobierno sea su gobierno. Esto significa construir un clima de confianza entre los ciudadanos y las instituciones, así como un clima de confianza entre el presidente y con los ciudadanos. Hay que actuar con urgencia y firmeza para remediar esta situación, abrir brecha y dar ejemplo, y para hacerlo, hoy por hoy, no sirven más leyes, pero son necesarias reducciones mucho más drásticas de los gastos del Estado, el control de las instancias de poder y reformar y desburocratizar el funcionamiento de la administración. Restablecer la confianza entre gobierno y sus ciudadanos significa asimismo dar a los ciudadanos una idea clara de los objetivos y de los poderes de las distintas instituciones. En una palabra, señor presidente, se trata de modificaciones de comportamiento de las instituciones públicas, que, ciertamente, son deseables, pero que su efecto seguirá siendo marginal si no se inscriben en un cambio profundo de las relaciones de fuerzas en el seno del equilibrio institucional.
Señor presidente, ante todo quiero decir que el aspecto crucial de su liderazgo y el de su partido será conectar con los ciudadanos, fomentar el espíritu empresarial y la solidaridad económica entre generaciones, mejorar el flujo de información a través de la comunicación, transparencia y consulta, ideas nuevas, energía fresca, determinación renovada y un sentido del optimismo, así como avanzar hacia la libertad, la justicia y la seguridad (la prevención y la lucha contra el crimen). Estos son los cimientos de una sociedad basada en la comprensión mutua y la dignidad.
Los líderes tienen que traducir las palabras en acción, y este es el objetivo no solo promover una nueva agenda social para promover la dimensión social, la inversión en la economía del conocimiento y garantizar la justicia social (reducir las diferencias entre ricos y pobres y ayudar a las zonas y los grupos desfavorecidos), proteger el medio ambiente y establecer un diálogo permanente sobre estas cuestiones, a saber, prosperidad, solidaridad y seguridad, sino también proyectar una visión de futuro: crecimiento económico, competitividad y productividad. Estas son las condiciones que alimentan la “gobernanza” democrática y el desarrollo sostenible. Para lograrlo se precisan liderazgo y visión dentro del propio país. La clave del problema está sin duda en la visión, liderazgo y cumplimiento de los objetivos, así como responder a las expectativas y necesidades de los ciudadanos que son los elementos que deberían guiar hacia una confianza y esperanza perennes en el camino de la renovación y de un nuevo dinamismo económico, la prosperidad y la calidad de vida, la promoción y la defensa activa de los valores comunes. Los sueños no sirven de nada, la fe no es suficiente; si no proyectamos la forma de hacerlos reales. En el país hay desencanto y desorientación y una fuerte pérdida de interés político y participación.
Gobierno técnico de minoría o institucional o del presidente
La responsabilidad directa de la impopularidad del presidente también recae, en una parte no ciertamente secundaria, en la formación de un gobierno técnico de minoría o institucional o del presidente (debido a la función de garantía desempeñada por el presidente) que no tiene razones políticas sino necesidades, no partidista o teóricamente neutral.
Las elecciones presidenciales del 17 de junio, que deberían haber desembocado en la formación de un nuevo gobierno político de coalición de centro derecha para contrarrestar y atacar frontalmente la corrupción, el mal gobierno, la impunidad, recuperar la confianza del pueblo y una profunda ruptura con el pasado, están paralizadas por la formación de un gobierno con características peculiares, no solo es el resultado de un vasto acuerdo entre los dos principales partidos políticos y otras fuerzas políticas históricamente divididas y en conflicto, sino que de hecho está formado fundamentalmente por especialistas técnicos elegidos por su prestigio y de acuerdo con sus habilidades técnicas o expertos burócratas, y no debemos ignorar las implicaciones que esto conlleva. Este compromiso significa un vacío político y de seguridad en el que ninguna de las partes, tiene poder suficiente para imponer su voluntad sobre las demás. Y como es lógico, este vacío político puede llevar a la fragmentación del país, dando un impulso a grupos radicales de la oposición y fuerzas a los extremistas para atraer la atención pública, y a menudo provocadores sólidamente apoyados —con un alto componente subversivo—.
Un gobierno “técnico” como el actual es insuficiente para hacer frente a los desafíos sociales que debe afrontar el país, por ejemplo, entender la complejidad de la situación política imperante y cuál será la acción correcta para seguir; enfrentar importantes plazos económicos o situaciones de emergencia o llevar a cabo algunas reformas impopulares pero indispensables. Un gobierno técnico presenta grandes límites y deficiencias a la hora de tomar las grandes decisiones políticas. Es incapaz de ofrecer directrices adecuadas. Los gobiernos técnicos implican un debilitamiento de la representación democrática. Por su debilidad, su escasa representatividad y la relación —generalmente de dependencia— que les une a los partidos políticos, el gobierno técnico no está capacitado para desempeñar de pleno derecho un papel de interlocutor social en las negociaciones con las organizaciones de la sociedad civil, estudiantes y sindicatos.
Por su propia naturaleza, como resultado de acuerdos "forzados", los gobiernos técnicos tienden a durar muy poco. El término "técnico" se asocia a veces con la concepción política del gobierno del estado conocida como tecnocracia, es decir, un "gobierno de técnicos" como un intento de resolver los problemas de un país más científico, racional y riguroso, más allá de la oposición política. Ideológico y, por lo tanto, ajeno a la lógica de interés típica de los partidos (Philip Oltermann, In defence of Europe's technocrats, in guardian.co.uk, 16 novembre 2011).
En general, los gobiernos técnicos se caracterizan por una relación ambigua con los partidos políticos que forman la mayoría parlamentaria que los apoya. En la práctica, los partidos tienden a marcar cada vez más su distancia de los gobiernos técnicos durante la acción del gobierno, en un intento de rechazar la responsabilidad política de la acción del gobierno ante los ojos del público. Al hacerlo, en las elecciones políticas posteriores, los partidos políticos que apoyaron el nacimiento del gobierno técnico podrán presentarse ante los votantes sin sentirse responsables de la acción del gobierno o incluso en una oposición abierta al gobierno saliente. Estamos convencidos de que los desafíos sociales y la complejidad de la situación política que enfrenta Colombia son más bien de carácter político que técnicos. La política noble arte y ciencia altamente creativa al servicio del bien común de todos los ciudadanos no puede someterse de manera suprema a las leyes y la frialdad numérica de los especialistas y técnicos prestados a la política. Concretamente, se trata de la posibilidad de nombrar un gobierno político.
Conclusión
La grave situación económica heredada del presidente Duque no permite formular soluciones sencillas para estos problemas o el análisis reduccionista o tener el remedio mágico cuando se aplica en medio de la pobreza, la violencia y la rivalidad política. La reconstrucción del edificio de este hermoso país debe ser obra de un gran estadista, no de políticos que actúan con la vista fija en el horizonte de las próximas elecciones, sometidos al corto plazo y a la tiranía de las encuestas. Pero, como bien observa el profesor Federico Mayor “Porque, en última instancia, hacer política no consiste en mirar lo mismo, pero sí en la misma dirección. Consiste, sobre todo, en no mirarse a sí mismo”.
Estas situaciones aludidas mucho tienen que ver con la caída de la popularidad de Duque, y sin que ello suponga un juicio definitivo. Muchas gracias.