Los infames - Nicolás Menza
El Consenso de Washington y el neoliberalismo fueron el signo trágico de la Argentina menemista que culminó con la crisis del 2001. Economistas y analistas hoy ponen en duda el dominio neoliberal de los 90. Cambiemos aporta su relato a la negación del retorno a un modelo de ajuste y exclusión, y argumenta que con la nueva época encarnada por la Alianza de Derecha, el cambio se centra en hacer bien lo que ayer si hizo mal.
El neoliberalismo es un término surgido del consenso de Washington que el economista liberal John Williamson condensó en 10 puntos. Veamos:
- Disciplina fiscal, evitando abultados déficits fiscales respecto al PBI,
- Redireccionamiento del gasto público, desde subsidios (indiscriminados) hacia la provisión en áreas clave para el crecimiento y sectores de bajos ingresos (educación, salud, infraestructura, etc.),
- Reforma impositiva, aumentando la base imponible pero con tasas marginales moderadas,
- Tasas de interés determinadas por el mercado y (moderadamente) positivas en términos reales,
- Tipo de cambio competitivo,
- Liberalización del comercio (externo): liberalizar las importaciones, con particular énfasis en la eliminación de restricciones cualitativas; cualquier protección debe ser en base a tasas bajas y relativamente uniformes,
- Liberalización de las inversiones extranjeras directas,
- Privatización de empresas estatales,
- Desregulación: Eliminar las regulaciones que impidan al entrada o restrinjan la competencia, excepto para aquellos casos con justificación de seguridad, medio ambiente y protección al consumidor, y una supervisión prudencial del sistema financiera,
- Protección legal de los derechos de propiedad.
Todavía hoy podemos leer y escuchar a economistas y analistas políticos decir que durante los gobiernos de Carlos Menem, el neoliberalismo no se impuso en la Argentina. Mediante reduccionismos argumentativos sostienen que los postulados del consenso de Washington no se cumplieron porque no se aplicaron los diez puntos que técnicamente le dan un corpus al esquivo concepto. En tanto totalidad, sólo el absoluto cumplimiento de esos diez puntos permite afirmar que en los años 90 el neoliberalismo asoló nuestro país y la región, afirman los neoliberales que retornan para hacer realidad la tabla de los mandamientos del Consenso.
Las políticas de estabilidad en el déficit fiscal, el endeudamiento externo, el tipo de cambio competitivo, la apertura comercial, la privatización de empresas del Estado; el quiebre del sistema público y solidario de jubilaciones y su privatización mediante transferencias económicas del Estado a las AFJP; la destrucción de los sistemas de salud y educación pública; todo ello ocurrió en los menemistas años 90. Aquellos que lo niegan, trazando falsos atajos o interpretaciones basadas en el apotegma del no cumplimiento pleno de los esenciales 10 puntos, vuelven hoy a la carga con un procedimiento similar. Ese absoluto decálogo no desplegado en forma total, es reemplazado por la negatio Cambiemos, que además de rechazar – como si se tratara de un oscuro pasado que condena - su pertenencia ideológica e identitaria, sostiene que con el nuevo gobierno comienza la historia que no se repetirá como tragedia porque esta vez se hará bien todo lo que en tiempos pretéritos, en los años 90 antes de Cambiemos, se hizo con “desprolijidades”.
Von Hayek y Cambiemos
El Estado mínimo y la desregulación del mercado son los pilares centrales del neoliberalismo. Estos dos conceptos pertenecen al economista vienés Friedrich Von Hayek, considerado el padre del neoliberalismo. La crudeza de este pensamiento económico responde a la propia crudeza de Von Hayek, quien fue asesor económico del genocida Augusto Pinochet. Von Hayek afirmó que se sentía orgulloso de haber asesorado a Pinochet porque prefería una dictadura a una democracia estatal. La democracia estatal es el camino directo hacia el comunismo, afirmaba Hayek.
El gobierno de la Nueva Alianza del presidente Mauricio Macri, no pierde la oportunidad para declarar que el espejo en el que busca su añorado reflejo es la economía libremercadista chilena, logro supremo del sangriento dictador. Una economía en la cual la salud, la educación y el trabajo no son derechos universales, sino privilegios para pocos. Una economía que todo lo importa porque su idea no es la producción industrial. Un modelo cerrado para tradicionales castas de privilegio. Ese es el modelo, aunque mencionen otros países como Australia, al que Macri y el mejor equipo de los últimos 50 años, nos conduce. En una operación semántica de remplazo lingüístico, y siguiendo el precepto Hayek, Cambiemos-PRO prefiere una economía de liberalización del mercado, de achicamiento del Estado y de restricción de derechos, a la creación de falsas ilusiones de igualdad que generan las inclementes democracias populistas.
Lo cierto es que los rasgos estructurales de la transformación en la matriz económica de la Argentina son la desigualdad distributiva, la reprimarización productiva y la dependencia financiera externa, que como correlato producen la destrucción del empleo y la producción vía apertura de importaciones, el aumento de la pobreza y la indigencia, el endeudamiento y la fuga de capitales, la caída del poder adquisitivo y del consumo, y el aumento de la inflación (alrededor del 40 % interanual en 2016, la más alta en 25 años) combinada con recesión.
Los medios ayer opositores y hoy oficialistas funcionan como resguardo y guía del cambio de la matriz económica y social operada en el país. Trabajan mancomunadamente con los ideólogos del marketing publicitario y el coaching, quienes han encontrado en la posverdad la pócima pseudofilosófica para definir qué es real y qué no, aunque los hechos producidos respondan a la virtualidad artificial que construyen los romanos senadores mediáticos.
Las columnas de Carlos Pagni, quien cuenta con muy buena información, anticipan medidas que el gobierno luego administra, y conforman una suerte de programa económico ad hoc (aporte de Guillermo Caviasca). Pagni ha escrito tanto la “Odisea a la deuda" como a la flexibilización laboral, al libremercado y la fuga de capitales.
La Nación, el diario que tiene en Pagni a su columnista más agudo, sorprendió el pasado 8 de Enero con una nota de tapa que traspasó la ya arrasada pretensión de objetividad esgrimida por el periodismo profesional. Título: "Fuerte aval a Macri de los formadores de opinión y buenas expectativas para 2017". Bajada: "Según una encuesta de Poliarquía para LA NACION entre académicos, empresarios y periodistas, 71% aprueba la gestión presidencial y 73% cree que este año la situación será mejor que en 2016.". Al recorrer la nota, el lector esperaba hallar los nombres de ese prestigioso grupo de formadores de opinión. Allí la sorpresa: Ningún nombre. ¿Preocupación por cómo los almirantes de la fragata de los negocios financieros perciben los devaneos presidenciales? La doctrina de memoria rasgada milita, pero se cubre también.
El neoliberalismo y el odio
El neoliberalismo es el nombre falso del capitalismo. El odio, el desprecio por la otredad, por el otro humano, la condición de mercancía usable y desechable que el capitalismo le atribuye al hombre, es el verdadero rostro de lo que llamamos hoy neoliberalismo. Ese odio - que es de clase- es portador de una trama lingüística que organiza un modo de pensar, y que los medios de comunicación transforman en el sentido común de una cultura uniforme. Es la lengua del desprecio, del rechazo intenso y voraz. Es la urdimbre de una memoria política que hoy se expresa en las construcciones gramaticales de la inquina que habita en Cambiemos. La alusión a la animalidad del mundo plebeyo - que en la lengua del Patrón, que es Macri, no tiene pies sino patas - que logró mejorar su calidad de vida: “Si en invierno estás en remera y en patas, estás consumiendo energía de más". “La grasa militante” de Alfonso Prat Gay. Javier González Fraga y sus dichos sobre las políticas sociales kirchneristas que “le hicieron creer a un empleado medio que podía tener celular e irse de vacaciones al extranjero”; es María Eugenia Vidal y la justificación del aumento de un 40% en las tarifas de los servicios públicos: “Era mentira que podían tener calefacción y electricidad sin tarifas reales”; Juan José Aranguren proponiendo no usar el auto si el combustible es caro; el diputado radical Julián Dindart y las humillantes declaraciones sobre las mujeres, los embarazos y los subsidios: "Todas las mujeres que reciben la asignación por hijo buscan tener algún otro para tener un poco más de dinero"- antes dicho por el monstruoso Miguel del Sel.
Son muchas las frases que conforman la galería del desprecio y el odio de los funcionarios-CEOs del macrismo. Cierro con la más reciente. El secretario de Empleo, Miguel Ponte - ex responsable del área de recursos humanos del Grupo Techint -, usó una imagen fisiológica para justificar la flexibilización laboral: “La posibilidad de entrada y salida del mundo laboral es una esencia del sistema laboral. Como en el organismo lo es comer y descomer”. De eso se trata el neoliberalismo capitalista de Cambiemos. Es la cara hipócrita de Jano. La gramática del asco que se exhibe como al pasar ante la pasividad de una comunidad que no termina de comprender el alcance del daño que se autoprodujo. El comer y descomer de quienes encarnan la políticas del desencarnamiento.
Es el capitalismo neoliberal de Cambiemos que nos come y que al comprobar que la grasa contiene los huesos del oscuro militante nos escupe, ya no hacia la ira de Zeus, sino hacia el vacío, la nada, el abismo.
Avellaneda, 10 de enero de 2017
*Periodista. Docente en UNDAV. (Universidad Nacional de Avellaneda, Provincia de Buenos aires)