El Carnaval de Barranquilla fue declarado por la Unesco patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad por su variedad de músicas, bailes, escenografías, lo que significa un siglo de riqueza, de entrenamiento, de creación, de identidad y de democracia participativa. Resulta impresionante que Ángel Loochkartt, artista barranquillero de 83 años, resulte mostrando lo más inútil de toda esta riqueza como lo es centrarse en la explosión de la permisividad.
Por eso no es una obra interesante que vaya a trascender en el arte colombiano. Su trabajo no tiene orden porque en muchos casos interpreta un desenfreno exacerbado de un Carnaval de Barranquilla donde no es el retrato colectivo propiamente dicho, sino una algarabía vulgar donde prima la muchedumbre desenfrenada de sexualidad y el erotismo. Sus espacios caóticos reinventan multitudes en bacanales desencadenadas y, no representan el esfuerzo cultural de una ciudad que se ha inventado un proceso cultural inclusivo.
La deformación en su trabajo figurativo no es interesante: nada tiene un referente. Todo es agudo y perverso. Extrañamente hasta el mismo manejo del color no demuestra calidad en su pintura. Se trata de masas de carne en movimiento. En algunas el color le da la tónica popular y la luz no tiene ninguna referencia pictórica ni climática. Son solo manchas de color alegres donde se siente el vértigo de una multitud desenfrenada. A esas manchas de color las enfatiza la museología de paredes rojas que resaltan el esfuerzo pictórico.
Seguramente, Loochkartt pinta una incoherente investigación de viejos recuerdos en los que omite los avances de una cultura que se prepara cada año para mostrar su esfuerzo fundamental donde crear lo popular es un acto tan alegre y seguro, como significativo.
A ese artista se le olvidó algo importante y se quedó en la imaginación de los viejos tiempos de la esclavitud, los prostíbulos o las insinuaciones eróticas de mentes perversas. Ni hablar de una obra donde nadie sabe de dónde resultó en título de investigación de semillas. No es una investigación, es un reducto de insulsos ensayos de pedazos de basura.
En el sector de los retratos. Nada estuvo ni bueno ni malo. Los Congos son autorretratos.
Tenía razón la nueva directora del museo, las viejas expresiones no tienen ninguna vigencia en un museo de arte moderno.
P. D. Estética: Como complemento a la decepcionante versión de Lochkartt se encuentra en el Mambo una bellísima selección de fotos del Carnaval de Barranquilla de Fernando Cano