En Alonso Garcés Galería expone en estos momentos Lydia Azout. Una artista que pudo crecer en varios territorios: en los setenta estudió con Manzur, siguió su rumbo con Luis Camnitzer –un uruguayo estadounidense— que ha impulsado en su trayectoria, el arte conceptual. Y, siguió en los años ochenta a estudiar la piedra en el Instituto: El Mármol en el arte.
Y su trabajo muestra esa trayectoria. Yo creo que en sus obras habitan conclusiones de ese diálogo que existe entre la obra y el artista. En donde, el destino incierto acaba resuelto. Se impone la voluntad del creador. No sabemos quién sea.
Lydia Azout anota en su web: “Imaginemos…Qué el mundo real es el mundo que no vemos pero, sí lo pudiéramos ver…Cómo sería….Qué formas tendríamos….Formas cambiantes en movimiento”.
Para resolver esa incertidumbre utiliza acero oxidado con patina, eso le otorga una versión dúctil a las obras aunque el poder de la geometría sea un principio fundamental.
De su generación, hay varios escultores que se mimetizaron en la realidad plástica colombiana. Pero, ahora aparecen siendo líderes de una transformación entre la geometría de Eduardo Ramírez, Edgar Negret o Carlos Rojas a una más cercana, a Feliza Bursztin, o Edelmira Boller. Cambio de transición y sin rupturas.
Sobre Lydia Azout, podríamos pensar por un lado en una escultora poética y por otro en una geométrica que tiende a la fuerza de lo monumental.
El título de la exposición nos muestra sus no límites. Cada cual sabe dónde se encuentra el comienzo o el final. Por ejemplo, desvariando del tema pero quedándonos con el significado, a mí uno de los umbrales que me preocupa, es el umbral del dolor.
En esta exposición se presenta: “Umbral dinámico” de 2017, donde el circulo se repite como un mantra.
Ya en tamaños humanos, aparece “Trama femenina” también reciente del 2017. Escultura que se cierra en un círculo grueso y que sostiene en el centro, una propuesta singular: no hay centro y en ese nudo, el material de la obra se entrelaza, sin tocarse.