Como su espíritu está conectado con la tierra: semillas, siembra, cultura agroalimentaria, manos laboriosas, preciados haberes, doña Luz Dary Díaz Alvarado, bogotana, 57 años, campesina de ciudad, vive envuelta en fragancias de cidrón, romero, menta, lavanda y hierbabuena, entre otras hierbas aromáticas que ella cuida en el primoroso balcón de su modesta vivienda en arriendo, en Bosa Laureles.
El lunes 5 de diciembre de 2022, a primera mañana, doña Luz Dary se desplazaba en un SITP, rumbo a Arborizadora Alta (Ciudad Bolívar), a visitar, como es su rutina diaria, una de las cuarenta y una huertas del colectivo Semillas de Mujeres para la Esperanza, la Vida y la Paz (Ser-Paz), que ella coordina en distintas zonas de Bogotá y sus alrededores, cuando le entró a su celular una llamada no identificada. Eran las 7:30 a.m.
Una reconocida voz radiofónica la saludó con amabilidad al otro lado de la línea. El interlocutor se presentó simplemente como "Julio... de una emisora...", y empezó a preguntarle cómo se encontraba, cuántos años tenía, a qué se dedicaba, con quién vivía, a dónde se dirigía, etc.
Acostumbrada por su trabajo de sembradora y cuidadora de huertas a atender llamadas de medios locales y rurales, doña Luz Dary afirma que le pareció curiosa la forma del interrogatorio, en detalle, que avanzaba entre la picardía y la sutileza del enigmático entrevistador, hasta cuando él fue específico en el tema de la vivienda: con quién la compartía, y cuánto pagaba de arriendo.
Inmediatamente, a la señora se le vino a la cabeza la postulación que su buena amiga, la abogada Gloria Erazo, había presentado en su nombre a la convocatoria de la constructora Amarilo y la W Radio, que cada año, para estas fechas, premian con un apartamento a personas de mínimos recursos que carecen de techo propio, pero que realizan o promueven labores sociales y humanitarias, sobre todo con madres de cabeza de familia.
Siembra sana
Luego de casi media hora de narrar por celular, en el transporte público, su historia de vida (su loable labor con el proyecto comunitario de semillas de identidad, que se traduce en "sembrar sanamente, sin químicos tóxicos, para fomentar territorios libres de transgénicos", y de todos los obstáculos que le ha tocado superar para sacar adelante a sus seis hijos), Julio Sánchez Cristo le reveló a doña Luz Dary Díaz Alvarado, que ella había sido la favorecida, por veredicto del doctor Alberto Casas Santamaría, entre 136 postulaciones, del apartamento de Amarilo, en Ciudad Verde, de Soacha, avalado en 135 millones de pesos.
Eran las 7:50 de la mañana de aquel lunes 5 de diciembre de 2022, cuando doña Luz Dary, conmocionada, rompió en llanto, en risas nerviosas, en palabras entrecortadas de dicha y agradecimiento, en medio del asombro de los pasajeros que la observaban expectantes, sin percatarse de los motivos de su exaltación.
Todavía en la línea, y mientras ella se bajaba del SITP para hacer transbordo al alimentador que la llevaría a su destino, Julio conectó a doña Luz Dary con su hija mayor, Érika Fautoque, como su madre, desbordada de emoción, y con su amiga, promotora y mensajera de la feliz noticia, la abogada Gloria Erazo, que hace parte de la Red Semillas Libres, encaminada a defender y promover el patrimonio agrario. Emotiva y conmovedora celebración de las tres mujeres, con el hilo conductor de Sánchez Cristo.
A la afortunada noticia de doña Luz Dary, sucedieron en cadena llamadas y mensajes de generosidad que el director de la W Radio fue reportando a la feliz beneficiaria: que un dirigente deportivo se comprometía a amoblarle la sala y la alcoba; que el Banco Mundial de Alimentos le donaba el comedor y la nevera, con mercado incluido; otros voluntarios prometieron la estufa, la lavadora y las cortinas, y un oyente, que prefirió reservar su identidad, le obsequiaba tres millones de pesos para lo que necesitara en su nueva vivienda.
Doña Luz Dary y su hija Érika retomaron al aire el lagrimeo. Oír ofrecimientos esporádicos de gente de buen corazón en un país sacudido por la violencia, el odio y la polarización, les hizo de nuevo exprimir la sal del llanto, que el colombiano emergente está habituado a repartir entre la euforia por las hazañas de la supervivencia o la camiseta de sus amores, y los tragos amargos de la pobreza y la falta de oportunidades.
Todera de la vida
En el último tramo vehicular de su destino a la huerta Polinizadores de sueños, de Ciudad Bolívar, y ya con los ánimos apaciguados por la extraordinaria noticia del apartamento, doña Luz Dary devolvió el carrete de su azarosa vida, de sus años duros de la infancia y la adolescencia, como cuando sus padres, campesinos boyacenses, llegaron a Bogotá con la prole en busca de un mejor vivir, que no fue otro que asentarse en un barrio de invasión en las goteras capitalinas, cuando el Juan Pablo I era un baldío estéril de todos y de nadie.
Recapituló las bregas y oficios que le ha tocado realizar para sobrevivir con sus seis críos, resultado de dos relaciones, que ella prefiere ahorrar en detalles, y que más bien resume como un par de experiencias desafortunadas que "aseguraron con candado y triple chapa" su ilusión de volverse a enamorar.
Recordó sus años como secretaria de taquigrafía y mecanografía (con certificado del SENA) en una fábrica de calzado de Sibaté, alternando como operaria de planta en la misma empresa, con el propósito de hacerse a unas extras para el sostenimiento de sus retoños.
Se rio de sí misma cuando se acabó ese empleo, y se vio obligada a asumir otro como camarera en un motel del 7 de agosto, donde no alcanzó a durar un año por el humillante y fatigoso trajín, y decidió irse en solitario como trabajadora informal, instalada en una esquina de la carrera 13, con calle 60, de Chapinero, frente al antiguo teatro Aladino, vendiendo prendas en croché y dos agujas, oficios que aprendió en el bachillerato.
Trajo a colación a la estudiante de modas que le encargaba tejidos y decorados para sus confecciones: bolsos, sandalias, vestidos, buzos y faldas, entre otras prendas de exportación, hasta que la incisiva persecución de la policía a los vendedores de calle se hizo inmanejable, y tuvo que desistir del negocio. Optó entonces por emplearse por días en casas de familia.
En ese ajetreo del día a día, dejando el cuidado de sus hijos a merced del vecindario, o en los centros de atención del distrito para poder responder con sus ocupaciones domésticas, o como impulsadora de productos de una empresa de aseo, hasta que Mauro, su hijo menor, enfermó, y el refugio a mano de atención y nuevos hábitos alimentarios corrió por cuenta del comedor comunitario de Bosa Palmar, de la Secretaría de Integración Social, en la alcaldía de Lucho Garzón, en 2007.
Cultura agroecológica
Ese comedor, con capacidad para 300 usuarios, rememora doña Luz Dary, fue el punto de partida de su inclusión y participación como activista en procesos comunitarios ambientales, capacitación agroalimentaria para el desarrollo de huertas con expertos de facultades de la Universidad Nacional, la provechosa experiencia con la cultura de semillas libres de químicos tóxicos, y la promoción de los mercados de los pueblos, que periódicamente circulan en distintos puntos de Bogotá y Cundinamarca, entre otras actividades relacionadas con la siembra sana, que de manera progresiva rehabilitó a su pequeño hijo de serias complicaciones de salud.
De eso ha vivido doña Luz Dary en los últimos años. Pero más que vivir, independiente de intereses personales, ha sido de convivir y multiplicar esfuerzos y logros productivos de sostenibilidad con los colectivos y escuelas comunitarias que se nutren a través de talleres y orientación agroecológica, y se expanden con la creación de dispensarios de semillas, y de la formación de custodios de las mismas, la mayoría estudiantes de colegios distritales y escuelas rurales. "De esos custodios, niños y niñas, tengo alrededor de 200, a quienes quiero y protejo como si fueran mis hijos", dice ella.
"Me enorgullezco de ser activista, guardiana, orientadora y multiplicadora de semillas. Con las huertas aprendimos todos los días a sembrar y a sumar con los milagros que brotan sanos de la tierra: desde hierbas medicinales, tubérculos como papa y arracacha (blanca y amarilla), frutales, gulupa, mandarina, mora, curuba, durazno, fresa, maracuyá; hortalizas, acelga, lechuga, cilantro, perejil, apio, tomate chonto, cherry, milano, tomate de árbol, igual que nutrientes como quinua y amaranto", explica la campesina de ciudad.
"Hasta postres vendemos para abonar recursos. Curiosamente los aprendimos a hacer por una señora evangelista del barrio León XIII que nos enseñó gratis, a cambio de diez minutos de taller bíblico. Viera la delicia de postres que preparamos. Fueron seis meses de inducción, y al final la señora nos hizo tremendo banquete para la ceremonia de graduación".
"Nuestro emprendimiento con la cultura agroalimentaria, y con otros quehaceres como postres y habilidades manuales, está fomentado en principios con el cuidado ambiental y la preservación de los recursos naturales, el agua, primordial como fuente de vida. También tenemos clara la cultura del ahorro y la inversión responsable. Falta mucho por hacer, pese al trabajo y al esfuerzo que, como mujeres cabezas de familia, algunas en situación vulnerable, dedicamos a diario en nuestros proyectos. Pero ahí vamos, con la ayuda de Dios", argumenta doña Luz Dary.
Semillas de esperanza
La abogada Gloria Erazo, postulante del apartamento que la constructora Amarilo y la W Radio concedieron a doña Luz Dary Díaz Alvarado, entre 136 historias que llegaron a la plataforma de convocatoria, pondera a su amiga y aliada de proyectos como una líder social fuera de serie, incansable en su trabajo, ávida en aprender más todos los días, y en compartir sus conocimientos y habilidades con la comunidad, creando oportunidades para quienes la rodean.
"Madre de seis hijos y abuela de siete nietos, Luz Dary es un ejemplo a seguir como activista y emprendedora, para quien no existen los imposibles. Su carácter afable, su entusiasmo en todo lo que asume, su inquebrantable espíritu de superación, no obstante, las adversidades que le ha tocado enfrentar, es de aplaudir y admirar".
"Su colectivo, Semillas de Mujeres para la Esperanza, la Vida y la Paz (Ser-Paz), que se originó en 2007 a raíz de la enfermedad de su hijo menor, que en la actualidad ha respondido positivamente gracias a la saludable nutrición derivada de los procesos de la cultura agroalimentaria sana, es un poderoso testimonio de vida, digno de replicar y fortalecer en agrupaciones comunitarias".
"Desde 2017, Luz Dary coordina el comité de seguridad alimentaria, ratificado por la alcaldía local de Bosa, y también coordina el comité de productividad local de esa conectividad, en el que están inscritas 150 personas encargadas de fortalecer emprendimientos, con asistencia y capacitación. Sus escuelas agroalimentarias, cuarenta y una urbanas y veintiuna rurales, se han expandido a regiones como Cundinamarca, Boyacá y Huila, además de la creación de la Red de Custodios Generacionales de Semillas en escuelas públicas: 80 en Bosa, 20 en Ciudad Bolívar, 10 en Soacha, 20 en Suba. Es impresionante todo lo que ha hecho esta mujer, y lo que tiene en mente por desarrollar", concluye la doctora Erazo.
Mercado de los pueblos
Es domingo 11 de diciembre de 2022 y en el Parque Bosanova, de Bosa, doña Luz Dary, fragante a cidrón, menta, lavanda y hierbabuena, coordina el mercado de los pueblos de dicha localidad, como lo viene haciendo de hace años en su ruta itinerante por Bogotá y vecinas comarcas: la instalación de las carpas que le suministra la alcaldía local, la logística, el sonido, el video beam para la proyección de las conferencias agroalimentarias, y lo más importante, la energía positiva que ella irradia a sus compañeras sembradoras y artesanas, que llegan a las seis de la mañana a organizar sus productos para la venta.
Con los ecos de la melodía decembrina que despachan los parlantes, el buen ánimo contagia a emprendedoras de la red agroecológica, y a artistas manuales, algunas víctimas del conflicto armado y del desplazamiento, que coordina el colectivo Memorias de Colombia, donde ofrecen miel de abejas, café, cacao, tortas caseras, entre otros haberes santandereanos.
En otra carpa, las hermanas Zulma y Eulalia Ortiz exhiben quesos, almojábanas, garullas, arepas, génovas y maíz tostado de Arcabuco, Boyacá. A escasos metros, está la tolda de Jackeline Quintana y Alex Méndez, productores de esencias, aceites, pomadas y ungüentos elaborados con hierbas medicinales. En el recorrido, doña Luz Dary nos relaciona con Javier Reyes y Pablo Moreno, encargados de la articulación de negocios a través de plataformas logísticas, y de los mercados físicos de Lucero Alto, Lucero Bajo, y San Carlos.
Maitte Pérez es la directora de La Voz de mi Barrio, emisora que hace parte de la Red de Medios Comunitarios y Alternativos de Bogotá, y su encuentro con doña Luz Dary Díaz se hace visible en un estrecho abrazo. "¡Esta periodista es una dura! No se imagina lo que ha hecho con sus micrófonos en favor de nosotras y la comunidad. Ella me va acompañar a recibir las llaves simbólicas del apartamento, que quedaron de entregármelo en marzo", dice doña Luz Dary, mientras las registro en la cámara.
Año nuevo, vivienda nueva
El lunes 12 de diciembre de 2022, quedará registrado por doña Luz Dary Díaz Alvarado como la fecha más importante en sus 57 años de vida: "Vuelvo a sentir los nervios de cuando don Julito Sánchez me anunció la noticia del apartamento el pasado 5 de diciembre. Esa noche la pasé casi en vela, pensando y pensando en que por fin iba a tener un techo propio, después de 34 años de estar pagando arriendo, de aquí para allá, trasteando con mis seis hijos", recuerda la señora, al borde de las lágrimas.
- Doña Luz Dary, ¿ya tiene la pinta lista para recibir esas llaves?
- Sí, gracias a Dios. El vestido y los zapatos me los regaló mi hija Érika, la mayor, tan bonita. Ahora en la tarde, voy para el salón de belleza.
- ¿Tuvo la oportunidad de conocer el apartamento?
- Sí señor, estuve en Soacha, en la urbanización Cayena 2, de Ciudad Verde, donde me mostraron el apartamento modelo. Me adjudicaron un tercer piso, esquinero, de 56 metros cuadrados, ¡qué lindura, por Dios! con tres alcobas, cocina, sala-comedor, baño y cuarto de ropas. Estoy que no quepo de la ansiedad y de la dicha.
Le tomo las últimas fotos a doña Luz Dary al lado de un canasto abundante de los benditos frutos que produce la tierra. Ella rúbrica la postal con una sonrisa que compendia la humildad, el amor y la satisfacción de quienes labran los surcos.
Ojalá que la historia hecha a pulso por esta gran mujer, sirva de ejemplo para que se repliquen millones de semillas. Y, que las promesas de los gobiernos, invocando a Dios por los menos favorecidos, no se amarillen en el papel. Por encima de la demagogia, urgen los hechos, las acciones, para beneficio del campesinado. Que no joroben más con esos tediosos y amañados discursos, que Dios ya puso su parte.
* Fotos: Ricardo Rondón y archivo particular.