Después de una infame persecución jurídica y política que lo tuvo en prisión de manera injustificada 19 meses, pues no cometió ningún acto de corrupción como lo señalaron sus opositores en su día, Luíz Inácio Lula Da Silva, fundador del Partido de los Trabajadores de Brasil, se ha convertido en el ganador de la primera vuelta en Brasil, el más grande y poblado de América Latina.
El histórico y merecido triunfo refleja la necesidad de cambio que reclamaban importantes sectores populares en ese país, el cual viene siendo gobernado por Jair Bolsonaro, otrora militar reconvertido en político –líder del Partido Liberal– y expresión de la opulenta, ultrarreligiosa y fascista derecha y ultraderecha en Brasil.
De los 156 millones de personas que podían votar, Lula Da Silva ha obtenido con el 99% de los votos escrutados, más de 57 millones de votos, los cuales equivalen al 48.4 % del total de votos.
Por su parte, el ultraconservador Jair Bolsonaro, a pesar de los contratos, la burocracia y el poder mediático a su favor, logró más de 51 millones de votos, en la primera vuelta en Brasil, lo que representa en términos porcentuales el 43.2 %.
En orden de importancia, la tercera votación la obtuvo Simone Tebet, candidata del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), un partido que fluctúa entre posiciones de centro derecha y centro izquierda, eso sí, dependiendo de las condiciones políticas del momento.
Ella ha obtenido un meritorio resultado al alcanzar los 4.9 millones de votos, lo que en términos relativos representa el 4.2 %.
El cuarto lugar lo obtuvo el candidato Ciro Gómes, del Partido Democrático Laboralista (PDT), de orientación de izquierda y que se inspira en la socialdemocracia, el socialismo democrático y el populismo de izquierda. Este candidato obtuvo más de 3.5 millones de votos, lo que equivale al 3.1 %.
El esperado triunfo presidencial de Lula, sin embargo, no se plasmó en el senado, donde se escogían a 81 senadores/as, una sexta parte del mismo.
Aquí el Partido Liberal de Bolsonaro obtuvo el mayor número de senadores (13). En escaño le sigue Unión, otro partido Conservador, el cual obtuvo (12).
El PT de Lula obtuvo 9 curules, 3 más que las obtenidas en las pasadas elecciones. En fin, que en el senado hacen mayoría los partidos de derecha.
Por su parte, en la Cámara Baja, se escogían 513 diputados/as. En esta célula legislativa el Partido Liberal de Bolsonaro obtuvo el mayor número de escaños (99), le sigue la coalición Federación de la Esperanza de Brasil, integrada por el PT, el Partido Comunista de Brasil y el Partido Verde, la cual obtiene, hasta este momento, 80 escaños.
El resto de curules están repartidas entre partidos de derecha y de izquierda, lo que nos dice que si Lula gana en la segunda vuelta se impone la negociación como norma.
De este modo, los sectores populares con Lula, el PT y una coalición de partidos de centro izquierda a la cabeza, derrotaron a Bolsonaro, que recuerdo, fue responsable por acción u omisión de la muerte de más de 700 mil personas al retrasar la compra de las vacunas como quiera que él negaba la existencia del Covid-19.
Al negacionismo pandémico de Bolsonaro hay que sumarle el llamado a talar los bosques de la selva amazónica en nombre del progreso y desarrollo, quien pudiera creerlo, justo cuando hay una creciente conciencia ambiental global que llama a proteger y conservar ese pulmón del mundo.
Pero hoy los electores en Brasil no han castigado solo esto a Bolsonaro, también han impugnado sus sonados casos de corrupción, su fanatismo religioso, el alineamiento acrítico con Donald Trump y los intereses geopolíticos de los EE. UU.
A lo que sumamos la venta de los principales activos del Estado, sus feroces ataques a las instituciones democráticas y su consabida homofobia y aporofobia –odio a los pobres, por cierto en su mayoría afrobrasileños y a quienes considera responsables de su situación de pobreza.
Lula Da Silva, en cambio, ha ganado la primera vuelta con una diferencia de más de 6 millones de votos sobre Bolsonaro porque sus electores reconocen las bondades que tuvieron las políticas sociales que implementó cuando fue presidente (2003-2010) y que significaron que millones de brasileños y brasileñas salieran del reino de la marginalización, la exclusión y la pobreza.
Al respecto debemos recordar que entre 2003 y 2010 al menos 28 millones de personas dejaron de ser pobres en Brasil y 40 millones se convirtieron en clase media gracias a las políticas incluyente promovidas por el máximo líder del PT.
De estos logros no hay duda y así lo dijeron la CEPAL y la ONU en su día: Con Lula el índice de desigualdad Gini cayó 1.1%. Este significativo logro, en parte, fue producto del crecimiento económico que experimentó Brasil y del manifiesto interés del entonces presidente de implementar políticas que redistribuyeran la renta.
Lo suyo fue más Estado sin desconocer al mercado. Estos logros se verían reforzados con el programa Brasil Sin Hambre que impulsaría después Dilma Rousseff desde su presidencia en plena sintonía con lo trazado por Lula Da Silva.
|Le puede interesar: Lula, ¿próximo presidente de Brasil?
Increíble que después de ese gran éxito social y económico Lula Da Silva terminara investigado, judicializado y perdiendo su libertad durante un periodo de 19 meses.
Recuperó la misma el 8 de noviembre de 2019. Desde entonces pensó que su retorno a la presidencia era no solo conveniente sino necesario para Brasil y para los golpeados por el régimen de Bolsonaro.
Con la calma que da el tiempo, hoy podemos decir que la derecha y el establishment en Brasil, imbuido del más puro y duro fascismo social, no le perdonó el haber sacado a millones de personas de torbellino de la pobreza. Es más, él mismo lo reconoce cuando señala que:
"Si es por ese crimen, el de llevar a los pobres a la universidad, a los negros; que los pobres puedan comprarse un auto, ir en avión... Si ése es el crimen que cometí, voy a continuar siendo un criminal en este país, porque voy a hacer mucho más". (Lula, 2018)
El posible retorno de Lula al poder es una gran noticia para los desheredados de Brasil, del mundo democrático, para la justicia ambiental internacional y para quienes quieren inaugurar un nuevo ciclo democrático con lideres progresistas en América Latina.
El gran obrero metalúrgico gana la primera vuelta en el Gigante de América en un momento en que hay gobiernos de tinte democrático y progresista en Hondura, Salvador, México, Bolivia... y recientemente en Colombia.
Aquí se ha impuesto Gustavo Petro venciendo contra todo pronóstico a una rancia, corrupta y violenta oligarquía instaurada en el poder por más de dos siglos.
Espero que Lula refrende en la segunda vuelta, prevista para el 30 de octubre, el triunfo de hoy. En Brasil el mundo se juega la supervivencia del planeta como quiera que hay que parar la deforestación acelerada del amazonas que alienta, estimula y promueve Bolsonaro.
Este ecocidio programado a gran escala de continuar traerá un cambio drástico en la circulación de los vientos y en el ciclo hidrológico de toda América y del planeta en términos generales.
Esta realidad, implicará, de igual manera, que un cuarto de la biodiversidad mundial desaparezca como lo señala la periodista Angela Reyes de CNN (2002).
A esto hay que añadirle, señala ella, que el amazonas con sus bosques contribuye a eliminar 90.000 toneladas de dióxido de carbono, sobre todo con los árboles pero también con el suelo.
Y prosigue, cuando Lula fue presidente, este redujo hasta en 83 % la tasa de deforestación. Con Bolsonaro, en cambio, los ganaderos, grandes agricultores, transnacionales mineras y empresas madereras actúan con total permisividad.
Al respecto la Organización Metereológica Mundial señala que en 2021 se perdió un 22% de área forestal en el amazonas, lo que significa doblar el registro de pérdida del periodo 2009-2018 según la periodista antes señalada.
Es oportuno que el triunfo de Lula en segunda vuelta y el ya consumado de Petro, sin lugar a duda, generen los liderazgos continentales necesarios y suficientes para crear un bloque regional que pueda situar la integración del área entre sus preocupaciones y poder así negociar con la Unión Europea y el bloque Asia-Pacifico, encabezado por China, en mejores condiciones.
La región enfrenta viejos y nuevos problemas que hay que resolver desde la urgente y necesaria interdependencia y cooperación. Juntos nos salvamos o condenamos como pueblo, sociedad, civilización.
El Amazonas es un área de un gran activo ecoestratégico para promover una diplomacia ambiental de gran espectro para el bien de la humanidad.
En este marco interpretativo y de noble actuación, es necesario desbloquear el Fondo Amazonía que ha paralizado Bolsonaro con el objeto de impedir un trabajo mundial de protección y conservación en este mega-ecosistema que países europeos y Brasil buscan promover.
Así, temas como el cambio climático, la nueva política antidrogas –que debe estar centrada menos en el punitivismo y ser considerada más como un asunto de salud pública glocal–, lo relativo a las migraciones intrarregionales, la sociedad del conocimiento y cómo enfrentar los retos del crecimiento y el desarrollo en la era poscovid-19, son temas de capital importancia que deben ser abordados desde la construcción de una agenda creativa y realista.
Además, es preciso abordar ya el fortalecimiento del Estado social y ambiental de derecho en cada uno de los países de la región, la lucha contra el neoliberalismo, la pobreza, el desempleo, los precarios salarios, el desarrollo de la democracia y la corrupción.
En síntesis, todos estos ejes temáticos deben ser parte de una nueva y revitalizada agenda social y política regional.
Ha ganado Lula Da Silva la primera vuelta, ha ganado la justicia, la democracia, el povo pobre. Y con él ha llegado el momento y otra oportunidad para que Brasil deje de ser un país rico lleno de pobres.
Enhorabuena Lula por el triunfo. Hay que vencer en segunda vuelta y a gobernar para reforzar lo bueno que se hizo y corregir los errores cometidos.
En juego largo hay la posibilidad de enmienda. Y, desde luego, han perdido los plutócratas, fascistas, el stablishment evangélico y los grandes medios [Veja, Do Globo] que apoyaban y apoyan las canalladas y las Fake News de Bolsonaro en contra de Lula.
También ha perdido el exjuez Sergio Moro, quien investigó y condenó de forma amañada a Lula en aquella investigación mediática llamada Operación Lava Jato, que fue la investigación de los poderosos de Brasil en contra del hoy ganador Lula.
Ha ganado Lula la primera vuelta. Carpe diem. Ahora toca movilizar y seducir con propuestas imaginativas al electorado que no votó por él, también hay que propiciar el establecer acuerdos programáticos con el resto de candidatos/as y por supuesto hacer pedagogía para votar mejor, pues hay más de 5.4 millones de votos nulos. Muchos de estos votos son conscientes pero otros muchos quizás no. En segunda vuelta en Brasil se opta por la vida o la muerte, la civilización o la barbarie. Con Lula decimos: Si a la vida, abajo la muerte.