La noche del 28 de octubre Luis Pérez estaba convencido de su inminente victoria. No le cabía la menor duda de que al día siguiente solo se confirmaría el liderazgo que ostentó en prácticamente todas las encuestas a lo largo de la campaña electoral; además, estaba convencido de que volvería al cargo convertido en el gobernador más votado en la historia antioqueña.
La meta -tras una “sorpresiva” y mediática alianza con el exsenador Julián Bedoya- se fijó en 1 millón de votos. Algunos hasta pensaron que el exgobernador estaría por encima del millón y medio de votos. ¡Un triunfalismo desbordado!
Pero Luis Pérez perdió en la encuesta más decisiva, y solo bastó el 35% de las mesas informadas, para saber que quien en campaña se presentó como “el mejor gobernador de Colombia” quedaría por debajo de Andrés Julián Rendón.
Siendo las 5:30 p.m. de aquel 29 de octubre solo había una pregunta orbitando en el aire: ¿Aceptará Luis Pérez la curul en la Asamblea Departamental?
Porque la derrota de Luis Pérez -así el exgobernador insista en que fue víctima de “violencia psicológica” en una campaña de desprestigio que lo pintó como el “candidato de Petro”- fue contundente y demoledora. No había nada, absolutamente nada que pelear en el escrutinio. La sombra de una elección cerrada (como la de Aníbal Gaviria y Rubén Darío Quintero en 2003) se disipó cuando Rendón le sacó una diferencia de cien mil votos.
No solo fue un resultado que consolidó el poderío la derecha en todo el departamento -con Federico Gutiérrez como su nuevo orientador-, sino el punto final de la carrera política de Luis Pérez, un político muy pragmático de 72 años que a mediados de los noventa dio el salto de la academia a la política electoral de la mano del Partido Liberal, convirtiéndose en su mejor momento en el mayor elector del departamento.
Ya esos días son historia, así Pérez, convencido de que fue víctima de una campaña de desprestigio, se niegue a reconocerlo.
En su estruendosa derrota confluyeron varios factores, porque no solo le pasó factura su cercanía con el Gobierno Nacional (solo entendida desde su pragmatismo), sino que su campaña se caracterizó por la pobreza de su planteamiento, ya que, sin mayor ánimo de pensar en grande, repitió la misma imagen y hasta el mismo eslogan que ya había utilizado en 2015.
Fue una campaña reciclada para mover un electorado que ya no era el mismo del 2015.
De ahí que resulte patético que Pérez demande ante el Consejo de Estado la elección de Andrés Julián Rendón. Quien ganó en franca lid porque Federico Gutiérrez lo posicionó estratégicamente ante un electorado urbano que buscaba un cambio, y eso era algo que Pérez no podía representar, porque desde su equipo cogobernó con Daniel Quintero, un lastre del que nunca se pudo sacudir; eso sí, en honor a la verdad, nunca fue el candidato de Petro por una razón elemental: a Petro nunca le interesó la elección del gobernador de Antioquia.
Se dice que en política no se puede dar a nadie por muerto, y eso es cierto, los tiempos cambian y las preferencias del electorado se tienden a tornar pendulares, pero yo si me atrevo a afirmar, sin la intención de sonar profético, que los días de Luis Pérez como gran elector quedaron en el pasado.
No veo forma de que se levante de su derrota mas estruendosa, y eso hasta él lo sabe, por eso, no le ha quedado más recurso que demandar la elección de Andrés Julián Rendo. Algo francamente patético.