Luis Pérez, el presidenciable invisible

Luis Pérez, el presidenciable invisible

Así tenga músculo económico y financiero, el perfil del exgobernador de Antioquia no se ajusta a lo que reclama la sociedad colombiana de cara al 2022. Una mirada

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
mayo 05, 2021
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Luis Pérez, el presidenciable invisible
Foto: Twitter @Luis_Perez_G

Dentro del abanico de candidatos que están en la carrera por la Casa de Nariño, el exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia, Luis Pérez “Lupe” Gutiérrez, ni suena ni truena. Aunque ha manifestado interés por sumarse a la contienda, integrar el bloque regional de la derecha, perfilar su proyecto político por fuera de las directrices del uribismo y en reciente entrevista expresó que soñaba con asumir el último cargo de elección popular en su vida pública (va ajustando los 70 años), bien podría afirmar que es un aspirante invisible, inviable y sin posibilidades.

Su perfil no se ajusta a lo que reclama la sociedad colombiana de cara al 2022; así tenga músculo económico y financiero. Lupe es la encarnación de la politiquería más tradicional, una especie de Vargas Lleras a escala regional, desconectado de las inquietudes de las nuevas generaciones de electores (a las que se buscó acercar condecorando a Maluma), anclado a los partidos tradicionales y seguramente será un invitado de tercer o cuarta línea en la estrategia de la derecha.

El político tradicional  

Lupe se alzó la gobernación con 816.337 votos, la segunda votación más alta registrada en las elecciones regionales de 2015, pero algo lejos de la lograda por Fajardo en 2011 (quien sigue siendo el gobernador más votado en la historia del departamento con 925.956 votos). Su plataforma se llamó Piensa en Grande y reunió un mosaico de partidos, caciques regionales (incluyendo al clan Suárez), empresarios y algo de opinión, eso sí, el GEA no lo financió (en la línea de su recordada pelea con el gran empresariado cuando fue alcalde de Medellín). Llegó derrotando al uribismo, pero rápidamente se sentó a gobernar con los diputados del Centro Democrático.

Los dos más grandes retos de su administración fueron el desarme de las FARC y lidiar con la contingencia en Hidroituango, en este punto asumió una actitud relevante y alcanzó cierta figuración nacional. Al salir de la gobernación registraba una altísima popularidad, en realidad, nunca bajó del 75% en los niveles de aprobación y en varias oportunidades despuntó en el país político, especialmente por “cazar” pelea con Santos, al punto, que sus “cartas al presidente” se convirtieron en su sello distintivo.

¿El candidato de Uribe?

Desde que estaba en La Alpujarra, Lupe venía proyectando una incipiente estrategia electoral de cara al 2022, convencido de que el clima de opinión no cambiaría, se acercó lo más que pudo al uribismo buscando tener el guiño de Uribe. Son tres los hechos que dan cuenta de esas movidas; la entrega de participación burocrática a la bancada del Centro Democrático; su sobrino mayor (sin experiencia política) aspiró al Senado por el uribismo y llegó con 28.862 votos; y, en su afán de “quedar bien” con el caudillo, su última acción como gobernador consistió en repartir un patético libro de su autoría titulado: “Álvaro Uribe: un soldado de la argumentación”.  Lupe estaba convencido de que con el favor de Uribe podría perfilar su imagen al resto del país, al fin de cuentas, sí lo logró Duque que venía de ser un gran desconocido; sin embargo, de 2018 a la fecha el país cambió y el negativo de Uribe es algo con lo que ningún candidato quiere cargar.

Mucho más a la sombra de un gobierno cada vez más impopular y desgastado, creo que Lupe entendió que debía cambiar la estrategia y tomar cierta distancia del uribismo. Su idea de ser “El que dijo Uribe” versión 2022 ya es historia.

Colombia piensa en grande

Tras comprender que al lado del uribismo se podría estancar (el mismo razonamiento que le asiste a Federico Gutiérrez), el exgobernador empezó a buscarse un espacio propio en la opinión pública. Plata y equipo no le faltan. Ha venido recorriendo el país, presentado más su perfil de empresario exitoso que de político tradicional, proponiendo un modelo que descentralice el gobierno y le reste espacio a la élite bogotana. De ahí su cercanía con el llamado bloque de exgobernadores. No la tiene nada fácil porque en una elección presidencial el factor opinión es decisivo y no el juego de aceitar maquinarias del que es tan experto.

A lo sumo, podría llegar a ser el Vargas Lleras de la elección (porque seguro buscará irse por firmas bajo el sofisma de ser independiente), amarrado a los apoyos de la politiquería tradicional y con una opinión reducida. Además, Lupe no tiene carisma, capacidad de convocatoria o don de gentes, se le abona cierta eficacia como administrador, pero no tiene una estrategia por fuera de la fórmula clásica de sumar partidos, caciques (así sean cuestionados) y maquinaria, ya está claro que esa fórmula no pone presidente.

¿Qué le viene?

Seguro seguir buscando figuración en espacios de opinión. Frente a la crisis en EPM ha terciado a favor de Quintero (lo que ha generado cierta polémica en Medellín) y es columnista de varios medios. Desde ahí presenta sus ideas y su visión de país. No son ideas renovadoras o transformadoras, solo lugares comunes en sintonía con la narrativa que promovió como gobernador. Si queda claro que no va a insistir en buscar la bendición del caudillo y que se presentará como independiente. Nada más alejado de la realidad.

No resulta muy convincente que después de 30 años haciendo política y ya con 70 años se convierta en un independiente o alternativo, más cuando siempre ha jugado con la misma estrategia; estrategia que en una elección presidencial está condenada al fracaso y que lo tiene en la posición que merece, como un presidenciable invisible.

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