Luis Morales López, 40 años de vida sindical en El Bagre

Luis Morales López, 40 años de vida sindical en El Bagre

De origen bagreño, Luis Enrique Morales López respira sindicalismo por todos sus poros y todas las 24 horas y más que tiene el día. Esta es su historia

Por: Carmelo Antonio Rodríguez Payares
julio 22, 2022
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Luis Morales López, 40 años de vida sindical en El Bagre
Foto: Cortesía

Ganarse a puro pulso un espacio en cualquier actividad humana es ya de por sí un logro digno de admirar.- Pero cuando se hace en un terreno al que se llega sin muchas expectativas y, sobre todo con los riesgos que se pueden correr para cumplir las metas, entonces merece un aplauso. De allí que haber dialogado con una persona de este nivel, sobre todo cuando la cita se da un lunes festivo en Medellín, es para quitarse el sombrero.-

De origen bagreño, Luis Enrique Morales López respira sindicalismo por todos sus poros y todas las 24 horas y más que tiene el día, a pesar de que una noche se acostó con el sueño de que sería el mejor de los odontólogos del país de la prestigiosa Universidad de Cartagena.

Insistió; pero no pudo. La razón era que para los ochenta cupos que ofrecía la universidad, la demanda para los mismos llegaba a la cifra de algo más de mil doscientos pretendientes.-

Y aunque el sueño nunca lo pudo ver convertido en realidad, hoy se siente bendecido por que a veces “uno cree tener las habilidades para algo y es la vida misma, con su manera de arreglar las cosas, la que hace que al final podamos salir airosos de los retos y los obstáculos que a diario se nos presentan”, dice el veterano líder sindical.

Llegar a ejercer esas tareas, como ya se dijo, era algo ajeno a su propia naturaleza y su modo de ser, pero le bastó una charla en la vieja caseta de la Acción Comunal de Bijao, al son de los vallenatos y de unos aguardientes, para que un par de amigos lo convencieran de que su nuevo destino estaba con ellos y de eso hace ya la friolera de cuarenta años. Era domingo, recuerda hoy.

La primaria y parte de sus estudios de bachillerato los hizo en el hoy inundado colegio de El Bagre, de donde fue “inhabilitado” por las monjas mexicanas que vieron en él y en otro grupo de estudiantes, la semilla de la inconformidad, de las pataletas continuas; en resumen, de los “marxistas” en formación y por eso tuvo que matricularse en el 4º de bachillerato en el Liceo Santo Cristo de Zaragoza de donde egresó en la promoción de 1978.-

Con él también tuvieron que hacer sus maletas Carlos Arturo Toro Gil, Edinson Martínez, Jhon Jairo Hoyos, Oscar Vanegas Ospino y las hermanas Blanca y Amparo Marín; unos para Zaragoza y otros para Medellín, según el músculo económico de las familias.- Otra cosa que jugó en favor de aquellos expatriados era que nuestro liceo carecía de la licencia para expedir diplomas. En otras palabras, no existía el grado sexto, hoy once.-

Y como la vida se las trae, al llegar al colegio de Zaragoza se encontró que había cierta inconformidad con el rector de entonces, Jesús Claver Martínez, más conocido como Chucho Blanco, lo que hizo rebotar el ánimo de los estudiantes, que a sabiendas de que el funcionario contaba con el apoyo irrestricto del alcalde Rafael López Mejía, se le pararon en la raya y con una serie de marchas y 20 días de cese de actividades, lograron su cometido y el rector tuvo que salir del cargo porque además buena parte de la planta de los educadores ayudaron a su salida.

Advertido por su papá, Luis Morales Torres, de que se alejara de cualquier acto de protesta porque aquella era su oportunidad para terminar el bachillerato y no tenía nada al frente como irse a estudiar a otra parte, se abstuvo de aparecer en la primera línea en aquellas jornadas estudiantiles.

Graduado pero sin mayores expectativas, su padre lo ayudó para que se enrolara en la empresa Tecnoval en calidad de representante del personal que había contratado la compañía minera para la construcción de la draga número 10, la Dobaibe, tareas que se cumplieron en los terrenos en donde hoy funcionan las oficinas de Comfenalco, en predios del sector de Pueblo Nuevo.

La función asignada era anotar los tiempos de trabajo y las novedades que se presentaran con el personal traído de diversas regiones del país, en especial de la Costa Atlántica, reconocida por ofrecer la mejor mano de obra en actividades como la soldadura, el torno y los famosos paileros; con el fin de adelantar la tarea colosal de armar, como se hace con las piezas de un rompecabezas, uno de estos armatostes metálicos utilizados para extraer el oro de los ríos.- Las famosas dragas de cucharas.

Allí se cruzó con el ingeniero Gonzalo Gómez Vargas que a su vez era el enlace entre Tecnoval y la empresa Mineros, y una vez concluyeron las obras y la draga fue capaz de cumplir con el propósito para la que fue diseñada, tuvo la fortuna de ser vinculado a través del ingeniero José Serrano para ocupar una plaza en oficios varios, hecho que se materializó el 8 de septiembre de 1980 en la sección conocida como los “Chiveros”.

Pensó que aquel trabajo sería una especie de escampadero porque la ilusión era convertirse en profesional, así no hubiera logrado su ingreso en aquella universidad a la que le tiró dos piedras y no le abrieron la puerta.- Se enamoró y por ahí mismo se dio cuenta de que con los ingresos obtenidos lograba independizarse del techo familiar y, sin dudarlo mucho, formalizó su relación con la mujer que le había quitado el otro sueño, de nombre Vilma Garcés, la que con el correr de los años le permitió ser el padre de su dos hijos: el Ingeniero en Telecomunicaciones, Cristian Erasmo y Luis Enrique, abogado especialista en Derecho Administrativo y Minero ambiental.-

La suerte estaba echada. En 1981 falleció el presidente del sindicato de la empresa, un abanderado del Partido Comunista, Hernando Medina Gil, que arrastraba una crisis a raíz de los malos resultados de la huelga de 1979 que duró 71 días; mientras que por el otro lado estaba Elkin Gabriel Zapata de la línea del Moir. A este último lo despojan del fuero sindical y es cuando aparecen los nombres de Gustavo de la Ossa Fernández, Leonel Prado, el famoso “Guambi” e Ismael Echavarria, y con ellos comienza a labrarse su propio destino, cuyo primer escalón era hacer parte de la nueva junta que se debía integrar en pocos días.

Su nombre apareció en el quinto renglón de la plancha, ya de por sí con escasas posibilidades para acceder a un escaño, pero resulta que de los diez integrantes la suya logró elegir a siete; mientras que sus rivales se quedaron con los tres.- Fueron ellos: Luis Buelvas, Hernán Ibarra, el profesor y Carlos Ortega. Ya estamos en el mes de febrero de 1982 y con el cargo de Tesorero del Sindicato de Trabajadores de la empresa Mineros de Antioquia, como se llamaba entonces, estaba listo para dar las luchas que vinieran, las que nunca imaginó que fueran fáciles.

Con unas relaciones obrero-patronales en el peor de los mundos, presentaron el pliego respectivo y llegada la hora cero tomaron una decisión cuyas consecuencias hubieran causado una tragedia económica. Resulta que desde la planta de energía de Providencia dieron la orden de suspender el servicio y las dragas se paralizaron con las escalas abajo. Esto significaba que estos enormes aparatos quedaron con las cucharas cargadas de material a 30 metros de profundida y a punto de hundirse.-

En ese tiempo existía la norma de sellar todos los elementos y cerrar puertas en la llamada hora Cero, para que ni los patronos ni los trabajadores ejercieran tareas mientras duraba el cese de actividades. 49 días después, con la soga al cuello y con la draga a 5 a punto de hundirse, firmaron el acuerdo, que el calificó de bueno porque la empresa, representada por el ingeniero Gabriel Jaime Gaviria, tenía la seria pretensión de anular una claúsula mediante la cual se ponía a tambalear la estabilidad laboral.- Sin ella, la empresa justificaba cualquier despedido sin el respectivo cumplimiento del debido proceso y por ello se logró el reintegro de más del 80 % del personal que había sido despedido.-

Debido a este arreglo, la empresa decidió sacar de su cargo al gerente local y poner en su remplazo al ingeniero Gonzalo Gómez Vargas, mientras que desde Medellín despachaba Juan Fernando Rico García, en medio de un clima cada vez más lleno de confrontaciones entre las partes. Sin embargo, destaca hoy Luis Morales, la llegada del ingeniero Gómez Vargas se tradujo en los mejores entendimientos entre el sindicato y la empresa; se limaron las debidas asperezas, tuvieron el tiempo suficiente para fumar la pipa de la paz, de suerte que cuando llegó el momento de presentar el nuevo pliego de peticiones, no hubo necesidad de hacer el recorrido por las etapas que para entonces establecía el Código Laboral. Era 1984.

De aquellos logros, hoy recuerda la cesión de los terrenos que por años sirvieron para construir las corralejas decembrinas, los cuales pasaron a manos del sindicato y con el apoyo de Comfamiliar –Camacol, que presidía Alfonso Núñez Lapeira, se construyeron 37 viviendas para los trabajadores que decidieron ponerle el nombre al nuevo barrio de Primero de Mayo.- Así ocurrió con el sector de los Comodatos de Abajo, que eran unas casas forradas en láminas de acero a la costumbre gringa, en donde, además de las 24 ya establecidas, pudieron entregar 150 lotes a igual número de trabajadores y fue entonces cuando nació el barrio El Bosque.

La lucha continuaría con una serie de aciertos, errores y muchas anécdotas más y es necesario hacer un respiro para seguirlas narrando.

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