Bastó que Luis Carlos Galán fuera vilmente asesinado (lo cual lamentamos profundamente), para que se convirtiera en un mito y en un mártir. Pero en realidad no era ni mucho menos la esperanza para esta nación y su maltratada gente. Era sencillamente uno más del establecimiento, de la misma oligarquía colombiana que sigue manejando el país a su antojo. No era un hombre de centro y menos de izquierda. Era compinche y protegido de César Gaviria, quien lo heredó resultando bien de derecha y el presidente más neoliberal de los últimos tiempos con las ideas galanistas.
La imagen y mito de Galán fueron vendidos en un efectista cartel. Era más imagen que ser. Los dirigentes galanistas eran niños bien, yuppies de moda, delfines políticos como Vargas Lleras y otros similares ultraderechistas. Mucha gente los seguía más por moda, y trataron de vender que era muy ‘in’ ser galanista. Y algo resultó porque muchos de ellos no tenían ni idea del ideario galanista, si es que algo de ello existía. Hoy nadie puede probarlo o mostrarlo, salvo unos emotivos discursos de cajón, mal imitando a Gaitán, ese si más genuino.
¿Quién mató a Galán?
Se dice que era enemigo del narcotráfico, pero también fue señalado de estar comprometido con dineros calientes (algo que hasta donde sabemos no se probó, como a muchos). Su asesinato aún no está esclarecido. Se castigaron a inocentes como Alberto Hazbum (QEPD). Y el único dicen probado es un político, colega suyo, del mismo establecimiento, el liberal Alberto Santofimio Botero, ese si mejor orador que Luis Carlos.
Dicen hay otros sospechosos al mismo estilo. Allí está preso el exjefe de la inteligencia colombiana, general Miguel Maza Márquez. Se señaló a otros dos oficiales (el coronel González y el mayor Montilla). Y siguen buscando más, por el estilo. Entonces los narcotraficantes ¿lo mataron, o no? ¿O fueron los paramilitares? ¿O fue el establecimiento porque sería amenaza para los viejos políticos tradicionales?
El camarada de los Pastrana
Para saber de qué estaba hecho Galán y lo que realmente pensaba, hay que recordar sus ejecuciones y acciones como funcionario público. Nada menos que fue ministro de educación de una de las administraciones más conservadoras de la historia, con Misael Pastrana Borrero, quien dicen le rapó el triunfo electoral al popular general Rojas Pinilla el 19 de abril de 1970, con apoyo del padrino de Galán, Carlos Lleras Restrepo. De allí nació el M-19. Su jefe era el papá del ‘niño’ Andrés Pastrana, que luego también fuera presidente igual de godo (además de alcalde de Bogotá). Galán fue subalterno y por lo tanto ‘cómplice’ en un gobierno que la historia sigue cuestionando su legitimidad.
El golpe “galanista” a la educación
Pero veamos como atentó contra la educación colombiana. (Así nos lo refrescó hace unos 10 años, el profesor Ulises Babilonia en Sapere Aude). “El 22 de febrero de 1972 siendo ministro de educación nacional Luis Carlos Galán, expide el decreto 223, o Estatuto Docente. En este decreto se establecían una serie de medidas que eliminaban los derechos gremiales y políticos conquistados por los maestros colombianos en sus luchas de los últimos años. Se les quitaba la posibilidad de organizarse sindicalmente y se les negaban los derechos de contratación colectiva y de huelga bajo la denominación de empleados públicos. Adicionalmente se dividía a los maestros en una serie de categorías que se hacían inalcanzables y que llegaron a ser ridiculizadas hasta por la prensa oficial; y, como si fuera poco, se dictaban disposiciones que impulsaban la pérdida de la estabilidad laboral”.
Los maestros de secundaria a nivel nacional fueron los primeros en declarar cese de actividades en contra del Estatuto, posteriormente lo hizo la Federación Colombiana de Educadores que convoca a un paro nacional en el mes de marzo. El gobierno, con Galán a la cabeza del ministerio, lo declara ilegal e implementa medidas como la del Estado de Sitio para restarle posibilidades de acción; amenaza con el cierre de colegios y prohíbe las reuniones y manifestaciones; no obstante, la fuerza del movimiento es tan importante que logró la suspensión del estatuto de Galán. (Cristancho, V. 2006)
FECODE y el gobierno de Pastrana negociaron la finalización de la huelga llegando a dos acuerdos centrales: se conformaría una comisión o consejo asesor para la elaboración de las normas del escalafón y el Estatuto Docente, y, así mismo, se concertarían los aumentos salariales para el siguiente año. Nada de esto fue cumplido por el gobierno (que ya tenía el sello de Galán), la negociación resultó ser un fraude para los maestros.
Para 1973, aunque Galán ya no era el ministro (había sido enviado embajador a Italia por el mismo gobierno), Pastrana amenaza con presentar al Congreso de la República un nuevo Estatuto Docente en el que se mantendría la idea de eliminar los derechos adquiridos por los educadores en sus luchas anteriores. De la misma forma, dejó de pagar el reajuste salarial y las prestaciones sociales correspondiente a ese año, no permitió la nivelación de los sueldos de los profesores de primaria y secundaria e impulsó destituciones de maestros en varios departamentos; por estos hechos un nuevo paro nacional fue convocado para el mes de agosto de 1973. Este paro fue reprimido duramente por el gobierno y condujo al cierre de la Universidad Nacional y a la destitución de más de mil activistas docentes en todo el país. Allí estaba la huella y legado de Luis Carlos Galán.
Galán el llerista-turbayista
Pasaron unos buenos años. Bajo la tutoría e influencia del gran oligarca liberal Carlos Lleras Restrepo, en 1982, no hay duda que Galán al dividir al Partido Liberal facilitó el inesperado triunfo del conservador Belisario Betancur, donde fue perdedor Alfonso López y Galán sería el tercero. Para 1986 con la lección aprendida retira su candidatura y apoya a Virgilio Barco del viejo liberalismo quien gana de forma contundente. En 1987 de la mano de su amigo político Julio César Turbay Ayala vuelve al redil del Partido Liberal. En 1989 es elegido candidato oficial de ese movimiento, lo cual le avizoraba un triunfo casi seguro. En realidad, se había acabado el Nuevo Liberalismo creado por su mentor, Carlos Lleras Restrepo y Galán para poder ser presidente había vuelto a la vieja política que tanto detestaba (algo así como vender al alma al diablo). Pero luego ocurriría su lamentable asesinato, el 18 de agosto en plena campaña.
Luis Carlos Galán sigue siendo un tabú más prefabricado por los grandes medios de comunicación colombianos (con sus amigos columnistas y periodistas incluidos), felices de preservar una historia que vende. Era un político más, que aprovechaba momentos de coyuntura con temas sensibles como el narcotráfico y su enorme poder, la extradición, su cierta frescura de imagen frente otros aburridos como Serpa, Samper, Durán Dussán, Santofimio, etc. Pero no prometía nada evidentemente distinto. Su historia nos la venden (e inventan) como el mito de Bolívar (quien más que ‘Padre de la Patria’, fue progenitor del Partido Conservador Colombiano) hoy desnudado en obras como “La carroza de Bolívar” y otros trabajos similares.
Si Galán viviera
Ahora, si Galán estuviera vivo, sin duda el país seguiría igual o peor en manos de la Casa Gaviria, la Casa Galán, la estirpe samperista y afines. Miremos no más las andanzas de sus hijos. El uno ofició hasta hace poco como jefe del ultragodo Cambio Radical de propiedad de Vargas Lleras. Y el otro algo despistado en el mismo Partido Liberal que tanto combatió, criticó y denostó su progenitor. Está aliado y hermanado con los mismos ‘enemigos’ políticos del movimiento que renegó su viejo, tipo Serpa y Cristo (herederos de Samper y Durán Dussán –QEPD). Juan Manuel Galán (de figura ‘chespirinesca’) sigue usufructuando la imagen del afiche de papá, ya que, de propuestas propias, nada que ver. Entonces, ¿cuál es el legado de Galán, aparte de la huella y actuaciones dejadas en contra de los educadores colombianos?
Apostilla: Me disculpan los galanistas extremos acostumbrados a tanto consentimiento y elogios, pero la información sobre estos personajes reconocidos y famosos, debe ser balanceada. Los grandes medios aún tienen sesgo en estos casos (y tal vez intereses ocultos), lo cual no contribuye a fortalecer la democracia y a un periodismo más objetivo (menos arrodillado al sistema).