Hace algunos días fue la votación en el Concejo de Medellín de uno de los proyectos más ambiciosos que pretende dar trámite en la administración de Daniel Quintero: la transformación del Olaya Herrera, tanto en su estructura administrativa para hacerla una Empresa Industrial y Comercial del Estado —el mismo proceso que sufrió el año pasado la Fábrica de Licores de Antioquia (FLA)— como en su estructura física pues permitirán que este espacio se convierta en un parque ecológico y en un gran pulmón verde para la ciudad.
El proyecto fue votado el pasado 27 de abril y, como dice el alcalde Daniel Quintero, se perdió en democracia el primer paso para iniciar el proyecto, pues la mayoría eligió el no, anteponiendo egos políticos a la calidad de vida de los ciudadanos y negándoos la posibilidad de tener un respiro a esos momentos del año en que la ciudad es absolutamente contaminada.
Uno de los votos decisivos fue el del corporado Luis Bernardo Vélez, quien hace parte de Independientes, el movimiento de gobierno que avala al alcalde Daniel Quintero Calle; y no es que tenga que decir a todo sí, es que este proyecto representa una de las banderas del movimiento y de la administración: la ecociudad. Su voto fue mucho más que un simple no, representa una traición a sus electores quienes creyeron en él para hacer realidad narrativas de ciudad alejadas de la vieja manera en la que se asume que solo el cemento genera progreso.
Luis Bernardo Vélez lleva varios periodos en el Concejo de Medellín, conoce perfectamente el juego de poderes que el recinto representa y los movimientos que debe hacer para ganar más, pero también tenía una de las secretarías más importantes y se supone que busca el bienestar social. ¿Su voto negativo fue presión?, ¿o quizás, como en otros mandatos, perdió los ideales que lo llevaron a hacer una coalición?
Lo cierto y triste del caso es que por esta vez se perdió la oportunidad de tener un pulmón verde para los medellinenses y de vivir verdaderos escenarios de transformación. Más que un jaque mate para la administración, la jugada de Vélez perjudicó la calidad de vida de las personas, esas que dentro de unos años volverá a mirar a los ojos y decirles que busca su bienestar, pero que en sus decisiones de ciudad no lo refleja.
Perdió la ciudad, no el alcalde.
