A sus casi 68 años, Luis Alfredo Ramos ha ocupado todos los cargos públicos que la democracia les ofrece a las personas de bien. Fue concejal de su natal Sonsón, diputado de la Asamblea de Antioquia, representante a la Cámara, presidente del Congreso, alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia, ministro de Estado y embajador.
Ramos está en la cárcel desde agosto de 2013. La versión oficial dice que su detención obedeció a supuestos vínculos con paramilitares. Sin embargo, Ramos fue arrestado en momentos en que figuraba como visible y prometedor precandidato a la Presidencia de la República, lo que, al lado de otras circunstancias, hace cavilar maliciosamente respecto de los móviles de su captura.
Una de esas otras circunstancias consiste en que la justicia ha sido evidentemente manipulada por una sarta de testigos mentirosos que, no obstante su ventaja procesal y mediática, no han podido ocultar su propósito aciago ni han podido mantener ocultos a sus siniestros padrinos.
Ramos nunca ha negado que a mediados de la década pasada hubo una reunión en el municipio antioqueño de Bello a la que él asistió y en la que también hizo presencia el otrora jefe paramilitar Ernesto Báez. ¿De qué hablaron? Pues conociendo el talante de demócrata de Ramos es evidente que su interés no era otro que escuchar a los cabecillas de las autodefensas y, como senador, transmitirle al Gobierno las inquietudes de éstos en torno a su proceso de desmovilización.
Pero aquel encuentro fue satanizado pese a que Báez tenía salvoconducto o permiso del Gobierno por su calidad de vocero de los paramilitares en proceso de dejación de armas.
Vaya trato distinto: mientras actualmente es un honor viajar a La Habana y abrazarse con los guerrilleros, a quienes como Ramos se reunieron con los paramilitares para que dejaran de asesinar más se les criminalizó y se les envió a la cárcel.
¿Acaso cuál es la diferencia entre guerrilleros y paramilitares? ¿Será tal vez porque los primeros matan pobres en nombre de los pobres? ¿O porque la cocaína de las Farc y del Eln es distinta a la que envían a Estados Unidos y Europa el resto de narcotraficantes? ¿No será que el famoso ‘enfermero’ de las Farc, el mismo que les practicó más de 500 abortos a niñas guerrilleras, es igual o peor a los dementes paramilitares que utilizaban la motosierra?
Pero volvamos al tema de Ramos. Al menos tres testigos han declarado falsamente contra él. Y aunque del tema de los mitómanos ya se ha ocupado la Fiscalía, Ramos lleva insólitamente 31 meses encarcelado.
Uno de los “testigos” contra el ex gobernador de Antioquia
se llama Carlos Enrique Areiza, quien es todo un “Pitirri”:
aquel farsante que vive en Canadá de cuenta de los impuestos de los colombianos
Uno de los “testigos” contra el ex gobernador de Antioquia se llama Carlos Enrique Areiza, quien es todo un “Pitirri”: aquel farsante que vive en Canadá de cuenta de los impuestos de los colombianos y que algún sector de la prensa calificó en su momento como el “testigo estrella” de la parapolítica.
Areiza aceptó cargos hace un año por todas las mentiras que le pidieron decir contra Ramos: que lo vio en varias oportunidades en reuniones con Báez y Vicente Castaño y que ese mismo Castaño le dio plata a Ramos para financiar una de sus campañas al Congreso.
De acuerdo con la versión digital de la revista Semana (enero 19 de 2015), Areiza escribió una carta en la que sostuvo que testificó contra Ramos “a solicitud del hoy senador del Polo Democrático Iván Cepeda”.
El propio Areiza advirtió que “he venido recibiendo presiones por parte del señor Iván Cepeda para que declare ante la Corte y me ofrecieron 100 millones de pesos si yo les colaboraba o si no me iban a hacer la vida imposible en la cárcel y mi familia iba a sufrir las consecuencias (…) si yo no enredaba (entre otros) al exgobernador de Antioquia Luis Alfredo Ramos”.
Y aunque Cepeda negó los señalamientos hechos en su contra por Areiza, con el argumento de que son producto de su imaginación, sí llama la atención que las autoridades hasta ahora no se hayan tomado un momento para investigar semejante acusación, máxime cuando de por medio está la libertad de un ser humano.
Mientras tanto, en la Corte Suprema, donde se adelanta el juicio contra Ramos, el tiempo parece haberse detenido. Ya ni siquiera la prensa se volvió a ocupar del caso.
No sobra recordar que la detención continua e indefinida de una persona constituye una de las peores arbitrariedades. Dos años y siete meses distan mucho de un período razonable y más bien puede considerarse una forma de tratamiento cruel, inhumano y degradante.
P. D. El 17 de enero pasado, desde su sitio de reclusión, Ramos le envió una emotiva carta a su esposa, María Eugenia Maya, en la que le dijo: “Me dolió muchísimo no poder compartir en familia el aniversario de los 40 años de nuestro matrimonio (…) Si no estuvieras conmigo, no hubiera podido resistir la dura prueba que estoy viviendo. (Mis amigos) se han constituido en un gran alivio en la soledad de este tortuoso encierro”.