Las elecciones del 13 de marzo de 2022 (para Congreso de la República) fueron simultáneas con las tres consultas realizadas por algunas coaliciones de partidos destinadas a escoger los respectivos candidatos únicos a la Presidencia de la República. Voces provenientes de diversas posiciones del espectro político han hablado en voz alta, media y baja de “fraude” electoral. Tema delicado. Posición peligrosa frente a la actual explosiva polarización política y los velados o abiertos anuncios de no aceptación de los resultados no favorables.
Tratemos de aportar algunas luces a un tema verdaderamente espinoso, crítico. Sobre todo frente a las elecciones presidenciales en dos vueltas de mayo-junio de este año. Muchos logros y prestigio de la reconocida democracia electoral colombiana están en peligro. Se impone reflexionar sobre lo sucedido, actuar para corregir.
El prestigio electoral de un país forma hace parte de su prestigio político
El prestigio de un país es algo complejo. En él juegan muchos factores. Muy importante es el de la “pureza de sus elecciones”, que deben ser limpias y sin mancha, también justas, verificables, auditables y sin sombra alguna de duda. El desarrollo de un país no es solo económico, al lado de este existe el “desarrollo político”.
Un país con elecciones disputadas bajo estrictas reglas de juego, es un país con prestigio. Colombia en materia electoral ha gozado de merecido prestigio universal. La democracia colombiana, no siendo perfecta (¿alguna lo es?), es ejemplar en el concierto del tercer mundo y aun frente a países del primer mundo.
De un comparatista: “Si usted solo se mira su propio ombligo puede terminar creyendo que es o el más lindo del mundo o el más feo del universo, pero si lo compara con otros ombligos puede llegar a decir que, si bien no es el más bonito del mundo, tampoco es el más feo y rematar afirmando —más o menos satisfecho— está en la media”. Al ónfalo de Delfos le era bastante aproximado el de la Atenas de Pericles y el de Colombia es muy aceptable en materia electoral. No hay que dejarse arrear por los pesimistas profesionales, pese al aciago domingo de 13 de marzo.
Algunos procesos de democratización del tercer mundo favorecieron la universalidad del sufragio
En los países del que sería llamado el Tercer Mundo, hubo elecciones muy esporádicas en el siglo XIX. Colombia y Haití (Haití, ¡quién lo creyera ¡) fueron de los pocos países que realizaron elecciones con cierta continuidad. África y Asia, que solo conquistaron la independencia política después de la Segunda Guerra Mundial, quedaron marginados de los procesos electorales hasta la llegada la independencia. Sudáfrica mantuvo el voto de color de la piel, hasta la caída del apartheid. Cuando llegaron esos procesos, casi todos se vieron afectados por el fraude, la corrupción, el autoritarismo, el caudillismo, el partido único, el golpismo y el pretorianismo.
Colombia, estuvo al margen de varias de estas conductas. Diferenciándose de algunos países de la Europa autoritaria -hundidos en las elecciones no competitivas del nazismo, el franquismo y el estalinismo-, el sistema político colombiano fue y ha sido razonablemente poliárquico y alternante en la rotación en los cargos parlamentarios y del ejecutivo. Su bipartidismo hasta 1991 fue el segundo o tercero más antiguo del mundo.
Durante todo el siglo XX hubo en Colombia un solo golpe de facto y un solo caudillo. Jamás ha conocido el partido único y hasta el Frente Nacional ha sido visto por algunos expertos como medio eficiente para el logro de momentos de paz. El proceso de 1991 siguió la ruta trazada, con altibajos sí, pero nos ladran Sancho.
Un día para no recordar
Sin embargo, lo sucedido en las elecciones de Congreso de este año es no solo atípico, sino también preocupante porque ciertos comportamientos cívico-electorales se han visto languidecer, al igual que algunos logros reconocidos por la opinión pública internacional que nos aseguraban la confianza en nuestra organización electoral. Las observaciones internacionales daban fe de esto. Pero llegó el día “E”, en mala hora.
En esa infausta fecha se dio una diferencia de 1.500.000 votos entre el “preconteo” y el escrutinio. Súbito se gritó al fraude. De la colocación de algunas mesas de votación se dijo que hubo ineficiencia. Se afirmó que los sistemas no funcionaron correctamente. Se lanzaron anatemas por la deficiente preparación de los jurados de mesa. De los testigos electorales de ciertas campañas se dijo que desconcentraron a los inexpertos o mal preparados jurados con presiones indebidas, gritos y manoteos. Los auxiliares de la organización electoral y otros órganos autónomos se vieron desbordados.
Con los formularios de preconteo de mesa (los benditos E-14) los aturdidos jurados se volvieron un “ocho”. En la transmisión de datos de los centros de acopio a la central de recepción, hubo incordios. Sobre los contratistas de sistemas se dijeron frases irrepetibles. Y, naturalmente, se exigieron renuncias, suspensiones o nombramientos ad hoc y hasta juicios de responsabilidad a nominadores. Una Comisión Nacional de Seguimiento fue creada o reunida. Troya o la “pagaille” de Doriand.
Sobre la propia Organización Electoral recayeron rayos y centellas. Antes, se decían cosas muy favorables. Y con razón. Un mal momento no puede empañar un reconocimiento internacional muy favorable. Miren otros ombligos. Comparen sus ónfalos con otros vecinos. Con numerosas e históricas Observaciones internacionales nos ido muy bien. Me consta.
Elemento de especial observación debe ser la autonomía de la respectiva organización electoral
Para ser viable una democracia se necesita -en el aspecto electoral- tres supuestos:
-Un órgano electoral con independencia financiera, autonomía funcional y administrativa. Mayor en la Registraduría Nacional del Estado Civil-REGINAL que en el Consejo Nacional Electoral-C.N.E.
-Un órgano electoral garantista que asegure una real igualdad de oportunidades a candidatos y partidos de gobierno y oposición. El binomio electoral colombiano lo ha sido y si lo dudáis mirad el entorno histórico y el actual. Ved y comparaos con otros ombligos.
-Un órgano electoral riguroso en el desarrollo de los procesos electorales. Profunda admiración ha causado en el concierto de órganos electorales de acullá la celeridad en la entrega de resultados de su par colombiano. Primeras vueltas conocidas en sus resultados de preconteo dos horas después. Segundas vueltas ídem hacia las 4:30 o 5 pm. Me consta. Si embargo, siempre dije y seguiré diciendo que es bueno el cilantro, pero no tanto. Un dato “soltado” demasiado rápido y erróneo puede ser como agua derramada, difícil de recoger. Peor, conflicto seguro. Hasta armados. Casos se han visto.
Es en este último aspecto -el desarrollo del evento electoral de marzo 13- donde se han observado mayores fallas, antes no muy frecuentes, como ha sido reconocido por muchas Observaciones electorales en el curso de la historia de Colombia.
La observación internacional de los procesos electorales de Colombia
Han sido recurrentes y sin interrupciones. Jamás Colombia les ha negado el ingreso. En ellas se ha constatado que las elecciones son percibidas por los electores como algo valioso para la vida social y política del país. Múltiples procesos eleccionarios han mostrado y certificado elecciones que se han desarrollado habitualmente sin grandes violencias. Se ha constatado que con ellos se ha permitido acceder al poder sin violencia, fraude o constreñimiento de los electores. Pero, en las recientes elecciones algo cambió sustancialmente debido a sospechas de fraude, a presunta corrupción “administrativa”, según algunos, y de corrupción “política” según otros. De esta última, ciertos candidatos y partidos han hablado de corrupción “electoral”.
Frente a estas acusaciones, algunos analistas han visto más que actos de corrupción política cierta ineficiencia “técnico-administrativa” por el lado del órgano electoral. Otros se han ido por el lado de acusar de corrupción a jurados y testigos. Enojosa situación para dicho órgano. Lo electoral es un método socialmente valioso. Cuidarlo es asunto esencial. De Estado y no solo de gobiernos. Es que con las elecciones se conforma el poder de un país. Nada menos…
El método electoral es una conquista de la humanidad democrática
El electoral es un método y una filosofía que necesita ser cultivado, perfeccionado y cuidado por autoridades electorales imparciales, honestas y garantes de la paz social, del libre juego de las ideas sin persecuciones, odios, exclusiones o menoscabo de la personalidad de los electores. Deben entonces las autoridades electorales actuar con la honradez y dignidad de funcionarios probos y de igual manera deben actuar los magistrados investidos de autoridad electoral jurisdiccional.
De todos ellos se esperan actuaciones guiadas por conductas plenas de honor, probidad, grandeza de ánimo, vocación de servicio y moralidad, altruismo, justicia, honradez y ausencia de pasión partisana, partidista, partidaria, facciosa. En consecuencia, todos deben velar por una participación ciudadana guiada por el principio de solidaridad y moral social. Esta forma de participación es responsabilidad de todos sus componentes.
Pero sobre algunos momentos y actividades del 13 de marzo recae un manto de sospecha. Mala cosa. Esto no lo habíamos visto nunca. O, en el límite, jamás en estas dimensiones. Recapacitar. Actuar. Corregir. Son acciones que se imponen como tarea no de gobierno sino de Estado. No solo de este, sino de toda la Nación colombiana.
No caben la indiferencia, la apatía o la desideologización. Recuperar el prestigio de nuestro sistema electoral es tarea inaplazable. En ello nos va el futuro, porque de no ser así vamos a darles a los enemigos de la democracia pabilo para mantener nuestra legitimidad bajo permanente sospecha. Y no lo merecemos. A los encargados de las próximas elecciones presidenciales exijámosles seriedad, probidad, eficiencia y responsabilidad. Nunca es tarde.