Lucy: ridícula y maravillosa

Lucy: ridícula y maravillosa

Pretenciosa, artificial, pero este postre visual es récord de taquilla

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octubre 02, 2014
Lucy: ridícula y maravillosa

Los palos que recibió Luc Besson después de estrenar Juana de arco lo llevaron seriamente a pensar en dejar a un lado el mágico oficio de hacer películas. Durante cinco años se guardó en su mansión a atiborrarse de malteadas saturadas de chantilly y hamburguesas. Su esposa y musa, Milla Jovovich, le pide el divorcio y al bueno del Luc no le queda otra que aceptar y pasar el trago amargo en una villa francesa revolcándose en el fango con Gérard Depardieu, el actor con el que nunca ha compartido un plató pero sí infinidad de banquetes pantagruélicos.

Y entonces un día volvió a salir el sol, Besson se restregó los ojos y se encontró enorme y con muchas ganas de hacer cine. Se sienta frente a un computador y uno a uno los guiones van cayendo. La década pasada no fue otra cosa que el intento desesperado de un hombre por volver al éxito que había conseguido en filmes como Nikita o Subway. El talento tenía que estar ahí, sino hubiera sido imposible que realizara, en el corto periodo de ocho años, Azul profundo, El perfecto asesino y El quinto elemento, tres películas tan extravagantes como maravillosas. Pero por más que se invocara, esa brillantez obtenida a finales del siglo pasado parecía haberse escurrido para siempre. Una tras otra sus producciones fueron cayendo en el desprecio absoluto de la crítica, el público y sus otrora fieles e incondicionales fans.

lucy 7 - Lucy: ridícula y maravillosa

Se relaja como no lo hacía en catorce años y recuerda que un rodaje también es una fiesta, sobre todo si estás en París. La historia a filmarse es tan rocambolesca como improbable: una mujer que al estallársele una droga dentro de su cuerpo obtiene el privilegio de usar el ciento por ciento de su capacidad cerebral. Los primeros veinte minutos no lo puedes creer, contrario a todo lo esperado la película no solo funciona sino que te tiene aferrado a la butaca, sufriendo por la pobre e indefensa Lucy rodeada de implacables depredadores. No sudes ni tiembles demasiado, ya has visto el tráiler en el cine, seguramente a esta altura del partido ya te habrán contado la película completa, así que no te preocupes, ya va a llegar el momento en que la mona pueda salir de ese cuarto de tortura y a golpe de inteligencia, fuerza y precisión ella solita consiga desarticular a toda la red mafiosa taiwanesa liderada nada menos que por Min-sik Choi, el entrañable Old-Boy.

Pretenciosa, artificial, imposible, pueden ponerle los objetivos que quieran, pero por una razón que no llego a comprender, el barroquismo de Lucy es como el teflón de Dios que lo aguanta todo. ¿Qué nos importa que las teorías expuestas por el siempre explicativo Morgan Freeman no sean creíbles y que muchas veces rayen la ridiculez y la improbabilidad? ¿Qué nos puede importar eso si nos estamos divirtiendo como niños viendo El quinto elemento? La magia que alguna vez se creía perdida ha vuelto para este artesano que fabricó El perfecto asesino, acaso la mejor película de acción de todos los tiempos.

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El público, siempre tan sabio y tan consecuente con sus emociones primarias, así se lo ha reconocido en taquilla. En Colombia, después de tres semanas de su estreno, la han ido a ver 543.000 espectadores ubicándose como la número uno en este periodo del año. La gente quiere ver a esa mujer capaz de hacerlo todo, hasta de viajar en el tiempo y tocar a nuestro primer antepasado, equipada tan solo con el mejor juguete que la naturaleza nos pudo dar: el cerebro.

No les hagan caso a los amargos que se quejan porque a la película le falta rigor científico, por favor, Besson no es Kubrick así que suéltense los zapatos, relájense, enciendan un cigarro —es una verdadera pena que ya no se pueda fumar en una sala de cine— y estén listos, preparados para la lluvia de golpes, chistes malos e incongruencias que siempre han caracterizado el cine kitsch de este realizador francés a quien creíamos perdido para siempre en una cocina, relamiendo platos con Gerard Dépardieu y que ahora a sus 55 años parece haberse reinventado con este magnífico postre visual que bautizó con el mismo nombre con el que se conoce el primer ser humano que habitó este mundo: Lucy.

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