Se llama Maria Isabel Santacruz, vive cerca de Panorámico II y vende en un puesto de “confites” con una caja de madera llena de dulces, en la calle 20 entre carreara 25 y 26, cuenta que gana entre 3 y 5 mil pesos diarios, ¡cuando esta bueno!, según expresión de ella. Hay cosas que por mucho que miremos para otro lado, son tan evidentes que aún con los ojos cerrados, parecen obvias.
Si hay algo que molesta a muchas personas es tropezar en la calle con cientos de vendedores ambulantes que invaden el espacio público, y si hay algo que conmueve a muchos, es ver a estos mismos vendedores huir del grupo de —Espacios Públicos y la Policía¬— que los persigue como a verdaderos criminales. Y es que respecto a los vendedores ambulantes, muchos ven un problema, otros, simplemente un drama social.
Las dos cosas son preocupantes. Por un lado muchos ven a gente estorbando en la calle, pero por otro lado se ven unos seres humanos atemorizados por la persecución, tratando desesperadamente de evitar que le decomisen todo su patrimonio y medio de vida.
Mirar la cara de Anita López, acompañada de sus hija y su nietecita de apenas un año vendedores ambulantes de frutas —para que compremos algo al paso—, mientas se esfuerza por sacar adelante a su familia como ella asegura, y mucho más para evitar ser arrestada y que le apliquen ¡extinción de dominio sobre su mercancía!, que es todo lo que posee. Es una escena triste y conmovedora.
Seguramente quienes toman las decisiones, desde sus cómodas e inaccesibles oficinas, nunca tienen la oportunidad de ver la realidad de una persona que lucha por subsistir mientas se le trata como delincuente.
Si bien para muchos, los vendedores ambulantes son un problema, la solución no es privarlos de su única forma de subsistencia; es como aplicar lo escrito en un grafiti “luchar contra la pobreza matando a los pobres”.
Acabar con los vendedores ambulantes simplemente expulsándolos por la fuerza, no es una solución razonable, por cuanto el problema de fondo no es el vendedor, sino la imposibilidad de ganarse la vida de otra forma. Aquí lo que se está haciendo es atacando la victima del problema, no el problema como tal.
Maria Isabel y Anita, recuentan las monedas del día y se disponen a pagar el préstamo “gota a gota” y lo que sobra, ¡si es que sobra! para comprar “al diario” la comida de sus familias.
