Resulta aberrante y anacrónico. Resulta fosilizado su uso. Una expresión típicamente mamerta. El colmo de los colmos que todavía apelemos a ella como último refugio en los naufragios de las utopías.
Pero que va.
Sigue vigente, monda y lironda.
Los acontecimientos de hace pocos instantes borgianos nos lo confirman.
Los intereses irreconciliables de clases están ahí, en la misma paila del infierno chibcha que estamos construyendo a palos en Colombia. No intentemos negar lo innegable.
Entre nosotros no están desactivadas las condiciones para las revoluciones sociales, y no es por culpa de sus promotores, ni más faltaba; los verdaderos amigos de la revolución social que tanto pregona la izquierda, son las élites de derecha que se han sentado y defecado en el solio de Bolívar por casi 200 años.
Sencillo y comprensible.
Cuando más avanzó la izquierda colombiana en espacios sociales por vía democrática –en las pasadas elecciones presidenciales- y que conjuraba cualquier intento de seguir legitimando la lucha armada; más extrema se torna la derecha gobernante y cierra de cualquier forma, la legitimación de su “democracia liberal burguesa”.
Entonces los promotores de la revolución social y de la lucha de clases no es la izquierda fragmentada y amorfa que aún consulta y cita a Marx, Engels, Lenin, Mao, Fidel Castro, Chávez, Marulanda, Bateman, Jacobo Arenas y demás; es la derecha y sus élites en el poder que no quiere ceder un espacio a quienes “ilusamente” creen en la democracia como forma “civilizada” de convivencia.
Una cosa son los discursos y enfrentamientos de los partidos políticos en el Congreso, en la eterna dinámica de gobierno versus oposición, y otra cosa es la palmaria realidad que el colombiano de a pie debe enfrentar a diario y que no se ve por el Canal Institucional.
Realidad que es más que contradictoria y alimenta a la verdadera lucha de clases que nos negamos a reconocer:
Un país en manos de don Luis Carlos –es decir pocas manos- y que explota a la gran mayoría con la aquiescencia de los gobernantes que él mismo ayuda a elegir y que hasta terminan corrompiéndose como la sal misma.
Un país en manos de don Luis Carlos –es decir pocas manos-
y que explota a la gran mayoría
con la aquiescencia de los gobernantes que él mismo ayuda a elegir
Unas distancias salariales de una minoría “pequeño burguesa” y de clase media ininteligible y otra gran mayoría de mínimos asalariados, otra más grande de subempleados y otra más olvidada de campesinos y trabajadores rurales.
Unos estudiantes universitarios, docentes y trabajadores que ven cómo se esfuman sus conquistas gremiales por culpa de las reversadas de los gobiernos de turno que jamás han sido consistentes con las políticas de Estado.
Unas clases sociales marcadamente diferenciadas por razones históricas y que ninguna trama de novela mexicana ayudará a mermar, así se rasguen las vestiduras los dueños de los discursos inclusivos.
En fin, necesitaríamos varias columnas para seguir buscando más evidencias de que en Colombia, la lucha de clases sigue viva, a pesar de que estamos en el continente (Sudamérica) que menos ha sido exitoso promoviendo revoluciones.
Coda: a propósito, muy pertinente consultar a Eric Hobsbawm (1917-2012) en su última edición que nos llegó de sus escritos. Sobre América Latina ¡Viva la Revolución! Crítica (2018)
@Inaldo18