De la arquitectura a un espectáculo
Imaginar que un día las fachadas de los históricos edificios que enmarcan la Plaza de Bolivar serían la pantalla de un show casi cinematográfico, no era seguramente parte de la más creativa imaginación de cualquier ciudadano de Bogotá. Menos aún, por lo que respecta imaginar un espectáculo alucinante sobre la fachada del Palacio de Justicia con su penoso pasado. Pero desde la vista de cualquier ciudadano de un país extranjero lo sería aún más impensable. Para Damien Fontaine, el creador del espectáculo de Luces de Lyon presentado para la apertura al año Colombia-Francia 2017, en el marco de la fiesta de la navidad del año anterior, su vago conocimiento sobre nuestro país estaba más bien inserto en el cliché. Como lo aseguró en una breve entrevista antes de su partida en el aeropuerto El Dorado, las láminas de una guerrilla que habita la selva, el secuestro de Ingrid Bentancourt y las muertes políticas, parecen llenar el álbum de Colombia en el exterior, irremediablemente. No obstante, como sucede la mayoría de las veces, al llegar a nuestro país, este reconocido compositor y director escénico pudo reconocer algo muy distinto a aquella realidad.
Según este creador escénico, a puertas del comienzo de la paz en un país con más de 50 años de violencia y guerra que son inconmensurables, su creación del espectáculo lo obligó a invocar al mismo tiempo un pasado terrible y el comienzo esperanzador de una paz venidera. Para adornar tal evocación, colocó a Colombia con su propio pasado en una relación armoniosa, a través de un vínculo poético, con la nación que representa el carácter histórico de la libertad, igualdad, fraternidad. Es así que la ocasión se dio para que Colombia y Francia encontraran puntos en común que se vieron en muchas de las escenas contrastadas con imágenes vivas y precisas que se vieron durante el espectáculo de Luces de Lyon. Aunque este espectáculo histórico inició en 1852 al interior de la ciudad de Lyon con varios escenarios donde las personas debían recorrer varias locaciones para ver el show (diez años atrás el show se presentaba en 70 locaciones distintas para visitar en 4 días), para esta ocasión su creador decidió concentrar todo en un solo lugar como la Plaza de Bolivar, en un único e inmenso show, sacando provecho de sus admirables fachadas, como él mismo afirma: “Cuando llegué a la plaza, la fachada del Palacio de Justicia me pareció sorprendente. Quisimos concentrar todo en único show que fuera eficiente para el propósito del espectáculo”. No obstante, no olvida referir el fuerte componente histórico que rodea este edificio: “Hacer este espectáculo en Colombia fue diferente para mí, respecto a cómo lo realizo en el resto del mundo, pues no podía dejar de lado los símbolos concentrados en este edificio alrededor de las desapariciones ocurridas allí”.
A la pregunta de cómo logró conjugar de manera visiblemente armoniosa eventos dolorosos con los trazos de una naturaleza exuberante y los símbolos propios de nuestra cultura pre-colonial, Fontaine afirma: “Quise aprovechar estas fachadas sorprendentes y no proyectar símbolos en una sola dirección o que la audiencia estuviera rodeada por el sonido solamente, sino que estuviera rodeada por imágenes en todas partes, y así lograr que lo que rodeara a la gente fuera el sentido mismo del show”.
Un show de mapping en Bogotá
La técnica de video-mapping en espectáculos se presenta sorprendente, pero según Fontaine hay diferentes maneras de ver estos espectáculos: “Muchas veces trabajo en el espectáculo con actores y artistas en vivo donde el show puede durar una o dos horas, pues se desarrolla una historia o se narra cierta escena. En el caso de Bogotá debíamos exponer aquellos símbolos históricos de los dos países, pero a través de una poética y no solamente en una forma didáctica, pues queríamos que los espectadores franceses y colombianos percibieran qué ocurría allí, y el sentido por inferir no fuera inmediato; es como asistir a una acción performática y al comienzo no saber lo que está ocurriendo. Por esto, la gente pudo ver una grande taza de café en Paris e inmediatamente los campos de plantaciones de café en Colombia, y que en un momento el espectáculo pasara del Carnaval de Barranquilla a un castillo en Versalles”.
Con las apreciaciones de su creador sobre este show en particular para Colombia y el hecho de que sea presentado por primera vez con un despliegue tan amplio en Latinoamérica (cinco años atrás el show fue presentado en Sao Paulo en una dimensión menor), los bogotanos podemos estar seguros de haber presenciado un espectáculo inigualable, que honra a la vez nuestro pasado y la relación histórica y fraternal con Francia, como afirma su creador: “No queríamos simplemente reflejar una realidad, sino encontrar los puntos en común entre los dos países. La figura de Nariño por esto es fundamental en esto”.
El creador de este maravilloso espectáculo visitado por más de 900.000 personas durante nueve días en la Plaza de Bolivar, no descarta la posibilidad de regresar a Colombia: “Es un país que quiero conocer más en el futuro. Me quedan muchos lugares por descubrir aquí, y tal vez podamos pensar en la posibilidad de realizar pronto otro show para Bogotá y también para otras ciudades del país. Es una posibilidad”. Por último, este reconocido compositor y director escénico hizo referencia al público colombiano: “De hecho, notamos un particular entusiasmo, una particular alegría y expresividad por parte del público de Colombia que para nosotros es interesante. Regresaremos a Francia, pero esta alegría estará presente”.
