Es increíble el sacrificio que tienen que hacer nuestros deportistas para asistir a representar a sus diferentes regiones en eventos de carácter departamental, regional, nacional o internacional.
Tuve la oportunidad de acompañar y hablar con nuestro gran atleta JIMMY ACOSTA CABRERA, oriundo del Corregimiento de Santa Bárbara, Municipio de Sandoná, Departamento de Nariño, en el Parque Simón Bolívar de la ciudad de Bogotá, al terminar la competencia por el Campeonato Nacional de Cross Country, prueba selectiva para clasificar al Campeonato Suramericano de la especialidad, a celebrarse próximamente en la República hermana de Venezuela.
Terminó súper agotado; lo vi vomitando a un lado de la pista, producto del tremendo esfuerzo realizado en todo el recorrido, y más al final, cuando quiso sobrepasar al corredor que iba en quinto lugar, para poder clasificar al suramericano, sin lograr su cometido. Terminó en un honroso sexto lugar que, según él, le sirvió para mejorar tres puestos su clasificación del año anterior, cuando quedó noveno.
Sé que la economía de nuestro departamento no es la más próspera, ni la más fuerte; y que hay que darle prioridad a los renglones más sensibles para sacar al pueblo de la pobreza en que vive. Sé también que un alto porcentaje de los recursos se va a los bolsillos de los corruptos, en gran parte por medio de la contratación oficial, y por ello va mi voz de protesta: No es justo que, mientras algunos políticos y funcionarios públicos ven llenarse sus arcas a costa del erario, nuestros deportistas tengan que viajar 18 horas en bus, el día anterior a la competencia, para "matarse" al otro día tratando de hacer quedar bien a su patria chica.
Estábamos conversando, él sentado en el césped, y se disculpó porque se iba a cambiar de atuendo, allí mismo, y al quitarse las zapatillas, me dí cuenta que la derecha tenía dos remiendos, hechos a mano, porque se le había roto de tanto uso; y así lo enviaron a correr.
Al preguntarle por qué venía en una situación tan pobre, me dijo que no tenía cómo comprarse otras; que la ayuda que recibía era ínfima; que había tenido que renunciar a su trabajo en Comfamiliar Nariño, como instructor, en donde se ganaba en pírrico sueldo de $430.000 mensuales, (para mantenerse él, su esposa y su hija), porque el trabajo era demasiado exigente y casi no le quedaba tiempo para descanzar y menos para entrenar; que esas zapatillas le habían costado algo asi como $130.000 y que las que usaban sus competidores tenían un valor entre $480.000 y $500.000; eso, unido a que la mayoría de ellos vivían en Bogotá o en sitios cercanos y, por lo tanto, estaban frescos el día de la competencia.
Valdría la pena que las autoridades departamentales se pusieran la mano en el corazón e hicieran un pequeño esfuerzo para dotar mejor a sus deportistas en sus viajes a representar a Nariño. También las autoridades municipales podrían ayudar a Jimmy con algo, que no represente demasiado dinero, pero que le ayudaría mucho en su rendimiento.