Hay muchas ideas, lecturas y sentimientos encontrados acerca de los Juegos Mundiales de deportes no olímpicos que se desarrollan por estos días en Cali.
Por un lado, los y las conocedoras del mundo deportivo se dividen entre quienes le quitan importancia a las modalidades deportivas que se reúnen en estos juegos y entre quienes señalan de manera crítica la corrupción que existe en el Comité Olímpico y cómo son las grandes empresas de implementos deportivos quienes están detrás de dar la bendición a algunos deportes como olímpicos y a otros no. En este sentido afirmaba un analista de esta última lectura que el sumo, por ejemplo, que causó conmoción, felicidad y admiración en Cali, “no es olímpico porque ni Nike, ni Adidas han empezado a fabricar los taparrabos con los que se presentan los luchadores en este tipo de combates”.
La controversia más fuerte, por supuesto, proviene de la indignación que genera aquí, tal como en Brasil, conocer las millonarias inversiones en escenarios deportivos en un contexto de desempleo, miseria, en una ciudad deteriorada, con deficiencias en todos los servicios sociales que debe proveer el Estado.
Aquí, como en Brasil, circula la pregunta de la pertinencia de realizar unos juegos en una ciudad donde los niños y niñas de las escuelas pobres se sientan en muebles deteriorados, bajo techos y paredes que amenazan ruina, van a baños inservibles y antihigiénicos y reciben mediocres meriendas, que a veces es el único alimento fijo que consumirán en el día. Una red de hospitales públicos en crisis, donde hay que llevar hasta la gasa para las curaciones, las calles deterioradas y ahora congestionadas por cuenta de los juegos, la gente pobre que no puede participar ni siquiera como vendedor ambulante o reciclador, ya que estas actividades también fueron privatizadas por los organizadores, hacen que buena parte de la ciudadanía se sienta insultada por la publicidad de los juegos y la lista de ventajas que dicen tener para el municipio.
Ni las ganancias de las cadenas de hoteles, de los transportes lujosos, de los circuitos de turismo, parecen ser suficientemente incluyentes para que la mayoría de habitantes puedan disfrutar las ventajas.
Por otra parte, entre quienes sí comparten la emoción de los juegos y su importancia, se ha desatado una ola de indignación y chovinismo (o patrioterismo de provincia), pues mencionan que los Juegos han tenido un tratamiento de quinta en la prensa nacional. Hay incluso campañas de boicot a RCN y Caracol, que no se han despertado ni siquiera por otras situaciones abusivas de estos canales. Dicen que son escasos los segundos que estos canales han dedicado a cubrir los eventos, las medallas conseguidas por deportistas colombianos y la excelente organización, comparados con el gran despliegue que tienen eventos como Colombiamoda, o cualquier feria que tenga como sede a Medellín o Bogotá. Esto tiene a los y las caleñas sintiéndose discriminados y hasta vejados.
Y aquí llegué al punto de giro de esta historia: Las medallas en las que en lugar de WORLD GAMES dice WORD GAMES. Ha sido bochornoso que no se haya hecho un mejor control a la producción de esta que es la imagen duradera del certamen; pero comprensible, pues la burocracia caleña está más concentrada en aparentar y en aparecer en la odiosa categoría de VIP que en hacer bien la tarea que el Estado encomienda a sus servidores y servidoras públicas.
Pero permítanme confesar que este incidente me ha hecho conectar con los juegos de manera gozosa: Tal vez este error sea una afortunada pista para zanjar todos los debates anteriores. Ha empezado a circular por Facebook la original idea de un mamagallista caleño, José Urbano el de Ventana indiscreta, quien anuncia: “para el 2014 vamos con THE WORD GAMES. Modalidades: Scrabble, sopa de letras, calambures, palíndromos, retruécanos. Desde ya comité organizador. Se pide, por favor, no gaguear”.
Yo añadiría crucigramas, haikus, capicúas, cuentos cortos y poemas, el juego de mayor seducción de las palabras. Ya hay antecedentes: En muchas películas gringas hay niños y niñas que participan en campeonatos de escuela, luego de condado, de estado y luego de país, deletreando palabras. También están invitados e invitadas a los Mundiales de Cali en 2014. Estoy segura que no se necesitarían inversiones de 90.000 millones de pesos incluidos sobrecostos y serían mucho más incluyentes, más esperanzadores y menos indignantes que estos espectáculos. Y hasta podríamos reciclar las medallas que hay que retirar de estos juegos.