Los violines caucanos: tradición que suena

Los violines caucanos: tradición que suena

'Para la edición número XIX del Petronio Álvarez, 10 grupos le dirán a Colombia y al mundo que esos más de 300 años de práctica no han sido infructuosos'

Por: Manuel Tiberio Bermúdez
agosto 05, 2015
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Los violines caucanos: tradición que suena
Foto: Aymer Álvarez

Fue en el 2008 cuando en el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez los violines caucanos tuvieron un espacio para que se conociera su sonido.

En esa ocasión el grupo Palmeras se llevó los aplausos y el trofeo y desde ese momento hasta hoy. La modalidad de Violines Caucanos se ha ganado un lugar de preeminencia como parte de este evento que exalta los ritmos y los instrumentos por tanto tiempos ocultos.

Los intérpretes del violín caucano, aseguran, aprenden mirando como el búho  y escuchando con atención. El aprender a tocar el violín es un legado, un regalo para el futuro. Se aprende a tocarlo sintiendo cómo la música viaja por las venas hasta el corazón, que no resiste tanta emoción junta. Luego esa música baja a las piernas, se instala en los pies para por medio de ellos exorcizar los extraños cosquilleos que no permiten quedarse quietos un instante.

Los violines de hoy son hermanos de aquellos que, según cuenta la tradición, tienen más de 300 años de estar alegrando a la gente. Inicialmente fueron fabricados con tacos de guadua y crines de caballo, y desde esos fundacionales instrumentos surgen, como de un surtidor los sonidos de los bambucos, torbellinos, merengues andinos y fugas.

El violín caucano es un andariego que se mete en todas las fiestas a poner sus notas: en los velorios con sus arrullos, en los casamientos para el festejo, en los cumpleaños para aplaudir la vida,  y alegra  cuanta celebración se atraviesa en su trasegar de vagabundo.

Su historia se pierde en el tiempo, sus orígenes se remonta a los períodos de la esclavitud, cuando a hurtadillas veían a sus amos tocar el violín europeo y aprendieron imitando.

Los historiadores aseguran que el violín llegó al Cauca en el siglo XVII junto con los evangelizadores y colonizadores, en una revoltura de dioses y de músicas.

Con la libertad conquistada se llevaron su cultura, sus costumbres, más las aprendidas, y con ellos se quedó el gusto por los sonidos del violín en pueblos como Buenos Aires, Santander de Quilichao, Caloto y Suárez.

Gracias al Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez y a personas como Germán Patiño, se creó una categoría para mostrar esta expresión musical que permanecía en el desconocimiento y a la que no resultó nada fácil abrirle un espacio para que su voz musical se escuchara.

Para la edición número XIX del Petronio, 10 grupos le dirán a Colombia y al mundo que esos más de 300 años de tradición no han sido infructuosos, que los violines caucanos seguirán sonando cada vez más con más fuerza y más perfección acompañando fugas, bambucos, o adoraciones.

Los grupos en competencia serán los siguientes: Brisas de Mandivá, Caña Brava; Dejando Huellas, El folclor de mi pueblo, Remolinos de ovejas, Puma Blanca, Aires de Dominguillo, Sabor ancestral, Huellas africanas y Renovación.

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