Los verdaderos retos y preguntas del regreso a la presencialidad escolar

Los verdaderos retos y preguntas del regreso a la presencialidad escolar

¿El regreso a la normalidad implicaría retomar la desigualdad educativa o el reto de abandonar la vieja escuela y enrutarnos al mejor estilo freireano?

Por: Fernando De Jesús Franco Cuartas
enero 07, 2022
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Los verdaderos retos y preguntas del regreso a la presencialidad escolar
Foto: Pixabay

Pedagogía de la pregunta, sobre el regreso a la presencialidad normal escolar, entre los rituales de navidad y año nuevo.

La normalidad del mundo y de la sociedad es, en palabras de Frank Kafka, fácticamente ANORMAL, que los juicios de todos los individuos tenidos por decorosos son fácticamente DEMENCIALES y los actos conformes con las reglas de este juego son fácticamente DESTRUCTIVOS (Arendt, 2021, pág. 284).

La acepción de un hecho normal, según la RAE, se entiende como que sirve de “norma o regla; habitual u ordinario; que se halla en su estado natural. Por su lado, anormal implica que accidentalmente se halla fuera de su natural estado o de las condiciones que le son inherentes”.

Pero, a dos años de crisis sanitaria surge la pregunta, ¿Qué se entiende por regreso a la normalidad escolar, señor ministro de salud? Si de cada 100 niños en países de ingreso bajo y mediano, se estimó que 56 se encontraban en pobreza de aprendizajes antes de la pandemia y durante la pandemia aumentó la pobreza de aprendizajes —el porcentaje de niños de 10 años que no pueden leer un texto básico— podría llegar al 70% de acuerdo con estimaciones recientes del Banco Mundial (Gopalakrishnan, Wadhwa, & Hadd, 2021).

Además, señor ministro, en estos tiempos inéditos e impensados, en los que gran parte de las actividades humanas se vieron trastocadas, se ha observado la insistencia en diferentes modalidades de aprendizaje a distancia ofrecidos por los Estados: Plataformas Online 58% en países de bajos ingresos, 96% en países de ingresos medios bajos; Celulares 30% y 73% en países de bajos y medios ingresos respectivamente; Trabajo en casa 40% y 87% en países de bajos y medios ingresos respectivamente (Banco Mundial, 2021).

En pocas palabras señor ministro, ¿el regreso a la normalidad implicaría retomar la desigualdad educativa o el reto de abandonar la vieja escuela y enrutarnos en la escuela cuestionadora al mejor estilo freireano?

El rol asumido por los responsables del diagnóstico, diseño y aplicación de las políticas públicas educativas se ha limitado a actividades curativas de tipo paternalista desde la instrumentalización de medidas de retención escolar, por encima del análisis que desde las ciencias sociales, en particular a partir de la investigación pedagógica, se viene haciendo en aras de comprender los cambios y el impacto especifico del COVID19 en el sector educativo y en general, en los asuntos humanos y la forma de relacionarnos en la aldea global.

Es así como las decisiones de los funcionarios en nombre del Estado y demás actores privados han actuado de manera demencial vale decir, en forma caótica, absurda e incomprensible ante una situación inédita como la crisis sanitaria para retener, los primeros, a cualquier precio a los estudiantes y, los segundos, para mitigar la disminución del flujo de caja en sus estados financieros en manos de particulares que ven en la educación no un derecho fundamental sino un negocio lucrativo.

Ahora, los actos conformes con las reglas de este juego denominado contrato social, es jugarle a la normalidad anormal, son fácticamente destructivos; una mesa existe ante la destrucción de la vida de un ser vivo como es el árbol; la apertura de un túnel o la explotación indiscriminada de los recursos naturales representa una herida de muerte al equilibrio natural de la Pachamama; la gastronomía en finos restaurantes representa la muerte de millones de animales que en vida están en función del ecosistema natural incluyendo al homo sapiens; en general, a pesar de que el ángel de la historia tenga su mirada hacia el pasado, la tormenta del progreso lo impela hacia el futuro a través de la destrucción creativa del capitalismo poscolonial en palabras de Schumpeter.

El regreso a la normalidad escolar señor ministro, “constituye un ciclo llamado a lo trascendental, un nuevo renacimiento. No como una rebelión contra el pasado y todos sus valores, sino como una expresión de renovada priorización en el sentido de que el ser humano es, en sí mismo, el objeto del conocimiento, del desarrollo, de la ciencia y la tecnología” (Byung-chul Han), desde la ciencia pedagógica para que las estrategias didácticas para la enseñanza y el aprendizaje, abandonen la cuatro paredes de la capilla Sixtina de los expertos en planeación educativa, que históricamente han elaborado currículos a espaldas de los estudiantes y, se construya con ellos, los educandos, el qué, el cómo, el para qué, el cuándo, a través de cuales mediaciones técnicas, a qué ritmo, cómo evaluar, con qué trazabilidad y por qué quieren y desean estudiar un programa de formación especifico en el contexto de las necesidades de sus territorios, y no de acuerdo con las necesidades emanadas de organismos multinacionales o paraestatales como el consenso de Washington.

Los tiempos de crisis señor ministro de salud, son la mejor escuela para trascender paradigmas, y es así como la juventud mundial y la colombiana en particular han entendido y vienen apropiando que “la pedagogía es el arte que nos enseña a saber quiénes somos” como bien lo afirma el profesor de la universidad del valle Humberto Quiceno Castrillón en su libro Pedagogía y Literatura Aprender a Pensar.

El regreso a la presencialidad escolar exige romper el esquema colonial de enseñanza-aprendizaje, que a pesar de la crisis sanitaria sigue reproduciéndose en el confinamiento de las pantallas y, donde el profesor es quien enseña y el alumno quien aprende… ¡no!, no podemos dejar pasar este momento histórico para pensar la escuela como organización que contribuya a la liberación del hombre, en el sentido de permitir el desarrollo de sus cualidades, habilidades y destrezas que consoliden su humanidad en el relacionamiento con el otro y con el mundo.

Este rompimiento creativo coloca en primer plano la discusión sobre la didáctica de la lectura y escritura como fundamentos de la pedagogía para aprender haciendo, no desde el rigor paralizante de lo teórico sino al interior de la práctica educativa en contexto social, económico, político y cultural a través de los procesos de aprendizaje basado en investigación ABI.

El aprendizaje basado en investigación implica, señor ministro, que las aulas de la escuela ortodoxa dejen de estar al servicio de la producción en masa tipo fábrica; deberán estar diseñadas, desde lo sociológico y dotadas de infraestructura acorde a la revolución 5.0, donde los costos de la canasta digital al servicio del acto pedagógico estén en el pasivo de la contabilidad nacional de la nación y no contra la ignominia de un trabajador, trabajadora o familia pobremente remunerada. Es más, “el aula tradicional fue diseñada para un mundo que ya no existe.

Con la transformación de la comunicación y la llegada de la tecnología, el aula, como espacio de aprendizaje ¡quedó obsoleto! Al mismo tiempo que un docente que enseña como él aprendió, está enseñando para un mundo extinguido”, afirma Laura Lewin. El ABI reconoce que los estudiantes pospandemia dejan de ser consumidores de contenidos a ser prosumidores en el contexto de las TIC.

Esta disrupción, analizada desde lo alto del mástil de los tiempos de tormenta y, alejada de todo puerto que brinde seguridad derivada en determinismos, que recorren el espectro educativo y en general a la sociedad, permiten canalizar esa producción de contenidos desde la lectoescritura como instrumentos para transformar la realidad objetiva tanto desde la investigación cuantitativa como cualitativa liderada desde las ciencias sociales a partir de la investigación pedagógica que conduzca a la descolonización del currículo en tiempos del liberalismo tecnológico abrasivo y tóxico.

Pensar la escuela cuestionadora en este punto de inflexión histórica abre el debate sobre la uniformidad del currículo del sacro imperio romano legado en occidente, bajo el poder de la triada de la religión, autoridad y la tradición, donde el estándar dominante era que todos los alumnos aprendieran lo mismo al mismo tiempo en el mismo espacio cercado por cuatro paredes.

Dicha trinidad, invisible o mejor oculta en el currículo, hasta la fecha ha facilitado la reproducción de las relaciones opresor oprimido, en el sentido amplio de la conciencia dual del sujeto cognoscente oprimido que deviene en opresor.

Una de las orillas de discusión se soporta en la hipótesis de los estilos de co-aprendizaje y co-enseñanza, vale decir, la escuela cuestionadora, por medio del pensamiento crudo y crítico, elimina todo tipo de polaridad, haciendo que todos enseñemos y aprendamos como un todo unificado desde la diversidad, comunicación abierta, trasparente y alejada de todo tipo de mercantilismos cognitivos propio de una economía de mercado.

Cuando el ser humano, además de pensar la realidad, además de pensar sus acciones, se piensa a sí mismo pensando.

En ese acto que la filosofía llama autoconsciencia, decía San Agustín, se inicia la filosofía, y aparece en el horizonte el fin de la pedagogía para contribuir al control del dominio de las necesidades de la vida, para que el sujeto que aprende y enseña se maraville y se sorprenda al transitar la senda de las preguntas más allá del determinismo de las respuestas.

Señor ministro de salud, de acuerdo con Hannah Arendt en su texto la pluralidad del mundo (P381) “El camino natural es siempre el camino del ocaso, y una sociedad que se abandona ciegamente a la necesidad de las leyes en ella latentes no puede sino perecer.

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