A Fernando Londoño y Álvaro Uribe los unen varias cosas en una relación que se constituye en la llave más dura de la derecha en Colombia. Una alianza que podría dar muchos dolores de cabeza a la paz con las Farc, a las negociaciones con el ELN y al legado de Santos.
Los une, el odio a la guerrilla, pues ambos han sido víctimas del conflicto, aunque todavía no se sabe a ciencia cierta de qué lado fueron los ataques. A Londoño le pusieron una bomba infame en su carro, que acabó con la vida de su conductor y de un conductor de servicio público. Álvaro Uribe perdió a su padre en un intento de secuestro. Ambas acciones totalmente reprochables y cobardes. Pero a diferencia de muchas otras víctimas, ellos no perdonan y no olvidan, sino que hacen de este resentimiento su plataforma política.
También los une el desprecio hacia este gobierno. Consideran a Juan Manuel Santos un traidor y harán todo lo posible por destruir la paz firmada con las Farc. Odian los acuerdos de paz, como dijo Londoño en la convención del Centro Democrático los van a volver triza, párrafo a párrafo. Eso sí, no explicó la forma que asumirá esa destrucción, si será por vía legislativa, judicial o simplemente un golpe legislativo.
El hecho es que con este par tendremos ideología de derecha para rato, alimentando odios y truncando esperanzas a través de un partido que a fuerza de ser duro en sus posiciones parece el único que consolida su ideología. Los demás se destrozan entre sí, limitando sus posibilidades de tener el poder en las elecciones del 2018.
Si el Polo, el Partido Liberal, los Verdes, Cambio Radical, los Conservadores y la U, no se ponen las pilas, lo que van a hacer trizas, no será solo el acuerdo de paz, sino las aspiraciones de poder de esas agrupaciones políticas en manos de un uribismo reforzado con Popeye y Angelino.
Si Polo, Liberalismo, Verdes, Cambio Radical, Conservadores y U
no se ponen las pilas, Uribe y Londoño van a hacer trizas el acuerdo de paz
y las aspiraciones de poder de estos grupos políticos
El Polo tiene vocación suicida y cada elección llega con una nueva depuración. Muchos han salido expulsados, otros se van como Clara, mamada del matoneo y los que se quedan se trenzan en disputas intestinas interminables, orquestadas por el radicalismo del senador Robledo.
El liberal, con la presencia de Viviane Morales, ya no es liberal, sino clerical. Está lleno de pastores y pastorcitas en busca de votos a cambio de lo que sea. Ni Gaviria, ni Pardo, ni Serpa han podido aconductar estas huestes dispersas que lo único común que tienen es el aval.
Los verdes, sin Fajardo ni Mockus, tendrán en Claudia López una oportunidad de reaparecer, pero están muy lejos de la Ola Verde que asustó tanto a Santos. Entre otras cosas porque Fajardo les competirá el espacio de centro y Petro el de izquierda al que podrían aspirar.
Cambio Radical, requiere estrategias frescas para mejorar la imagen de Vargas Lleras golpeado por su paso en la vicepresidencia y los escándalos de Odebrecht. Sigue siendo un partido disciplinado, pero con muchas limitaciones para crecer y hasta ahora pocas ideas nuevas para ofrecer.
A los conservadores los llevará Ordóñez de la nariz al Centro Democrático, si es que no lo hace antes Andrés Pastrana, para bien de Uribe y perjuicio de las toldas azules. Y finalmente la U, con precandidatos como Roy Barreras o Pinzón se están preparando para hacer parte de alguna alianza, pero nada más.
En fin, Uribe y Londoño, así no tengan una candidatura que se destaque, sí tienen un partido de fanáticos seguidores que probablemente los catapulte a la lucha presidencial con una única promesa: ¡destrozar la paz! Ningún partido, de los nombrados, se va a dar la pela por defender esos acuerdos; quedarán en manos del partido político de las Farc, débil y muy solo, porque no vemos que aparezca ningún Macron en Colombia para detener a esa Le Pen encarnada palomas mensajeras de guerra.
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