Paloma Valencia es la única congresista colombiana que se da el lujo de tener escudo familiar y museo propio. La Casa Valencia en Popayán guarda las reliquias de su dinastía, desde medallas, condecoraciones y hasta una banda presidencial. Por las venas de la senadora del Centro Democrático corre sangre española.
En 160, cuando terminaba de asentarse la Conquista después de un siglo atroz, el primer Valencia pisó suelo colombiano. De él se sabe poco, sólo que era un hidalgo, de nombre Pedro de Valencia y que hizo fortuna y familia en Popayán. Con él empezaba un linaje de políticos, terratenientes mineros y escritores que llegan hasta la senadora Paloma Valencia quien llegó a escribir dos novelas antes de los veinte años la sedujo más el poder.
Su bisabuelo Guillermo Valencia Castillo fue un reconocido poeta muy respetado por los payaneses que cuando caminaba por las calles de la ciudad tanto pobres como ricos lo saludaban con cariño llamándole El Maestro. Y hasta lo comparaban con José Asunción Silva. Valencia llevaba una doble vida de bohemio, pero también de seguidor del precepto máximo de su dinastía, la política. Lo hizo con el respaldo del Partido Conservador, al que siempre perteneció.
Con veinte años ya era diputado, con 23 representante a la Cámara y no pasó mucho para que saltara al Senado y luego terminará nombrado Gobernador del Cauca en 1892 bajo el gobierno de José María Marroquín. Su deleite por el arte lo convirtió en el mejor candidato para representar a Colombia en el exterior y fue así como terminó ocupando los mejores cargos diplomáticos como embajador en Francia, Suiza y Alemania.
Ser presidente de la República fue lo único que no pudo ser Guillermo Valencia. Con su fortín conservador lanzó su candidatura por lo alto en 1918 pero Marco Fidel Suárez, ‘el hijo de la choza’, con un origen humilde contrario al suyo de abolengos y renombre, lo derrotó. Esperó doce años para volverse a lanzar en 1930, el año en el que, para su mala suerte, inició la Hegemonía Liberal con Enrique Olaya Herrera. No viviría hasta para ver a Guillermo León, uno de sus cinco hijos, convertido en presidente de la República y el segundo presidente del Frente Nacional en 1962.
Esos años no eran los mejores para ser presidente. El 9 de abril de 1948, mientras salía del edificio Agustín Nieto, donde tenía su oficina de abogado, Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado. Era el inmenso favorito para ser el presidente en 1950. Era un golpe a las élites. Gaitán representaba los intereses de los que no tenían nada. En todo el país los más pobres decidieron armarse y vengarse de un crimen que, sin tener evidencias, le fue endilgado a los conservadores. En el Tolima campesinos como Pedro Antonio Marín, quien se pondría después el alias que lo haría famoso, el de Manuel Marulanda Vélez, se alzaron en armas en las montañas para defenderse de la represión de los Chulavitas, la policía conservadora. Nacieron las FARC. En ese momento Guillermo León Valencia, como presidente, necesitaba dar un golpe de autoridad.
Decidido a depurar cualquier indicio de guerrilla, le dio la orden al Ejército que se armara y desalojara a los campesinos que según le había contado su gran amigo, el senador conservador Álvaro Gómez Hurtado, estaban creando una república independiente en Marquetalia, un diminuto corregimiento en La Gaitana que se debía aniquilar. Así fue como en 1964, el presidente Guillermo León Valencia lanzó la Operación Marquetalia que se hizo con los dos millones de dólares que aún le faltaba pagar a Estados Unidos a Colombia por la independencia de Panamá. El pago fue en especie. En Marquetalia se probaron por primera vez las bombas de napalm que tanto horror llevarían a Vietnam unos cuantos años después.
Guillermo León Valencia también sería recordado por humor y sus salidas en falso cuando se emborrachaba. Una vez recibió con bombos y platillos a Charles De Gaulle, presidente de Francia, a quien le rindió homenaje con un exquisito banquete. Bajo los reflectores y frente a funcionarios de alto nivel, invitó a un brindis exclamando: “¡Brindo por el futuro y la grandeza de España!”.
La herencia política no solo le viene a Paloma Valencia por su papá, el exsenador conservador Ignacio Valencia López y de su tío Aurelio Iragorri Hormaza, el eterno senador que se ancló veinte años en el Congreso, su mamá Dorotea Laserna tiene un apellido de peso y tradición del Tolima. Pero de otra manera. Con tierras en cultivos de arroz y algo de ganado, su abuelo Mario Laserna Pinzon sobresalió por un original liderazgo que lo llevó incluso a rozarse con personajes mundiales como Albert Einstein a quien conoció en 1949 en la Universidad de Princeton y convenció de venir a Colombia para formar parte de la Junta Consultiva Internacional de la recién fundada universidad de Los Andes, y con quien mantuvo correspondencia.
Fundó la Universidad Los Andes en 1948, la misma en la que cuarenta años después Paloma estudiaría Derecho y Filosofía. Mario Laserna que no titubeo a la hora de integrar las listas del M-19 para la Constituyente del 91 en las que salió elegido. En septiembre 2003, el entonces presidente Álvaro Uribe premió a Mario Laserna con la Cruz de Boyacá. Ese día Paloma conoció a quien se convertiría en su mentor que luego le dio el voto de confianza poniendo su nombre en el tercer lugar de la lista al Senado del Centro Democrático en el 2014 cuando el nombre de Paloma Valencia Laserna era desconocido en Colombia.
De tres hermanos, Paloma es la única en política. Aunque su hermana Cayetana Valencia está casada con Juan Carlos Pastrana, hermano del expresidente Andrés Pastrana e influyente twittero, se ha dedicado a ser lo que Paloma nunca ha querido: ama de casa. Su hermano Pedro Agustín intentó llegar a la alcaldía de Popayán, pero el partido Conservador no le dio el espaldarazo que necesitaba para ser candidato y su aspiración se quemó. Sin embargo, fue gracias al expresidente Juan Manuel Santos que llegó a la inspección General de la Dirección Nacional de Inteligencia; convirtiéndose de los pocos uribistas que tuvo juego en el gobierno Santos del que Paloma fue la mayor detractora siendo la promotora del No en La Habana cuando se negoció la paz con las Farc. Con Duque no fue diferente, el hermano de Paloma fue nombrado cónsul en Miami, mientras su mamá Dorotea, Fue la primera productora del programa radial La Hora de La Verdad que dirige el exministro del Interior Fernando Londoño Hoyos.
Su esposo, Tomás Rodríguez, compañero de estudio en Los Andes, como toda la familia está más en el campo de la ciencia y la investigación como profesor universitario. Su suegro Manuel Rodríguez es un influyente ambientalista, ex ministro de más Medio Ambiente, mientras su suegra Carmen Barraquer es una prestigiosa médica oftalmóloga, fundadora junto con su padre de la famosa Clínica Barraquer.
Esta mezcla de tradiciones y familia está detrás de la voz independiente de Paloma Valencia quien a pesar de su talante conservador y sin dejarse adoctrinar por los lineamientos del Centro Democrático sigue siendo una de las reservas del Uribismo para una eventual candidatura presidencial como ya lo probó en la consulta en la que resultó vencedor Iván Duque. El pasado de su familia pesa, pero no especialmente en el Cauca donde en algún momento fueron referencia porque allí, en estos tiempos, los que mandan lo han logrado precisamente denigrando de abolengos y privilegios.
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