Es recurrente leer en redes sociales a muchos uribistas enfurecidos por los costos que tiene traer al papa a Colombia. Muchos de esos muchachos consideran que el verdadero papa es Joseph Ratzinger, acaso insuflados por el pasado en las juventudes hitlerianas del nonagenario Benedicto. Ellos creen que Francisco es un papa negro, casi satánico, por la postura liberal que ha tomado el argentino con respecto a temas tan espinosos para los católicos como son los matrimonios gays, el aborto y el divorcio.
A estos uribistas no les preocupa que el líder del Centro Democrático se haya gastado en escoltas —en realidad el que termina pagando es el país— más de 100 mil millones de pesos, pero si rasgan sus vestiduras por el platal que se va a tener que gastar por la visita del papa. Si el papa fuera tan reaccionario como Juan Pablo II, amigo de Pinochet, Margaret Tatcher y uno de los culpables de la desintegración de la Unión Soviética, los uribistas estarían de plácemes. Verían con orgullo cómo el papa, con su carita tierna, atacaría con salvajismo acuerdos con guerrillas comunistas. Como este es el papa de la reconciliación y del amor pues ahí si aparecen vándalos como el que tomó esta foto, en donde afirman que Francisco es el mismísimo demonio.
Que miedo dan las huestes uribistas. Yo no estoy seguro de que el que haya tomado la foto vaya a votar por el que ordene Uribe, pero de lo que estoy seguro es que estos montajes —y algunos peores— pululan en las redes de los seguidores de Uribe que no quieren que el papa, con su discurso de reconciliación, pise suelo colombiano. Es que ese mensaje de reconciliación va en contravía del cristianismo medieval y fanático que propagan los seguidores del nefasto exprocurador Ordóñez