La pérdida de circulación, ratings, publicidad y confianza en los medios de comunicación y el auge del consumo de información por redes está cambiando la manera como los ciudadanos opinan, actúan y se relacionan con el resto de la sociedad. A pesar de transformaciones positivas de la era digital en la que millones de personas y miles de organizaciones pueden expresarse con libertad y conectar con sus similares y audiencias con facilidad y sin intermediarios, hay costos perversos. Uno, es la facilidad para introducir contenidos basura -falsos, malintencionados o manipuladores- para despertar pasiones, sectarismos y enfrentamientos entre la ciudadanía y con base en la polarización provocar un gran cambio en el orden global.
La desaparición de los contenidos de mejor calidad de los medios antiguos -que se direccionaban de acuerdo con la visión de las élites del momento- se da en paralelo con el auge de los contenidos basura -que direccionan millonarios iluminados o mesiánicos- que no quieren someterse a ninguna regla. Este esfuerzo, sumado a un gran descontento social que deja el neoliberalismo, consolida las nuevas tribus que se necesitan para enfrentar el viejo orden. El esfuerzo por desbordar las instituciones actuales que no le sirven a una parte enorme de la población, porque no les ofrece oportunidades, los excluye y les cancela la posibilidad de un futuro próspero, es lo que estamos viviendo.
La continua absorción de esa interpretación de las causas del malestar social ha permitido el gran avance del populismo mesiánico. En esta interpretación las instituciones democráticas sirven para perpetuar el control del poder por élites que se benefician de él y excluyen a los damnificados de la economía. Esta es la causa de sus desgracias. Los nuevos grupos tribales de ciudadanos conectados gracias a las redes se convierten en activistas del cambio movidos por la emoción no por la razón. Los viejos medios de comunicación quedaron rezagados en esa batalla, a pesar de los esfuerzos de los millonarios “buenos” que quieren salvar la democracia actual.
Los esfuerzos de salvar los medios de comunicación calificados han fracasado. Distintos millonarios compraron los medios más prestigiosos en crisis en muchos países -incluyendo Colombia- para salvarlos de la bancarrota y mantenerlos vigentes como una institución civil clave para la cohesión social. Hicieron todo tipo de intentos, desde los recortes en plantas de periodistas, de presupuestos de investigación y viajes, de corresponsales y de gastos generales. Nada, los medios siguen dando grandes pérdidas, perdiendo suscriptores, lectores, rating. Y publicidad. Salvo contadas excepciones como el NYT, Boston Globe, Forbes o The Economist, los medios tradicionales no encuentran la fórmula para sobrevivir y los millonarios se aburren de sumar pérdidas.
Dos periodistas expertos en el tema acaban de publicar en el NYT un artículo sobre los costos y las pérdidas de algunos billonarios que han comprado los medios. “Bezos compró el Washington Post por USD 250 millones en 2013; Patrick Soon-Shiong, biotecnología y start-up compró Los Angeles Times en 2018 por USD 500 millones. Marc Benioff, fundador del gigante en software Salesforce, compró Time magazín con su esposa, Lynne, por USD 190 millones in 2018.” Todos arrojan saldos rojos.
En contraste tenemos a los nuevos ultramillonarios mesiánicos. Elon Musk, es el ejemplo más conocido, pero hay que sumar a muchos más. Para ellos los estados, los partidos políticos, las regulaciones y los parlamentos, son un estorbo. Al igual que los medios. A pesar de haberse hechos ricos gracias al orden político y económico lo combaten. Por su parte los estados están atrasados en comprender y regular los impactos de la era digital, gobernados por una gerontocracia incapaz de comprender el nuevo orden social real.
Consideran esos ultramillonarios que las instituciones democráticas les impide realizar sus misiones autodecididas. Colonizar Marte, por ejemplo, sin discutir con alguna entidad científica, académica, social, si es de interés para la humanidad es una de sus obsesiones. O insertar la IA en la sociedad sin que ninguna autoridad haya examinado antes los efectos de tan relevante disrupción en la vida social y que solo en Davos empezó a discutirse de manera seria y metódica. Es como si Oppenheimer hubiera desarrollado con fondos privados la bomba atómica y él decidiera solo donde cuando y contra quien la lanza.
Recuperar el dominio de la circulación de información de mejor calidad o regular la circulación de información para filtrar la basura, y volver a un debate ilustrado es una tarea que aún está en diseño
Ninguna institución ni organismo social ha estudiado los productos de la era digital para regular su inserción en la sociedad. delegado esa misión que consume la riqueza que millones de ciudadanos le aportaron. Creen que como su riqueza es privada no tienen obligación social alguna ante nadie y que la pueden gastar a su manera sin importar los efectos sociales o económicos en salud, empleo o bienestar colectivo. Por eso se empeñan en crear un entorno de opinión social que los acompañe porque saben que tarde o temprano el estado reaccionará para frenarlos. Necesitan grupos sociales que los acompañe en su interpretación: las actuales instituciones no le sirven al ciudadano del siglo XXI, hay que revocarlas.
Musk no compró Twitter para ganar dinero sino para que fluyan sin control todos los contenidos que reafirman su visión. La exclusión de Trump y de muchas otras cuentas de activistas mesiánicos se revirtió y ahora son personajes serios, bien informados -incluyendo un grupo importante de periodistas de alto prestigio- los que son excluidos de esa red. Acabar con las instituciones democráticas al servicio de las élites que amenaza controlarlos y generar un nuevo orden social es la meta de los ideólogos de las nuevas tribus que gracias a la era digital se han conformado.
Las élites tradicionales -como los medios de comunicación tradicionales- no encuentran el camino para neutralizar a esos ideólogos por el gran poder que han consolidado. Recuperar el dominio de la circulación de información de mejor calidad o regular la circulación de información para filtrar la basura, y volver a un debate ilustrado es una tarea que aún está en diseño. La decadencia de las democracias electorales está asociada a la disrupción en las instituciones políticas por el uso de las nuevas tecnologías por parte de los excluidos. Esta es la razón de la decadencia de los medios de comunicación tradicionales.