Los últimos días de Mario Paciolla que dejarían mal parada a la ONU

Los últimos días de Mario Paciolla que dejarían mal parada a la ONU

El voluntario italiano que trabajaba en San Vicente de Caguán sabía que lo iban a matar y estaba obsesionado con denunciar el bombardeo en el que fueron asesinados 7 niños por el ejército

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septiembre 03, 2020
Los últimos días de Mario Paciolla que dejarían mal parada a la ONU

Le faltaban sólo cinco días para limpiarse la suciedad en su mar meditarreno en Napoles. Los que lo conocían, como la periodista Claudia Julieta Duque, sabían que estaba asqueado de Colombia. Sabía demasiado. Era la persona más crítica de todas con la misión de la ONU asentada en Caquetá. Le indignaba casos de compañeros que habían sido picados por culebras o infectados de dengue en San Vicente del Caguan y nadie era capaz de llevarlo a una ciudad que tuviera el servicio médico adecuado para salvarlo. Además estaba el miedo.

En noviembre del 2019 estuvo unos días en Nápoles, su ciudad, descansando. Los amigos lo vieron muy preocupado, tanto que depuró sus redes sociales. Estaba preocupado, cambió el cableado del internet, quería volverse inrrastreable. Tenía miedo. Incluso borró hasta los poemas que había publicado en páginas de centros culturales de su ciudad.

En enero regresó a San Vicente del Caguán. En ese tiempo documentó el bombardeo donde siete menores de edad, entre los 12 y 17 años, fueron bombardeados y rematados por el ejército. Sabía demasiado y el cerco se le iba cercando. Él, que era siempre alegre, de sonrisa batiente, siempre curioso por lo que pasaba en San Vicente del Caguán, se encerró en sí mismo. Incluso le quitó el seguro a la compuerta que daba al techo de su casa para tener alguna opción de escape si decidían buscarlo en su apartamento. El contrato se terminaba el 20 de agosto pero, según su amiga Claudia Julieta Duque, una pelea con sus jefes precipitó su partida a Nápoles. El 10 de julio llamó a su mamá para contarle que el regreso sería inevitable. Pero el 15 de julio, un día después de que se entregara el informe sobre Colombia en la oficina de la ONU en Nueva York, todos los temores de Mario Paciolla se cumplieran.

Una compañera de la misión de la ONU lo encontró en su casa en el barrio Villa Ferro en San Vicente. Tenía laceraciones en el cuerpo y estaba ahorcado. Inmediatamente el dictamen sorprendió por lo rápido, Mario se había suicidado. Nadie reparó en sus advertencias ni en las denuncias que había hecho. En Italia nunca se comieron el cuento.

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La conversación que reveló el Espectador este miércoles 2 de agosto muestra que tenía miedo y nadie lo escuchó, que sabía que lo iban a matar pero nadie hizo nada: “Quiero olvidarme para siempre de Colombia. Colombia ya no es segura para mí. No quiero poner un pie otra vez en este país ni en la ONU. No es para mí. Pedí el cambio hace rato y no me lo dieron. Quiero una nueva vida, lejos de todo”.

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