El título de esta crónica se refiere a una fábula atribuida a Esopo, aunque en España Samaniego escribió una versión y en Francia La Fontaine escribió otra. De cualquier manera, esta fábula narra la historia de un granjero y su esposa, quienes un día encuentran que una de sus gallinas pone huevos de oro. Pero no contentos con esperar a la puesta de la gallina, deciden matarla pensando que tiene oro en su interior. Cuando descubren que no es así, caen en la cuenta de que mejor les habría valido conservar lo que tenían en vez de destruir lo que les proveía bienestar.
Y aquí termina la fábula con su correspondiente moraleja y todo.
Ahora, en nuestra vida real y cotidiana aquí en Cartagena de Indias, o Distrito Turístico y Cultural de Cartagena de Indias (Cartagena de Indias, D. T. y C), la fábula es de otra naturaleza. Esta ciudad ha sido asociada principalmente con la historia pirata por los numerosos ataques de los piratas europeos durante la época colonial. Pero parece que muchos de esos piratas vinieron y se quedaron para seguir saqueando a esta ciudad también llamada la Heroica por su valor en defenderse para sobrevivir.
Los encargados de alimentarnos con estadísticas, como el DANE, nos dicen que el país, Colombia, está atravesando por una desaceleración económica con muy malos resultados en el sector industrial debido a un proceso de desindustrialización. Pero al mismo tiempo, y dentro de esta crisis, hay sectores que presentan un balance positivo en la economía y con amplia proyección. Uno de estos es el turismo que ocupa el segundo reglón generador de divisas, con un crecimiento continuo y que genera miles de empleos. Esto también es cierto para la ciudad de Cartagena, donde esta actividad es muy importante. Entonces, esta actividad es la gallina de los huevos de oro que posee Cartagena.
Y aquí es donde comienza esta fábula cartagenera. ¿Por qué se quiere matar esta gallina?, ¿por qué el continuo ataque a los turistas?, ¿quiénes lo hacen?, ¿son acaso esos piratas que nunca abandonaron La Heroica y que vinieron durante la Colonia a quedarse? No lo creo así. Son nativos cartageneros compuestos por la industria hotelera y de restaurantes con sus excesivos costos, los transportadores sin control de tarifas, y últimamente, hasta la policía de tránsito con sus multas inventadas, o peajes, de $150 dólares. ¿Qué pasó con el civismo en esta ciudad donde hasta las estatuas (humanas) atracan al turista?, ¿por qué quieren acabar con el turismo?, ¿qué les han hecho los turistas? Uno de tantos dichos de lo que llamo el folclor del pueblo dice que “el perro nunca muerde la mano que lo alimenta”. Entonces, ¿por qué muerden al turista?
Al tratar de contestar, con alguna lógica, estas preguntas, es posible que todo esto suceda por la degradación de los valores y principios de todos los integrantes de esta sociedad. Porque todos tienen arte y parte en esta degradación. Desde el Gobierno central con sus excesivos casos de corrupción y abandono de la industria turística, que permeó hasta la cúpula gubernamental de esta ciudad donde sus dirigentes están detenidos para ser juzgados por esta misma corrupción, hasta la rama judicial y policial, sin dejar afuera a la ciudadanía en general, ya que esta es tan culpable por no denunciar, lo cual hace que se conviertan en socios de esa misma corrupción. Ninguno de estos grupos esta exento de culpabilidad. Ninguno entiende que todos los incidentes negativos contra los turistas afectan la imagen de la ciudad en el exterior y pueden llegar a causar el deterioro de la Industria Turística. Cartagena vive en una buena parte de la actividad turística. Se debe atender mejor a los visitantes. Proveerlos de la seguridad necesaria porque sin esta no hay turismo. Todos tenemos que contribuir para que no se mate a la gallina de los huevos de oro para después caer en la cuenta de que mejor habría valido conservar lo que se tenía en vez de destruir lo que proveía bienestar. Debemos hacer honor al nombre de La Heroica y tener el valor de defender esta ciudad para sobrevivir. Y también para que no se convierta esta crónica en lo que el Nobel de estas tierras caribeñas del realismo mágico llamó Crónica de una muerte anunciada.
