El día de la muerte de Fernando Gaitán, su mentor como creador de Yo soy Betty la Fea, la actriz Ana María Orozco no quiso hablar con nadie. Su silencio sigue igual al que han mantenido en muchos momentos de su vida cuando en los intentos por recomenzar con nuevos papeles, siempre vuelven y le preguntan por la inmortal Betty. Un personaje que la persigue tanto que decidió llevarla al teatro y abandonar su tranquila vida en Argentina donde encontró refugio y tranquilidad en los últimos años.
Hubo una época, a comienzos del 2001, en el que Ana María Orozco empezó a hartarse de su alter ego, Betty la fea. La fama se transformó en un animal indomable. Si los seguidores de la telenovela más popular de la historia de la televisión latinoamericana la veían en un Centro Comercial salían detrás de ella, como las grupi con los Beatles a comienzos de la década del sesenta.
La fama no se traslucía en una mejoría sustancial de su condición económica. En más de una ocasión Ana María Orozco se quejó ante los medios de que los únicos que se enriquecían con su actuación era RCN. El desgaste era absurdo, insoportable. El trato del canal no era el mejor. En abril del 2001, cuando Betty la fea reventaba los termómetros de audiencia, Orozco dejó de ir dos días a la filmación de la telenovela. Los directivos no querían hacerle una prórroga a su contrato. Ana María estaba molesta no sólo con el canal sino con el país. Ese mismo año le dijo a un periódico argentino que en Colombia era pecado ser millonario porque a la gente la secuestraban. Pero en Argentina, el país que la adoptaría en el 2005, también se sentía incómoda con su papel de fulgurante estrella de la televisión.
Invitada por Marcelo Tinelli a Videomatch, el programa más popular de los argentinos, Ana María compartió set con Ricky Martin y Diego Armando Maradona. No tuvo mucho tiempo para disfrutar de tal distinción. Su timidez se exacerbaba ante las preguntas de doble sentido del argentino que incomodaban a la actriz. Ana María quería que el fenómeno de Betty terminara rápido y huir.
Cuando empezó el rodaje de Betty la Fea Ana María Orozco se casó con su compañero en la novela Perro amor, Julián Arango. Ambos coincidían de nuevo en Betty. Ana María era la gris y poco agraciada secretaria, Julián era Hugo Lombardí, el amanerado y petulante diseñador de Ecomoda. Las ofensas constantes que su personaje tenía que hacerle a Betty resintieron hasta tal punto la relación que el matrimonio duraría apenas 10 meses. En el set de grabación ambos ni se hablaban. Sí, la que debería ser su explosión definitiva, la que la consagraría como la actriz de raza que estaba destinada a hacer- Sus padres fueron actores- Se tornaba en una maldición.
En el 2002 viajó a Estados Unidos a hacer para Univisión Ecomoda, una secuela de Betty que no funcionó. Luego deambuló por Chile, Perú y en Argentina se casaría en el 2005 con el músico Martín Quaglia. Con él tendría a Lucrecia y Mía, sus dos hijas. La relación se rompería en el 2013 cuando Orozco se enamoraría de su compañero en la serie Somos familia, Maximiliano Ghione.
Ana María tiene la actuación en las venas y por eso, aunque intentó zafarse de una obsesión que le costó privacidad, que le despertaba los demonios que tienen los tímidos, aunque se refugió en los libros que tanto le gusta y en la pintura, siguió por toda Latinoamérica haciendo producciones que, ni de lejos, llegaron a tener el impacto que tuvo Betty la fea, una desgracia que de cierta manera es un alivio para Ana María Orozco.